El caso de los Cinco antiterroristas cubanos encarcelados en los Estados Unidos durante 13 años hace valer –más que ningún otro- la representación de Némesis con una venda sobre los ojos.
Gerardo Hernández, Ramón Labañino, Fernando González, Antonio Guerrero y René González fueron arrestados el 12 de septiembre de 1998, y estuvieron aislados en celdas de castigo durante 17 meses, antes de ser juzgados.
Después, un proceso judicial contaminado por el odio visceral de la mafia de Miami, en el que no se pudieron demostrar la mayoría de los cargos que se les imputaban –lo cual reconoció el gobierno norteamericano por escrito-, concluyó en exageradas sentencias. Tal es así, que Gerardo necesitaría volver a nacer dos veces para cumplir las dos cadenas perpetuas y 15 años a que lo condenaron.
Millones de voces se han levantado en el mundo para denunciar las injusticias cometidas con los Cinco: firmas, cartas, peticiones de “Amigos de la Corte”, marchas, anuncios en periódicos, banderas colocadas en las más altas cimas…. Y muchas otras demostraciones de solidaridad desde todos los continentes no han bastado para hacer caer el velo que cubre los ojos de la “justicia” norteamericana.
Dice el refrán que no hay peor ciego que el que no quiere ver. No quieren ver que mientras libran su mal llamada cruzada contra el terrorismo, el más connotado terrorista de América: Luis Posada Carriles, goza de absoluta libertad en territorio estadounidense; y organizaciones paramilitares como Alfa 66, cuyas acciones criminales intentaban detener los Cinco, festejan sobre la sangre derramada, el dolor y los daños causados al pueblo cubano.
Hoy cuando se cumplen 13 años del encarcelamiento de Gerardo, René, Ramón, Antonio y Fernando, el reclamo por su libertad cobra dimensión universal. Liberarlos sin condiciones es la única manera demostrar que, al menos, la justicia no se ha quedado sorda.
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