Visos de vendetta tiene la exagerada y por demás injusta sanción de la FIFA al estelar charrúa Luis Suárez por el mordisco al central italiano Giorgio Chiellini, durante el útimo y definitorio partido de la llave D -o grupo de la muerte- de la Copa Mundial Brasil 2014.
Nunca he estado de acuerdo con manifestaciones antideportivas; sin embargo no creo que el choque del uruguayo con el defensor azurri haya sido con la expresa intención de morderle, todo lo contrario del codazo que en respuesta le propinó el europeo.
Al castigar al formidable goleador con la suspensión por nueve partidos con su selección y prohibirle estar presente en cualquier actividad vinculada con el fútbol, la organización rectora de este deporte no ha condenado la agresión o "la ofensa a la deportividad contra otro jugador", sino al futbolista y a sus compañeros, a quienes no podrá alentar desde las gradas.
Voy más allá, se ha condenado a todos los representantes de América Latina en Brasil, por un desempeño que es el principal responsable de la temprana eliminación algunas superpotencias del Viejo Continente.
Recordemos la reacción de Chiellini, que fue la viva imagen de la impotencia, ante la incapacidad futbolística de una Italia, cuya única excepción fue el Maestro Andrea Pirlo.
Y lanzo al ruedo una pregunta, para que reflexionen los que guiados por la avalancha mediática, las "pruebas" y los antecedentes consideran cierta la culpabilidad de Luisito: ¿acaso no fue más evidente la agresión del controvertido y polémico defensor luso Pepe contra el ariete alemán Müller? Todos los que presenciamos ese partido pudimos ver primero un manotazo y luego el cabezazo, que muchos medios europeos consideraron una "niñería", y cuya única sanción -también tachada como una injusticia- fue la expulsión del partido.
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