Por Carlos Luque Zayas Bazán - Reblogueado desde El aldeano
vanidoso -
En reciente texto La Joven Cuba aclara cuál es su línea
editorial. Un reconocimiento explícito de que toda política comunicacional
tiene la suya como fundamento de lo que permite publicar, y que en este caso la
expone explícitamente para fundamentar las exclusiones del texto de Javier
Gómez Sánchez que apareció en LJC sin partes importantes que fueron excluidas
según esa línea editorial. ¿Es consecuente LJC en la aplicación de su línea
editorial?
Uno de los núcleos duros de esa línea principista declara:
“En LJC no hay espacio para la adjetivación y la
demonización, el debate actual es a pensamiento y esa debe ser el lenguaje que
usemos.”
Loable propósito. Tomemos sólo un artículo reciente para
constatar el modo en que se sigue ese principio editorial, Los periodistas
imprescindibles. Una rápida relectura y ya en sus primeras palabras encontramos
una cascada de adjetivaciones – o participios en función adjetiva -,
refiriéndose, de modo generalizador, a los periodistas cubanos y a la relación
Prensa – Partido, pero con adjetivación de carga y función negativa:
“Mal pagados…”
“…cansados…”
“…subordinados…”
“Mediaciones absurdas…”
El resto del texto está formado por un conjunto de
perífrasis adjetivas, juicios de valor, que es lo propio de la adjetivación, si
no demonizantes, claramente descalificadoras. Sólo dos ejemplos:
“Aparato que se desgasta…”, se refiere al Partido…
“…tijeras sin compasión…”, se refiere a la censura…
Y así, pudiéramos analizar cómo aplica y colegia LJC su
línea editorial en el artículo citado. ¿Se eliminan las expresiones adjetivas
en unos textos, y no en otros? En el artículo de Javier Gómez asombra el celo
que se tuvo en no “demonizar y adjetivar” al periodismo “independiente”. Pero
en el fragmento eliminado en el texto del autor Javier no se advierte la
adjetivación demonizante, sino la precisión mediante adjetivos de hechos
existentes en el fenómeno de la guerra mediática.
Recordemos:
fondos extranjeros,
becas generosas,
publicidad camufladora o
sospechosos crowdfunding.
¿Alguien pudiera negar que todas esas cualidades son
puntualmente ciertas?
En cuanto a que las ideas no se matan, sino se superan por
otras ¿dónde están en este texto tales ideas superadoras?
Una lectura un poco más atenta permite fijar un conjunto de
observaciones, constataciones, no proposiciones que superen a otras, sino
fundamentalmente cargadas de valoraciones negativas (la adjetivación, etc.), es
decir, lejanas de la proposición de ideas superadoras, que sería el otro
objetivo declarado de la línea editorial de LJC. Se destacan valoraciones de
esta índole que son las predominantes del todo el texto:
El modelo sigue haciendo aguas.
La agenda mediática oficial no es víctima de conspiración
alguna.
(Lo anterior, sin comentarios. Evitemos las adjetivaciones,
pero me recuerda a alguien que afirmaba que en Cuba ni contra Cuba había una
guerra cultural.)
En resumen, no creo que se haya aplicado aquí con tanto celo
la línea editorial con la cual se intentan explicar las diferencias del texto
de Javier con respecto al que se publicó en La Pupila. Si en lugar de responder
a las preguntas que muchos han hecho y se están haciendo con respecto a esas
diferencias, y ahora se harían sobre el modo como se aplica la línea editorial
en esta y otros artículos, si en lugar de eso, se pretexta el intento de
desacreditar a la LJC, y si el argumento es ver fantasmas y conspiraciones, al
menos este comentarista se atiene a una contradicción, aquí sin adjetivación
descalificadora, sino esta conclusión al canto: la regla aplicada al texto de Javier
no es aplicada a todos los textos. No pongo en duda la integridad ética de
nadie cual persona: constato una flagrante contradicción y una censura
ideológica interesada.
La evidencia: se le propuso eliminar al texto de Javier un
procedimiento que está, ostensiblemente, en el texto de Harold Cárdenas que
analizo. Y otro hecho: la adjetivación negativa en un caso está aplicada a la
prensa, el Partido y los periodistas cubanos, y esa pasa por el filtro, y la
adjetivación de Javier está dirigida a la guerra mediática contra Cuba, y eso
no pasa. ¿Por qué? No puedo afirmar que el testimonio de Javier en ese aspecto
sea cierto o no, aunque mi criterio subjetivo es favorable dada pruebas
documentales como esta, que no es la única, pero el hecho cierto es innegable:
con esa eliminación se impedía el ejercicio de un criterio y no se enteraba ni
Cuba Posible, ni Periodismo de Barrio, ni OnCuba, ni otros, ni nadie. ¿Por qué
esa delicadeza adjetival con unos? ¿Por qué esa severidad calificadora con
otros? Allí está el contenido político, e ideológico que interesa. Y era un
derecho del censurado hacerlo conocer, tanto como difundir su texto íntegro,
así como con el testimonio que es la historia de lo que juzga una deriva que no
compartía, y la negación de LJC a aceptarle una postura crítica que proponía al
proyecto.
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