Aunque soy cristiana, la Navidad no tiene para mí ese significado místico, profundamente religioso, que le atribuyen algunos.
Detesto, además, la tergiversación consumista con la cual es asumida en la mayor parte del mundo occidental: Santa o Papá Noel, son a mí entender símbolos del capitalismo más crudo; ese que que se debate en una crisis cada vez más profunda y dilatada.
Sin embargo, este 25 de diciembre ha sido distinto. Mi corazón rebosa de gozo y gratitud. a noticia es grandiosa: el entrañable presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez, está mejorando.
Todavía no con la rapidez que muchos anhelamos, pero lo suficiente para enviarle una felicitación a su pueblo, y especialmente a los niños, en estos festejos navideños.
Chávez sostuvo hoy una conferencia telefónica de alrededor de 20 minutos con su videpresidente ejecutivo, Nicolás Maduro.
Lo más alentador: Maduro comentó que el mandatario "estaba caminando, haciendo ejercicios" que forman parte de su tratamiento diario, de "buen humor, siempre dándonos su energía". El presidente bolivariano también inquirió sobre la marcha de diferentes programas del gobierno y dio instrucciones.
Es grandioso, en el día en el que se celebra el nacimiento del Hijo de Dios, encarnado en un ser humano, sepamos que un gran hombre -que en innumerables ocasiones ha manifestado su amor y su confianza en Dios, se recupera.
Millones de voces en todo el mundo han elevado sus plegarias: católicos, cristianos de distintas denominaciones, y hasta ateos. No han sido en vano.
También siento mucha gratitud de que el camarada Hugo Chávez confíe plenamente en la Medicina Cubana, cuyo prestigio se acrecienta.
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