viernes, 10 de febrero de 2017

Sustanciar, no adjetivar: ¿cómo aplica La Joven Cuba su política editorial?

Por Carlos Luque Zayas Bazán - Reblogueado desde El aldeano vanidoso -

En reciente texto La Joven Cuba aclara cuál es su línea editorial. Un reconocimiento explícito de que toda política comunicacional tiene la suya como fundamento de lo que permite publicar, y que en este caso la expone explícitamente para fundamentar las exclusiones del texto de Javier Gómez Sánchez que apareció en LJC sin partes importantes que fueron excluidas según esa línea editorial. ¿Es consecuente LJC en la aplicación de su línea editorial?


Uno de los núcleos duros de esa línea principista declara:

“En LJC no hay espacio para la adjetivación y la demonización, el debate actual es a pensamiento y esa debe ser el lenguaje que usemos.”

Loable propósito. Tomemos sólo un artículo reciente para constatar el modo en que se sigue ese principio editorial, Los periodistas imprescindibles. Una rápida relectura y ya en sus primeras palabras encontramos una cascada de adjetivaciones – o participios en función adjetiva -, refiriéndose, de modo generalizador, a los periodistas cubanos y a la relación Prensa – Partido, pero con adjetivación de carga y función negativa:
“Mal pagados…”
“…cansados…”
“…subordinados…”
“Mediaciones absurdas…”

El resto del texto está formado por un conjunto de perífrasis adjetivas, juicios de valor, que es lo propio de la adjetivación, si no demonizantes, claramente descalificadoras. Sólo dos ejemplos:
“Aparato que se desgasta…”, se refiere al Partido…
“…tijeras sin compasión…”, se refiere a la censura…

Y así, pudiéramos analizar cómo aplica y colegia LJC su línea editorial en el artículo citado. ¿Se eliminan las expresiones adjetivas en unos textos, y no en otros? En el artículo de Javier Gómez asombra el celo que se tuvo en no “demonizar y adjetivar” al periodismo “independiente”. Pero en el fragmento eliminado en el texto del autor Javier no se advierte la adjetivación demonizante, sino la precisión mediante adjetivos de hechos existentes en el fenómeno de la guerra mediática. 

Recordemos:
fondos extranjeros,
becas generosas,
publicidad camufladora o
sospechosos crowdfunding.

¿Alguien pudiera negar que todas esas cualidades son puntualmente ciertas?

En cuanto a que las ideas no se matan, sino se superan por otras ¿dónde están en este texto tales ideas superadoras?

Una lectura un poco más atenta permite fijar un conjunto de observaciones, constataciones, no proposiciones que superen a otras, sino fundamentalmente cargadas de valoraciones negativas (la adjetivación, etc.), es decir, lejanas de la proposición de ideas superadoras, que sería el otro objetivo declarado de la línea editorial de LJC. Se destacan valoraciones de esta índole que son las predominantes del todo el texto:
El modelo sigue haciendo aguas.
La agenda mediática oficial no es víctima de conspiración alguna.

(Lo anterior, sin comentarios. Evitemos las adjetivaciones, pero me recuerda a alguien que afirmaba que en Cuba ni contra Cuba había una guerra cultural.)

En resumen, no creo que se haya aplicado aquí con tanto celo la línea editorial con la cual se intentan explicar las diferencias del texto de Javier con respecto al que se publicó en La Pupila. Si en lugar de responder a las preguntas que muchos han hecho y se están haciendo con respecto a esas diferencias, y ahora se harían sobre el modo como se aplica la línea editorial en esta y otros artículos, si en lugar de eso, se pretexta el intento de desacreditar a la LJC, y si el argumento es ver fantasmas y conspiraciones, al menos este comentarista se atiene a una contradicción, aquí sin adjetivación descalificadora, sino esta conclusión al canto: la regla aplicada al texto de Javier no es aplicada a todos los textos. No pongo en duda la integridad ética de nadie cual persona: constato una flagrante contradicción y una censura ideológica interesada.

La evidencia: se le propuso eliminar al texto de Javier un procedimiento que está, ostensiblemente, en el texto de Harold Cárdenas que analizo. Y otro hecho: la adjetivación negativa en un caso está aplicada a la prensa, el Partido y los periodistas cubanos, y esa pasa por el filtro, y la adjetivación de Javier está dirigida a la guerra mediática contra Cuba, y eso no pasa. ¿Por qué? No puedo afirmar que el testimonio de Javier en ese aspecto sea cierto o no, aunque mi criterio subjetivo es favorable dada pruebas documentales como esta, que no es la única, pero el hecho cierto es innegable: con esa eliminación se impedía el ejercicio de un criterio y no se enteraba ni Cuba Posible, ni Periodismo de Barrio, ni OnCuba, ni otros, ni nadie. ¿Por qué esa delicadeza adjetival con unos? ¿Por qué esa severidad calificadora con otros? Allí está el contenido político, e ideológico que interesa. Y era un derecho del censurado hacerlo conocer, tanto como difundir su texto íntegro, así como con el testimonio que es la historia de lo que juzga una deriva que no compartía, y la negación de LJC a aceptarle una postura crítica que proponía al proyecto.

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