El
presidente Chávez presentó ante el Parlamento de Venezuela su informe sobre la
actividad realizada en 2011 y el programa a ejecutar en el año actual. Después
de cumplir rigurosamente las formalidades que demanda esa importante actividad,
habló en la Asamblea a las autoridades
oficiales del Estado, a los parlamentarios de todos los partidos, y a los
simpatizantes y adversarios que el país reúne en su acto más solemne.
El líder
bolivariano fue amable y respetuoso con todos los presentes como es habitual en
él. Si alguno le solicitaba el uso de la palabra para alguna aclaración, le
concedía de inmediato esa posibilidad. Cuando una parlamentaria, que lo había
saludado amablemente igual que otros adversarios, solicitó hablar, interrumpió
su informe y le cedió la palabra, en un gesto de gran altura política. Llamó mi
atención la dureza extrema con que el Presidente fue increpado con frases que
pusieron a prueba su caballerosidad y sangre fría. Aquello constituía una
incuestionable ofensa, aunque no fuese la intención de la parlamentaria. Sólo
él fue capaz de responder con serenidad al insultante calificativo de “ladrón”
que ella utilizó para juzgar la conducta del Presidente por las leyes y medidas
adoptadas.
Después de cerciorarse sobre el término exacto
empleado, respondió a la solicitud individual de un debate con una frase
elegante y sosegada “Águila no caza moscas”, y sin añadir una palabra,
prosiguió serenamente su exposición.
Fue una
prueba insuperable de mente ágil y autocontrol. Otra mujer, de incuestionable
estirpe humilde, con emotivas y profundas palabras expresó el asombro por lo
que había visto e hizo estallar el aplauso de la inmensa mayoría allí presente,
que por el estampido de los mismos, parecía proceder de todos los amigos y
muchos de los adversarios del Presidente.
Más de nueve
horas invirtió Chávez en su discurso de rendición de cuentas sin que
disminuyera el interés suscitado por
sus palabras y, tal vez debido al incidente, fue escuchado por incalculable
número de personas. Para mí, que muchas veces abordé arduos problemas en
extensos discursos haciendo siempre el máximo esfuerzo para que las ideas que
deseaba trasmitir se comprendieran, no alcanzo a explicarme cómo aquel soldado
de modesto origen era capaz de mantener con su mente ágil y su inigualable
talento tal despliegue oratorio sin perder su voz ni disminuir su fuerza.
La política
para mí es el combate amplio y resuelto de las ideas. La publicidad es tarea de
los publicistas, que tal vez conocen las técnicas para hacer que los oyentes,
espectadores y lectores hagan lo que se les dice. Si tal ciencia, arte o como
le llamen, se empleara para el bien de los seres humanos, merecerían algún
respeto; el mismo que merecen quienes enseñan a las personas el hábito de
pensar.
En el
escenario de Venezuela se libra hoy un gran combate. Los enemigos internos y
externos de la revolución prefieren el caos, como afirma Chávez, antes que el
desarrollo justo, ordenado y pacífico del país. Acostumbrado a analizar los hechos
ocurridos durante más de medio siglo, y de observar cada vez con mayores
elementos de juicio la azarosa historia de nuestro tiempo y el comportamiento
humano, uno aprende casi a predecir el desarrollo futuro de los acontecimientos.
Promover una
Revolución profunda no era tarea fácil en Venezuela, un país de gloriosa
historia, pero inmensamente rico en recursos de vital necesidad para las
potencias imperialistas que han trazado y aún trazan pautas en el mundo.
Líderes
políticos al estilo de Rómulo Betancourt y Carlos Andrés Pérez, carecían de
cualidades personales mínimas para realizar esa tarea. El primero era además,
excesivamente vanidoso e hipócrita. Oportunidades tuvo de sobra para conocer la
realidad venezolana. En su juventud había sido miembro del Buró Político del
Partido Comunista de Costa Rica. Conocía muy bien la historia de América Latina
y el papel del imperialismo, los índices de pobreza y el saqueo despiadado de
los recursos naturales del continente. No podía ignorar que en un país
inmensamente rico como Venezuela, la mayoría del pueblo vivía en extrema
pobreza. Los materiales fílmicos están en los archivos y constituyen pruebas
irrebatibles de aquellas realidades.
Como tantas
veces ha explicado Chávez, Venezuela durante más de medio siglo fue el mayor
exportador de petróleo en el mundo; buques de guerra europeos y yankis a
principios del siglo XX intervinieron para apoyar un gobierno ilegal y tiránico
que entregó el país a los monopolios extranjeros. Es bien conocido que
incalculables fondos salieron para engrosar el patrimonio de los monopolios y
de la propia oligarquía venezolana.
A mí me
basta recordar que cuando visité por primera vez a Venezuela, después del
triunfo de la Revolución, para agradecer su simpatía y apoyo a nuestra lucha,
el petróleo valía apenas dos dólares el
barril.
Cuando viajé
después para asistir a la toma de posesión de Chávez, el día que juró sobre la
“moribunda Constitución” que sostenía Calderas, el petróleo valía 7 dólares el
barril, a pesar de los 40 años transcurridos desde la primera visita y casi 30
desde que el “benemérito” Richard Nixon había declarado que el canje metálico
del dólar dejaba de existir y Estados Unidos comenzó a comprar el mundo con
papeles. Durante un siglo la nación fue suministradora de combustible barato a
la economía del imperio y exportadora neta de capital a los países
desarrollados y ricos.
¿Por qué
predominaron durante más de un siglo estas repugnantes realidades?
Los
oficiales de las Fuerzas Armadas de América Latina tenían sus escuelas
privilegiadas en Estados Unidos, donde los campeones olímpicos de las
democracias los educaban en cursos especiales destinados a preservar el orden
imperialista y burgués. Los golpes de Estado serían bienvenidos siempre que estuvieran
destinados a “defender las democracias”, preservar y garantizar tan repugnante
orden, en alianza con las oligarquías; si los electores sabían o no leer y
escribir, si tenían o no viviendas, empleo, servicios médicos y educación, eso
carecía de importancia siempre que el sagrado derecho a la propiedad fuese
sostenido. Chávez explica esas realidades magistralmente. Nadie conoce como él
lo que ocurría en nuestros países.
Lo que era
todavía peor, el carácter sofisticado de las armas, la complejidad en la
explotación y el uso del armamento moderno que requiere años de aprendizaje, y
la formación de especialistas altamente calificados, el precio casi inaccesible
de las mismas para las economías débiles del continente, creaba un mecanismo
superior de subordinación y dependencia. El Gobierno de Estados Unidos a través
de mecanismos que ni siquiera consultan a los gobiernos, traza pautas y
determina políticas para los militares. Las técnicas más sofisticadas de
torturas se trasmitían a los llamados cuerpos de seguridad para interrogar a
los que se rebelaban contra el inmundo y repugnante sistema de hambre y
explotación.
A pesar de
eso, no pocos oficiales honestos, hastiados por tantas desvergüenzas,
intentaron valientemente erradicar aquella bochornosa traición a la historia de
nuestras luchas por la independencia.
En
Argentina, Juan Domingo Perón, oficial del Ejército, fue capaz de diseñar una
política independiente y de raíz obrera en su país. Un sangriento golpe militar
lo derrocó, lo expulsó de su país, y lo mantuvo exiliado desde 1955 hasta 1973.
Años más tarde, bajo la égida de los yankis, asaltaron de nuevo el poder,
asesinaron, torturaron y desaparecieron a decenas de miles de argentinos, y no
fueron siquiera capaces de defender el país en la guerra colonial contra
Argentina que Inglaterra llevó a cabo con el apoyo cómplice de Estados Unidos y
el esbirro Augusto Pinochet, con su cohorte de oficiales fascistas formados en
la Escuela de las Américas.
En Santo
Domingo, el Coronel Francisco Caamaño Deñó; en Perú, el General Velazco
Alvarado; en Panamá, el General Omar Torrijos; y en otros países capitanes y
oficiales que sacrificaron sus vidas anónimamente, fueron las antítesis de las
conductas traidoras personificadas en Somoza, Trujillo, Stroessner y las sanguinarias
tiranías de Uruguay, El Salvador y otros países de Centro y Sur América. Los
militares revolucionarios no expresaban puntos de vista teóricamente elaborados
en detalles, y nadie tenía derecho a exigírselos, porque no eran académicos
educados en política, sino hombres con sentido del honor que amaban su país.
Sin embargo,
hay que ver hasta donde son capaces de llegar por los senderos de la revolución
hombres de tendencia honesta, que repudian la injusticia y el crimen.
Venezuela
constituye un brillante ejemplo del rol teórico y práctico que los militares
revolucionarios pueden desempeñar en la lucha por la independencia de nuestros
pueblos, como ya lo hicieron hace dos siglos bajo la genial dirección de Simón
Bolívar.
Chávez, un
militar venezolano de humilde origen, irrumpe en la vida política de Venezuela
inspirado en las ideas del libertador de América. Sobre Bolívar, fuente
inagotable de inspiración, Martí escribió: “ganó batallas sublimes con soldados
descalzos y medio desnudos […] jamás se peleó tanto, ni se peleó mejor, en el
mundo por la libertad…”
“… de Bolívar
―dijo― se puede hablar con una montaña por tribuna […] o con un manojo de pueblos libres en el puño…”
“… lo que él
no dejó hecho, sin hacer está hasta hoy; porque Bolívar tiene que hacer en
América todavía.”
Más de medio
siglo después el insigne y laureado poeta Pablo Neruda escribió sobre Bolívar
un poema que Chávez repite con frecuencia. En su estrofa final expresa:
“Yo conocí a
Bolívar una mañana larga,
en Madrid,
en la boca del Quinto Regimiento,
Padre, le
dije, eres o no eres o quién eres?
Y mirando el
Cuartel de la Montaña, dijo:
‘Despierto
cada cien años cuando despierta el pueblo’.”
Pero el
líder bolivariano no se limita a la elaboración teórica. Sus medidas concretas
no se hacen esperar. Los países caribeños de habla inglesa, a los que modernos
y lujosos buques cruceros yankis le disputaban el derecho a recibir turistas en
sus hoteles, restaurantes y centros de recreación, no pocas veces de propiedad
extranjera pero que al menos generaban empleo, agradecerán siempre a Venezuela
el combustible suministrado por ese país con facilidades especiales de pago,
cuando el barril alcanzó precios que a veces superaban los 100 dólares.
El pequeño
Estado de Nicaragua, patria de Sandino, “General de Hombres Libres”, donde la
Agencia Central de Inteligencia a través de Luis Posada Carriles, después de
ser rescatado de una prisión venezolana, organizó el intercambio de armas por
drogas que costó miles de vidas y mutilados a ese heroico pueblo, también ha
recibido el apoyo solidario de Venezuela. Son ejemplos sin precedentes en la
historia de este hemisferio.
El ruinoso
Acuerdo de Libre Comercio que los yankis pretenden imponer a la América Latina,
como hizo con México, convertiría los países latinoamericanos y caribeños no
solo en la región del mundo donde peor está distribuida la riqueza, que ya lo
es, sino también en un gigantesco
mercado donde hasta el maíz y otros alimentos que son fuentes históricas de
proteína vegetal y animal serían desplazados por los cultivos subsidiados de
Estados Unidos, como ya está ocurriendo en territorio mexicano.
Los automóviles de uso y
otros bienes desplazan a los de la industria mexicana; tanto las ciudades como
los campos pierden su capacidad de empleo, el comercio de drogas y armas crece,
jóvenes casi adolescentes con apenas 14 ó 15 años, en número creciente, son
convertidos en temibles delincuentes. Jamás se vio que ómnibus u otros
vehículos repletos de personas, que incluso pagaron para ser transportados al
otro lado de la frontera en busca de empleo, fuesen secuestrados y eliminados
masivamente. Las cifras conocidas crecen de año en año. Más de 10 mil personas
están perdiendo ya la vida cada año.
No es
posible analizar la Revolución Bolivariana sin tomar en cuenta estas
realidades.
Las fuerzas
armadas, en tales circunstancias sociales, se ven forzadas a interminables y
desgastadoras guerras.
Honduras no
es un país industrializado, financiero o comercial, ni siquiera gran productor
de drogas, sin embargo algunas de sus ciudades rompen el record de muertos por
violencia a causa de las drogas. Allí se yergue en cambio el estandarte de una
importante base de las fuerzas estratégicas del Comando Sur de Estados Unidos.
Lo que allí ocurre y está ocurriendo ya en más de un país latinoamericano es el
dantesco cuadro señalado, de los cuales algunos países, han comenzado a salir.
Entre ellos, y en primer lugar Venezuela, pero no solo porque posee cuantiosos
recursos naturales, sino porque los rescató de la avaricia insaciable de las
transnacionales extranjeras y ha desatado considerables fuerzas políticas y
sociales capaces de alcanzar grandes logros. La Venezuela de hoy es otra muy
distinta a la que conocí hace solo 12 años, y ya entonces me impresionó
profundamente, al ver que como ave Fénix resurgía de sus históricas cenizas.
Aludiendo a
la misteriosa computadora de Raúl Reyes, en manos de Estados Unidos y la CIA, a
partir del ataque organizado y suministrado por ellos en pleno territorio
ecuatoriano, que asesinó al sustituto de Marulanda y a varios jóvenes
latinoamericanos desarmados, han lanzado la versión de que Chávez apoyaba la “organización
narco-terrorista de las FARC”. Los verdaderos terroristas y narcotraficantes en
Colombia han sido los paramilitares que le suministraban a los traficantes
norteamericanos las drogas, que se venden en el mayor mercado de
estupefacientes del mundo: Estados Unidos.
Nunca hablé
con Marulanda, pero sí con escritores e intelectuales honrados que llegaron a
conocerlo bien. Analicé sus pensamientos e historia. Era sin dudas un hombre
valiente y revolucionario, lo cual no vacilo en afirmar. Expliqué que no
coincidía con él en su concepción táctica. A mi juicio, dos o tres mil hombres
habrían sido más que suficientes para derrotar en el territorio de Colombia a
un ejército regular convencional. Su error era concebir un ejército
revolucionario armado con casi tantos soldados como el adversario. Eso era
sumamente costoso y virtualmente imposible de manejar.
Hoy la
tecnología ha cambiado muchos aspectos de la guerra; las formas de lucha
también cambian. De hecho el enfrentamiento de las fuerzas convencionales,
entre potencias que poseen el arma nuclear, se ha tornado imposible. No hay que
poseer los conocimientos de Albert Einstein, Stephen Hawking y miles de otros científicos
para comprenderlo. Es un peligro latente y el resultado se conoce o se debiera
conocer. Los seres pensantes podrían tardar millones de años en volver a poblar
el planeta.
A pesar de
todo, sostengo el deber de luchar, que es algo de por sí innato en el hombre,
buscar soluciones que le permitan una existencia más razonada y digna.
Desde que
conocí a Chávez, ya en la presidencia de Venezuela, desde la etapa final del
gobierno de Pastrana, siempre lo vi interesado por la paz en Colombia, y
facilitó las reuniones entre el gobierno y los revolucionarios colombianos que
tuvieron por sede a Cuba, entiéndase bien, para un acuerdo verdadero de paz y
no una rendición.
No recuerdo
haber escuchado nunca a Chávez promover en Colombia otra cosa que no fuera la
paz, ni tampoco mencionar a Raúl Reyes. Siempre abordábamos otros temas. Él
aprecia particularmente a los colombianos; millones de ellos viven en Venezuela
y todos se benefician con las medidas sociales adoptadas por la Revolución, y
el pueblo de Colombia lo aprecia casi tanto como el de Venezuela.
Deseo
expresar mi solidaridad y estima al General Henry Rangel Silva, Jefe del
Comando Estratégico Operacional de las Fuerzas Armadas, y recién designado
Ministro para la Defensa de la República Bolivariana. Tuve el honor de
conocerlo cuando en meses ya distantes visitó a Chávez en Cuba. Pude apreciar
en él un hombre inteligente y sano, capaz y a la vez modesto. Escuché su
discurso sereno, valiente y claro, que inspiraba confianza.
Dirigió la
organización del desfile militar más perfecto que he visto de una fuerza
militar latinoamericana, que esperamos sirva de aliento y ejemplo a otros
ejércitos hermanos.
Los yankis
nada tienen que ver con ese desfile y no serían capaces de hacerlo mejor.
Es sumamente
injusto criticar a Chávez por los recursos invertidos en las excelentes armas
que allí se exhibieron. Estoy seguro de que jamás se utilizarán para agredir a
un país hermano. Las armas, los recursos y los conocimientos deberán marchar
por los senderos de la unidad para formar en América, como soñó El Libertador,
“…la más grande nación del mundo, menos por su extensión y riqueza que por su
libertad y gloria”.
Todo nos une
más que a Europa o a los propios Estados Unidos, excepto la falta de independencia
que nos han impuesto durante 200 años.
Fidel Castro Ruz
Enero 25 de 2012
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