Desde 1953 Cuba siempre ha sido —y lo sigue siendo, la quintaesencia del desarrollo de los principios ideológicos. |
Por Arnold August* - Tomado de Prensa Latina/Firmas Selectas -
En 1960, el sociólogo y académico norteamericano Daniel Bell
(1919-2011) publicó “El final de la ideología”, obra que llegó a ser un clásico
en las ciencias políticas oficiales. La publicación fue catalogada por el Times
Literary Supplement como uno de los 100 libros más influyentes de la segunda mitad
del siglo XX.
A pesar de que en los años 1950 e inicios de los 60 había otros
partidarios del “Final de la ideología”, Bell es considerado como el más
influyente. Aun cuando tuvieron lugar algunas variaciones, esta escuela de
pensamiento tiene un común denominador. Tratando de no simplificar
excesivamente esta importante tendencia, para el propósito de este artículo es
posible afirmar que ésta surgió debido al fracaso percibido tanto del
socialismo en la antigua URSS, como del capitalismo en Occidente. Ésta nació en
oposición al “extremismo”.
En noviembre de 1968, junto con otros estudiantes de
ciencias políticas de la Universidad de McGill, en Montreal, fundamos la
Asociación de estudiantes de ciencias políticas. Organizamos una huelga y
presentamos dos reivindicaciones principales: la primera consistía en exigir la
participación estudiantil en los comités de contratación de la Facultad y la
segunda —asociada a este potencial empoderamiento estudiantil, reclamar un
profesorado y un currículum más incluyente. Esto podría incluir publicaciones
no solamente de Daniel Bell —quien era por supuesto considerado obligatorio y
una indiscutible referencia en ciencias políticas, sino también de científicos
sociales progresistas, así como los trabajos de Marx y Lenin. En aquella época
todo esto estaba excluido. Después de diez días de ocupación y huelga, la
solicitud de los estudiantes fue aceptada por la universidad.
Daniel Bell |
Bell no vio llegar la inevitable insurrección que se estaba
fraguando en Estados Unidos entre los ciudadanos afrodescendientes, poco
después de que su best-seller saliese de prensa. Estas luchas progresistas, así
como la de los pueblos indígenas, tienen su origen al inicio de las Trece
Colonias. En los años 1960, los estudiantes estadounidenses fueron atraídos por
ideologías y políticas alternativas. De hecho, el movimiento de los jóvenes era
omnipresente en toda Norteamérica y en gran parte de Europa. Mientras, en los
años 1960, esta tendencia se caracterizaba por diferentes aspectos de la
izquierda política e ideológica, y experimentaba sus propios altibajos, parecía
la despedida de la tesis del final de la ideología. Sin embargo, el legado de
Bell nos sigue acechando.
En el último año aproximadamente, en Cuba ha tenido lugar un
aumento continuo de artículos en un lenguaje indirecto acerca de la idea del
final de la ideología, escritos por algunos blogueros e intelectuales cubanos
marginales. Al inicio eran tímidos, pero luego cada vez más audaces. Hablaban
de la “estéril dicotomía entre socialismo y capitalismo”, aconsejando a los
revolucionarios cubanos ser “equilibrados y profundos en sus criterios” cuando
se trata de criticar el imperialismo estadounidense, o de evitar el extremo de
ser “fidelista o anticastrista”, etiquetando de “extremistas” o “fanáticos” a
los marxistas-leninistas o a los fidelistas, escribiendo sobre dos grandes
falacias acerca de lo revolucionario en Cuba, la derecha y la izquierda como un
“dogma excluyente” y, por último, postulando que “la vida es más compleja
incluso que las ideologías”.
Leyendo estos artículos, regresaban continuamente a mi mente
aquellos días universitarios de 1968. ¿Cómo pudo ser posible que nos
opusiéramos al final de la ideología en el corazón del capitalismo, y que ahora
esto vuelva a surgir —entre todos los lugares imaginables, justamente en Cuba?
Podría argumentarse que la oposición en Cuba está viniendo de la “izquierda”,
es decir de quienes pretenden apoyar a la revolución. Pues bien, ¿de dónde más
podría surgir sino es de la llamada izquierda? Esto es Cuba. No olvidemos que
Bell se consideraba a sí mismo de izquierda y que su oposición a la ideología
fue ostensiblemente desde una perspectiva de izquierda y no de derecha. Es así
como logró construir su credibilidad. Bell se había desilusionado del socialismo
y no veía otra alternativa, por lo que libró una batalla tanto contra el
capitalismo como contra el socialismo. Su trabajo refleja su propio dilema
personal y político. Sin embargo, objetivamente hablando, esta llamada
neutralidad respecto a los extremos consistió en lanzar un salvavidas al
capitalismo. No es un accidente que Bell sea tan apreciado por las élites
gobernantes de Occidente.
Siempre he aseverado que la más peligrosa oposición a la
Revolución cubana proviene de la llamada izquierda, y no de la derecha
abiertamente plattista. Es un cáncer en la sociedad cubana que, si se deja
crecer sin una fuerte resistencia ideológica, podría influir en algunos
ingenuos, especialmente entre los jóvenes, los intelectuales y los artistas.
Al mismo tiempo, cuando Bell escribía sus ensayos a finales
de los años 1950, compilados en su volumen de 1960, Cuba constituía el
escenario de la más evidente refutación de su teoría: el ataque a Moncada de
1953, su programa resultante y el triunfo de la revolución el 1° de enero de
1959. Fidel Castro y el Movimiento 26 de julio constituyeron el camino
embrionario hacia a una nueva ideología revolucionaria marxista-leninista en
Cuba.
Lejos de ser un período caracterizado por el final de la ideología, Cuba dio
al mundo el resurgimiento y la confianza en la necesidad de la ideología. Cuba
representó el fin del final de la ideología. La revolución cubana surgió
durante el auge de la Guerra fría, pero se erigió resueltamente en contra de
cualquier intimidación por parte de la izquierda o del imperialismo. Para la
izquierda de aquella época, y más aún para la derecha, esta posición no se
conformaba a lo políticamente correcto. De esta manera, Fidel tuvo la
perspicacia de no revelar el escenario completo en el periodo inicial. Sin
embargo, la ideología se encontraba en el centro del pensamiento y la acción.
Desde 1953 Cuba siempre ha sido —y lo sigue siendo, la
quintaesencia del desarrollo de los principios ideológicos. Cada palabra
escrita y pronunciada por Fidel está impregnada de ideología. Cuba no está
anquilosada, por el contrario, sigue evolucionando según la situación. De otra
manera, Cuba no hubiese podido sobrevivir a sus enemigos durante todo este
tiempo.
Estoy convencido de que uno de los principales objetivos
implícitos de la campaña mediática corporativa internacional contra Fidel,
justo después de su fallecimiento, consistió en una revancha del imperialismo
contra él por negarse a capitular en el tema de la ideología. Pero, ¿por qué
—podrán preguntarse los medios interminablemente— la revolución cubana nunca
suscribió el final de la ideología, como debía hacerse, según las ciencias
políticas oficiales? En todos estos años, desde el 26 julio de 1953 hasta el 25
noviembre de 2016, Fidel vivió y murió tal como lo exigió a los demás: como un
humilde revolucionario.
En el actual contexto histórico, tratar de impregnar la
cultura política cubana de “neutralidad” acerca de la ideología, oposición a
los “extremos”, “equidistancia” entre socialismo y capitalismo, etc., no
constituye un desafío al dogmatismo de la izquierda tal como tratan de
presentarlo. El verdadero desafío es contra el socialismo y la ideología del
marxista-leninista. En los años 1960, la teoría del Bell complacía a los
círculos de gobernantes que deseaban preservar el statu quo. ¡Las élites
estaban en el poder y no temían ser desalojadas por su propio capitalismo! El
Final de la ideología y su crítica al capitalismo fue tan sólo un pretexto para
criticar al socialismo. En 1968, en la Universidad McGill, esto constituyó el
principal argumento de los profesores y administradores conservadores.
Aparentemente ellos no estaban ni a favor y en contra de ninguna ideología.
“Todas las opciones políticas son bienvenidas”. Sin embargo, Bell fue aún más aceptado.
Él se oponía, decían ellos, tanto al capitalismo como al socialismo. Sin
embargo, quienes favorecían el statu quo del capitalismo se apoyaron en el
final de la ideología. Quienes se oponen a la ideología “extrema” de la
izquierda fueron totalmente integrados a la ideología capitalista y ayudaron a
elaborarla y a difundirla. El propósito del “Final de la ideología”, en los
años 1960 y ahora en Cuba, es poner fin a las ideologías marxista-leninista y
socialista.
*Periodista y conferencista canadiense. Cursó una Maestría en
Ciencias Políticas en la Universidad McGill de Montreal. Es miembro de la
Asociación de Estudios Latinoamericanos (LASA, por sus siglas en inglés), con
sede en los Estados Unidos de América; la Asociación Canadiense de Estudios
Latinoamericanos y del Caribe (ACELC); la Cátedra de Investigaciones de la Universidad
de Nottingham sobre Cuba (Gran Bretaña) y la Red de Intelectuales, Artistas y
Movimientos Sociales en Defensa de la Humanidad, en Caracas.
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