Por Arnold August* - Reblogueado desde La pupila insomne -
Presentación realizada en el Panel “Fidel, constructor de la
nueva sociedad” del Coloquio FIDEL, POLÍTICA Y CULTURA. Feria Internacional del
Libro, La Habana, 10 de febrero de 2017
Entre los muchos logros de Fidel como constructor de la
nueva sociedad cubana se destacan el derrocamiento del capitalismo a favor del
socialismo y sus principios inherentes de igualdad y solidaridad; la derrota de
la dominación neocolonialista de Estados Unidos, logrando así la soberanía, la
independencia y la dignidad; la defensa de los derechos humanos en la salud, la
educación, la cultura y el deporte; el respeto de la igualdad racial, la
igualdad de género, la alimentación y la vivienda para todos; la defensa de la
libertad de expresión, y de la prensa que es uno de los frentes en que el
ejemplo de Fidel tiene mucho que seguir enseñándonos; y la creación de una
atmósfera social y política civilizada y sin violencia. La base de estas
proezas, inexistentes antes de 1959, es el poder político popular, resultante
de la Revolución que suprimió el Estado respaldado por Estados Unidos.
Ya en 1953, la conquista de un nuevo poder revolucionario
del pueblo pasaba por el primer plano en la mente de Fidel. Su inquebrantable
objetivo se mezclaba con el espíritu de autosacrificio que caracterizó toda su
vida política. Entre reveses y victorias, de 1953 a 1956 y hasta 1959, su
pensamiento y su acción se inspiraron en este objetivo inquebrantable, asociado
indeleblemente a tácticas creativas diseñadas para pasar de la aspiración a la
conquista del poder popular, por medio de la revolución armada para hacerla
realidad. Este fue el centro de la pasión de Fidel.
La sociedad actual, legada al pueblo cubano, encuentra sus
orígenes en los territorios liberados durante las guerras de 1868 y 1895, la
última de las cuales alcanzó nuevos niveles de organización bajo el liderazgo
de José Martí y el Partido Revolucionario Cubano. Así, durante la segunda mitad
del siglo XIX se sembraron las semillas de un nuevo poder que serían
resucitadas y actualizadas por Fidel, según las nuevas circunstancias. El poder
político local forjado en las áreas liberadas de la Sierra Maestra en el
periodo 1957-1958, estaba virtualmente concebido como un Estado revolucionario
dentro del Estado dominado por el poder neocolonial. El Movimiento 26 de Julio
y el Ejército Rebelde fueron fundados y desarrollados por Fidel y sus
camaradas, y crecieron como semillas del Partido Comunista de Cuba y de las
Fuerzas Armadas Revolucionarias, respectivamente. Estas instituciones
constituyen dos pilares para mantener y desarrollar el poder del pueblo, junto
a la cultura socialista de Cuba, como su armadura.
En el transcurso de esta épica marcha victoriosa y en las
siguientes décadas, Fidel contribuyó a la construcción de una nueva forma de
hacer política dentro de la Revolución Cubana. Él fue un comunicador por
excelencia, componente clave de la conquista y el mejoramiento del poder
político. Entre otras dimensiones de su legado, su pensamiento y su acción
constituyen una nueva cultura de la comunicación entre el líder y su pueblo.
Veamos cinco ejemplos acerca de cómo la cultura política de Fidel y la nueva
cultura comunicacional se impulsaron mutuamente.
Primero fue en 1953, cuando escribió La historia me
absolverá, que fue difundida. Podríamos preguntarnos cómo es posible hablar del
talento de la comunicación de un líder en su propia representación, en la búsqueda
del poder político del pueblo, cuando se encontraba en prisión, confinado e
incomunicado, lejos de las masas. Luego de la derrota del 26 de julio, el poder
político no se veía siquiera en el horizonte. Sin embargo, a pesar de tan
extremas restricciones, Fidel logró comunicarse secretamente con otros
combatientes encarcelados, algunos presidiarios que purgaban condenas por
delitos comunes, e incluso con guardias y empleados de la prisión. Antes y
después de su defensa, su mundo había sido muy limitado.
En medio de este sistema de comunicación clandestino, y con
unos pocos libros que logró reunir, preparó su defensa de memoria. Escribió y
editó en su celda día y noche, memorizando cada palabra hasta el momento en que
fue llevado a la corte. Solo una persona totalmente consagrada a la solución de
los problemas de Cuba, y a abrirle el camino al poder del pueblo con la
Revolución, podía optimizar hasta ese punto las escasas herramientas de
comunicación a su alcance.
Una vez presentada su defensa de memoria, Fidel regresó a su
celda y constató que el texto había desaparecido. Empezó entonces a escribirlo
de memoria nuevamente. Algunas relaciones clandestinas cercanas en el interior
y el exterior de la prisión le permitieron incluso ampliar su comunicación con la
gente. Urdía su defensa pieza por pieza, utilizando métodos ingeniosos, como el
uso del jugo de limón como tinta invisible, en pequeños pedazos de papel. Los
papeles escritos con esa tinta pasaron a través de la seguridad de la prisión
y, como lo había planeado, luego fueron tratados con calor para revelar la
escritura y que se leyeran en La Habana.
Un puñado de personas en esa ciudad, particularmente las
moncadistas Melba Hernández y Haydee Santamaría, se encargaron de reunir los
pedazos de papel como si se tratase de un rompecabezas e imprimir el texto en
forma de folleto. Inicialmente, Fidel dio instrucciones a estas dos mujeres,
que formaban parte de su limitado entorno, para producir 100.000 ejemplares del
alegato. El 18 de junio de 1954 escribió a Melba y a Haydee: “sin propaganda no
hay movimiento de masas, y sin movimiento de masas no hay revolución posible”.
Indudablemente, se inspiró en esta interacción con sus dos camaradas, quienes
arriesgaron de nuevo sus vidas bajo la dictadura de Batista, como lo habían
hecho en el Moncada. A su vez, ellas fueron animadas por el pensamiento de
Fidel y su heroica resistencia desde la prisión. Entretanto, crecían los
limones en el suelo fértil de Cuba, fertilizando el movimiento revolucionario a
través de la creativa pluma de Fidel.
Una segunda ilustración es la singular habilidad de
comunicación de Fidel en la defensa del poder del pueblo. El 8 enero de 1959,
frente a una inmensa muchedumbre en La Habana, en contraste con las extremas
limitaciones de su solitaria celda, dijo: “La alegría es inmensa. Y sin
embargo, queda mucho por hacer todavía. No nos engañemos creyendo que en
adelante todo será fácil; quizás en adelante todo sea más difícil”. No hay duda
de que el líder se inspiró en el júbilo del pueblo. Sin embargo, también hacía
uso de su perspicacia frente a sus exaltados seguidores, al notar que tenía que
convencerlos, como a la audiencia nacional de televisión, para que tomaran
precauciones y fueran vigilantes en los meses y años venideros. Fidel y el pueblo
convergieron en una entidad política e ideológica a través de su habilidad para
comunicar. Resulta difícil afirmar si aquella declaración surgió
espontáneamente de la atmósfera política de La Habana en aquel momento, dada su
extraordinaria dote para sentir la pulsación de su pueblo, o si ya había
pensado en ello. En cualquier caso, dijo lo que debía decir.
De un modo u otro existen muchos momentos memorables en los
cuales su comunicación fue ciertamente espontánea, dejando tras de sí una
huella indeleble del paisaje político cubano. Esto nos lleva a nuestra tercera
ilustración, que tuvo lugar el 28 septiembre de 1960, cuando Fidel habló en La
Habana frente a una muchedumbre. La transcripción hace una lectura acerca de la
manera como muchos cubanos aún la recuerdan hoy, ya sea por su propia
participación o por la inigualable memoria colectiva de la Revolución Cubana,
por medio de la familia y los amigos. Cito:
(Se oye explotar un petardo). Fidel pregunta: ¿Una bomba?
¡Deja…! (Exclamaciones de: ‘¡Paredón!, ¡Venceremos!’). (Cantan el himno
nacional y exclaman: ‘¡Viva Cuba!, ¡Viva la Revolución!’).
Continúa la transcripción:
(Alguien del público habla con el doctor Castro). (Se
escucha una segunda explosión).
Y sigue Fidel:
“…No subestimar al enemigo imperialista. Sería un error
subestimar al enemigo imperialista.”
Frente a la dramática amenaza apoyada por Estados Unidos en
el corazón de la Habana, surgieron espontáneamente en los barrios y
posteriormente con la guía de la dirección de la Revolución, los Comités de
Defensa de la Revolución (CDR). Estas organizaciones de masa fueron vitales
para la Revolución Cubana. En 1961, su formación demostró ser indispensable
para la defensa de Cuba contra las incursiones apoyadas y financiadas por
Estados Unidos, y los actos terroristas concebidos para subvertir el poder
político revolucionario. Los CDR, fruto de la dinámica de Fidel y el pueblo,
también contribuyeron sustancialmente a gobernar a nivel nacional y local,
especialmente de 1959 a 1976 —cuando en el país se consolidó un proceso de
institucionalización que llevó a que se aprobara la Constitución socialista—, y
de muchas maneras luego.
El Che, captando la esencia de esta insuperable comunicación
entre el líder y el pueblo, escribió:
“En las grandes concentraciones públicas se observa algo así
como el diálogo de dos diapasones cuyas vibraciones provocan otras nuevas en el
interlocutor.”
La cuarta ilustración se basa en un discurso de Fidel el 25
noviembre de 2005 ante estudiantes y profesores, en la Universidad de La
Habana, con ocasión del 60º aniversario de su ingreso allí como estudiante.
Fidel se ocupó de los problemas que enfrentaba Cuba, como la necesidad de
ahorrar electricidad y oponerse a la corrupción. Su discurso fue subrayado por
aplausos y risas, según el tema tratado. Al leer nuevamente la transcripción,
esta permite un registro casi visual de la viva interacción del líder con
estudiantes y profesores. Más allá de la mitad del discurso, concluyó con lo
que pareció ser una frase instintiva, basada quizás en la apariencia de los
rostros preocupados de los estudiantes, y en la experiencia de lo que había
ocurrido en la Unión Soviética y en el campo socialista europeo:
“Este país puede autodestruirse por sí mismo; esta Revolución
puede destruirse, los que no pueden destruirla hoy son ellos; nosotros sí,
nosotros podemos destruirla, y sería culpa nuestra.”
Una vez más, la defensa y el posterior desarrollo del poder
del pueblo fueron el centro del mensaje de Fidel. Luego de esta declaración, la
interacción entre la audiencia y Fidel se aceleró. El Che había sintetizado la
relación de Fidel y el pueblo también de esta manera. Cito textualmente:
“Fidel y la masa comienzan a vibrar en un diálogo de
intensidad creciente hasta alcanzar el clímax en un final abrupto.”
Más de 11 años después de aquella charla en La Habana, la
corrupción sigue siendo un problema. Sin embargo, a pesar de estos y otros
escollos, la Revolución del pueblo en el poder continúa invicta. Quizás una de
las razones sea la madurez y la naturaleza estable de la vasta mayoría de la
juventud cubana.
Existen innumerables ejemplos similares. Me viene uno a la
mente: cuando, el 4 de febrero de 1962, más de un millón de cubanos colmaron la
Plaza de la Revolución al llamado que hiciera el Gobierno Revolucionario para
constituir la Segunda Asamblea General Nacional del Pueblo, durante la cual se
aprobó por aclamación, la Segunda Declaración de La Habana. La semana pasada se
celebró el aniversario 55 de aquella ocasión, en la que, al leer esa
Declaración, Fidel Castro movilizó al pueblo tanto por el contenido del
documento como por su extraordinario talento de comunicador para que se votara
conscientemente a favor del texto. Este episodio me inspiró para emplear una
foto de aquel momento histórico de la votación con la mano levantada, en la
cubierta de mi libro acerca de la democracia en Cuba, publicado en 1999.
El quinto ejemplo, quizás una de sus principales
reflexiones, es el artículo “El hermano Obama”, escrito el 27 de marzo de 2016.
A simple vista podemos preguntarnos, como en el primer ejemplo acerca de la
autodefensa 1953, ¿cómo un artículo escrito por el Presidente ya retirado, y en
una estado relativamente delicado de salud, puede ilustrar la dinámica entre el
líder y el pueblo por medio de una comunicación activa entre los dos, para la
defensa de la Revolución? A pesar de que, con pocas excepciones, desde el 2008
ya no le era posible dirigirse a grandes multitudes e intercambiar con ellas,
Fidel es Fidel. Él encontró una manera de comunicarse a través del periodismo,
al cual estuvo unido a lo largo de décadas. Durante la visita de Obama y
después de esta, un vivo debate se desató en la prensa cubana y entre la gente,
con relación al enfoque dado a algunos de los discursos del presidente de
Estados Unidos, lejos de crear unanimidad. “El hermano Obama” fue escrito en el
contexto de esa controversia. A pesar de su estado de salud, Fidel sabía lo que
estaba sucediendo en Cuba, y así su artículo tocó la fibra más sensible de la
sociedad. El texto se onduló a través de las discusiones políticas que tenían
lugar en ese momento y, ciertamente, a nivel internacional.
Así empezó Fidel “El hermano Obama”: “Los reyes de España
nos trajeron a los conquistadores y dueños…”. Eso tocó las cuerdas sensibles en
el interior y en el exterior de Cuba, de manera que Obama ya no podía ser
juzgado ingenuamente. Existe una historia de colonialismo, neocolonialismo e
imperialismo de la cual Obama no puede separarse. Sin embargo, una de las mejores
y más centradas imputaciones de Fidel aún estaba por venir. Se refirió a la
asombrosa afirmación de Obama: “ya es hora de olvidarnos del pasado, dejemos el
pasado, miremos el futuro, mirémoslo juntos, un futuro de esperanza.” Fidel se
sintió obligado a responder: “se supone que cada uno de nosotros corría el
riesgo de un infarto al escuchar estas palabras del presidente de Estados
Unidos.” Fidel, el periodista revolucionario, valientemente escribió lo que
muchos cubanos y amigos de Cuba pensaban y escribían a su manera. Era como si
de algún modo Fidel habitara nuestras mentes. Su oportuna intervención fue un
enorme estímulo para el fortalecimiento y la defensa de la cultura socialista
cubana. Esto fue captado por la vasta mayoría de los cubanos para proteger el
poder político popular, la independencia y la dignidad y, con esto, todos los
logros económicos, sociales y culturales de la Revolución.
Este es tan sólo uno de los muchos ejemplos de la asombrosa
habilidad de Fidel para mantener su diálogo con los cubanos a través de su
pluma. Del jugo de limón, utilizado como tinta indeleble en 1953, al empleo de
instrumentos apropiados de escritura en 2016, existe un hilo conductor: la
preocupación de Fidel por las necesidades del pueblo en su momento, expresada
—para sintetizarlo— en su pensamiento marxista-leninista y martiano para guiar
la acción con el objetivo de salvaguardar el poder político y los fundamentos
de la Revolución Cubana. Así, en el transcurso de la historia, Elba y Haydee
llegaron a ser millones.
A lo largo de su vida política Fidel contribuyó a esta nueva
cultura comunicacional sin paralelo en la historia, dado su estilo único y
perdurable, de 1953 a 2016. Este hace parte ahora del patrimonio de la
Revolución Cubana, disponible para todo cubano o cubana que desee ponerlo en
práctica. Pero Fidel estableció estándares muy altos, de manera que no es
posible replicar su ejemplo, porque Fidel es Fidel. No obstante, su legado como
comunicador es un modelo para líderes de todos los niveles, y para revolucionarios
en general.
El legado de Fidel constituye también un patrimonio de la
humanidad para guiar a escritores y periodistas en sus países, entre ellos
Canadá, para mantener una comunicación estrecha y dialéctica con las
necesidades y preocupaciones de la sociedad acerca de la cual y para la cual
escribimos.
*Arnold August es
periodista y conferencista canadiense, el autor de los libros Democracy in Cuba
and the 1997–98 Elections y Cuba y sus
vecinos: Democracia en movimiento @Arnold_August FaceBook
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