Por Arnold August
A los 60 años, la Revolución cubana permanece tan firme como
lo fue en su infancia, en el período 1959-1961.
Así como Washington aumenta continuamente su extralimitación
imperial económica y militar, su actual diplomacia internacional de cañonera
está respaldada por más de 800 bases militares (de la gigante "Pequeña
América" a estaciones de radar menores), prácticamente en todo el mundo,
incluyendo Guantánamo. Esta política exterior y mucho más, incluido el
creciente uso de Internet como un nuevo camino hacia cambios de régimen (por
ejemplo, en Cuba, particularmente desde 2014), es el alimento diario básico de
arrogantes amenazas, de una agresión criminal y de una cínica injerencia por
parte de Estados Unidos. Ello ocurre a diario, en muchas ocasiones por medio de
los estados aliados, como el continuo y lento genocidio contra el pueblo
palestino por parte de Israel. La violación de la soberanía de los países y el
derecho internacional establecido en la postguerra ocurre prácticamente sin
ninguna protección, en medio de la crisis de Naciones Unidas. El bloqueo contra
Cuba es un caso de impunidad flagrante. Los pueblos del mundo, como el cubano,
sólo pueden apoyarse en sus propias fuerzas y en pueblos y naciones
progresistas del mundo que luchan por mantener un mundo multipolar y resistir a
la dominación estadounidense.
La Revolución cubana ha frenado los Estados Unidos durante
60 de los 75 años transcurridos desde la inauguración de la "nueva
era", de la barbárica época posterior a la Segunda Guerra Mundial. Este
período, de una crueldad extrema, pasó de Europa y Asia oriental a Estados
Unidos, a sólo 90 millas de las costas de Cuba. Pensar en esta realidad
histórica y geopolítica mientras pueblos en cada rincón del planeta, refleja
hoy la importancia histórica del 60º aniversario.
BLOQUEO GENOCIDA
Se puede afirmar que la Revolución Cubana ha resistido al Imperio
durante casi todo el periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial, y que el
Imperio es el sucesor de la crueldad incomparable presenciada durante dicha
contienda, la que, de una u otra forma, siempre ha estado presente en las
puertas de Cuba. Este orden mundial histórico posterior a la Segunda Guerra
Mundial acarrea consecuencias adicionales en la medida que éstas conciernen a
América Latina y el Caribe. Las características adicionales provienen de la
pesadilla estadounidense que consiste en percibir una amenaza constante de
rebelión latinoamericana en contra del colonialismo y del imperialismo, en la
senda abierta desde los tiempos de Bolívar y Martí, en el siglo XIX. Así,
Estados Unidos ha montado un garrote particularmente cruel en contra de Cuba
−dirigido también por su influencia no sólo en toda la región al sur del Río
Grande, sino en el mismo corazón de las entrañas del monstruo, como llamó Martí
a Estados Unidos, país donde vivió gran parte de su exilio político, y trabajó.
Las draconianas medidas adicionales, impuestas a Cuba apenas un año después del
triunfo de 1959, sólo pueden calificarse de genocidas. Genocidio es el bloqueo
estadounidense como lo es EE.UU. en sí mismo, que lo ha definido como tal, aun
cuando por supuesto no utiliza la palabra "genocidio". Mientras su
bloqueo busca involucrar a todas las naciones, su objetivo explícito fue
establecido en 1960 con el fin de doblegar al pueblo cubano con la práctica de
"provocar el desengaño y el desaliento mediante la insatisfacción económica
y la penuria."
Los efectos del despiadado bloqueo, especialmente desde la
implosión de los aliados cubanos (el bloque soviético) hace cerca de 30 años
−casi la mitad de la vida de la revolución–, han sido devastadores. Por encima
de los problemas derivados de las lagunas propias de Cuba, cada día en la vida
de la familia cubana o de los individuos es afectado por el bloqueo como
principal obstáculo para lo que debería ser su desarrollo económico normal.
El transporte recuerda a diario el bloqueo. La adquisición y
la preparación de alimentos constituyen otros desafíos para la inmensa mayoría
del pueblo cubano. Las drásticas limitaciones a las renovaciones de vivienda,
incluyendo a menudo frustrantes y anticuadas instalaciones de plomería y
electricidad, son otras expresiones del bloqueo de Estados Unidos a Cuba. Los
servicios de salud se encuentran privados de productos farmacéuticos y de
equipos hospitalarios estadounidenses. Incluso la educación, que puede ser
vista como un bien "no material", se ve afectada, por ejemplo, por la
necesidad de importar de tierras lejanas el papel necesario para los materiales
escolares, como libros.
Sin embargo, la inmensa mayoría de los cubanos no se ha
entregado −y no se rinde− ante Estados Unidos, ante el guion de Washington. A
los 60 años, la Revolución cubana permanece tan firme como lo fue en su
infancia, en el período 1959-1961.
VENEZUELA EN EL PUNTO
DE MIRA EE.UU.
Sin embargo, en este 1º de enero de 2019, día histórico para
el mundo, se debe reconocer que nunca podrá descartarse una política más
agresiva de Estados Unidos contra la Revolución Cubana. ¿Habría que descartar
acciones militares abiertas? Tras la caída del bloque soviético y del
endurecimiento planificado del bloqueo de Estados Unidos, que también lo hizo
extraterritorial en Europa, en los años 90 Estados Unidos lanzó un ataque
decisivo.
Poco después, y con la esperanza de derrotar a Cuba de una
vez por todas, Estados Unidos puso en su punto de mira al más cercano e
importante aliado de Cuba, Venezuela. La Revolución Bolivariana, encabezada por
Hugo Chávez, emergió al final de 1998 después de la derrota de 1989-1991 del
socialismo europeo, como la mayor repuesta en América Latina, y de hecho, en el
mundo. Esto sucedió además en lo que Estados Unidos considera su "patio
trasero". Cuando el socialismo y la revolución debían fenómenos obsoletos,
en diciembre de 1998 Chávez completó el primer paso de una larga lucha, en una
Venezuela resiliente hacia la revolución. Podría decirse metafóricamente que el
periodo 1998-1999 constituye "el 1º de enero de 1959" de Venezuela.
Estados Unidos nunca aceptó la nueva revolución bolivariana de Caracas, puesto
que nunca se tragó la píldora, amarga para él, de la Revolución cubana. Este
fue aún más el caso dado que, inmediatamente después de 1989, Venezuela se
convirtió en un estrecho aliado político y económico de Cuba, con base en el
beneficio y el respeto mutuos.
En su cinismo político extremo, mientras Estados Unidos
tramaba una "apertura" hacia Cuba durante un año y medio antes de
hacerla pública en diciembre de 2014, tan sólo tres meses más tarde, en marzo
de 2015, el mismo Washington declaró a Venezuela "una amenaza para la
seguridad nacional de Estados Unidos". Esta desdeñosa política
maquiavélica, característica de su centenaria crueldad, dio lugar a la
imposición de sanciones a los aliados de Cuba, diseñadas para obstaculizar y,
por supuesto, para estrujar a Cuba con el afán de someterla. Esta política de
2015 de Estados Unidos hacia Venezuela preparó además el camino para justificar
una posible intervención militar de Estados Unidos con el propósito de poner
fin a la "pesadilla latinoamericana" hecha realidad en la Revolución
Bolivariana.
No obstante, Cuba ha sido −y sigue siendo− heroicamente
resistente, incluso bajo estas nuevas condiciones desfavorables, mientras
además viene desarrollando nuevas relaciones económicas y comerciales con otros
países. Se niega a arrodillarse ante la nación más poderosa de la tierra, y ha
mantenido esa actitud durante 60 años. Es un hecho universalmente reconocido
que Cuba, Fidel Castro, su legado y seguidores de hoy han enfrentado a Estados
Unidos en defensa de la soberanía nacional. Ya sea que se ame o que se odie, no
hay forma de escapar a este hecho histórico. Los revolucionarios cubanos se han
ganado su buena reputación con sangre, sudor y lágrimas y merecen por tanto el
pleno apoyo de todas las personas amantes de la justicia en el mundo. A Cuba le
hacen faltan muchos bienes materiales. Sin embargo, la gran mayoría del pueblo
cubano, tanto individual como colectivamente, se beneficia de la bendición
obtenida por su ardua lucha, de algo que nos hace falta en los países
capitalistas: ¡dignidad! El honor no puede florecer en el occidente capitalista
e imperialista que propugna la guerra, la agresión y la injerencia en nombre de
los derechos humanos, mientras niega la democracia a estos países. La dignidad
en el occidente capitalista se construye tan sólo de abajo hacia arriba, en el
desafío al capital y al Imperio, cuyas guerras llevan vergüenza y deshonor a
los pueblos de las naciones asediadas.
Como resultado de mantener su soberanía a toda costa, Cuba
puede elaborar sus propios planes políticos, económicos, sociales, culturales y
en otras esferas, sobre la base de sus propias necesidades y sus criterios.
Desde 1959 y durante seis décadas, a lo largo de vueltas y revueltas,
decepciones y éxitos, esto es lo que Cuba ha venido haciendo. Cada paso
importante hacia el cambio de políticas lo hace con la plena participación del
pueblo. A pesar del estereotipo proyectado en Occidente, no hay ningún país en
el mundo comparable con Cuba, si se trata de caracterizarlo a través del
debate.
LA CULTURA POLÍTICA
DEL DEBATE
Esta cultura política del debate está tan arraigada en la
sociedad cubana que forma parte inseparable del paisaje político. Los cubanos
hablan y debaten abiertamente acerca de la vida política. Es una forma de vida
en la isla. Esta tradición se remonta a la segunda mitad del siglo XIX, cuando
los cubanos, bajo la ocupación española, discutían y votaban por los miembros
de las cuatro asambleas constituyentes, que dieron lugar a cuatro
Constituciones de una Cuba en combate armado por su independencia. Ello comenzó
hace más de 150 años, al mismo tiempo que Estados Unidos −principal detractor
de la actual reforma constitucional de Cuba− tenía aún una Constitución del
siglo XVIII, escrita a puertas cerradas por un puñado de esclavistas y unos
cuantos ricos.
Cuando, el 1º de enero, hace sesenta años, ganó la
Revolución, Fidel apareció en un histórico balcón de la ciudad de Santiago de
Cuba para dirigirse a la multitud de manera interactiva. De hecho, desde aquel
día, Fidel ha contribuido a la resurrección de la cultura política del debate,
mantenido hasta entonces en gran medida en el fundo de la dominación colonial
estadounidense, aparte de algunos períodos cortos, por ejemplo, cuando tuvo
lugar el levantamiento revolucionario en la década de 1930 y cuando se aprobó
la Constitución de 1940.
La cultura política del debate, tal como ha sido mutuamente
promovida desde 1959 por los nuevos dirigentes y los humildes a favor de estos
últimos, fue muy bien captada por el Che Guevara:
"En las grandes concentraciones públicas se observa
algo así como el diálogo de dos diapasones, cuyas vibraciones provocan otras
nuevas en el interlocutor". Destacando cómo el pueblo participaba en la
toma de decisiones, Guevara recuerda además: "Fidel y la masa comienzan a
vibrar en un diálogo de intensidad creciente hasta alcanzar el clímax en un
final abrupto (...)". Admite que "para quien no viva la experiencia
de la Revolución", es algo "difícil de entender", refiriéndose a
"esa estrecha unidad dialéctica existente entre el individuo y la masa,
donde ambos se interrelacionan". Fiel a la valoración del desempeño del
individuo, Guevara concluye que "la masa, como conjunto de individuos, se
interrelaciona con los dirigentes".
El más reciente ejemplo de esta cultura política del debate,
quizá uno de los más extraordinarios desde 1959 (aun cuando eso nunca se sabe
al apoyarse en la prensa corporativa de Occidente), acaba de ocurrir. Los
debates tuvieron lugar del 13 de agosto al 15 de noviembre de 2018, con el fin
de revisar el Proyecto de renovación de la Constitución cubana de 1976. En
todos los centros de trabajo, instituciones educativas y barrios se sugirieron
cambios importantes. Uno de los más significativos para muchos cubanos es la
cuestión del término "comunismo". Éste fue originalmente contenido en
la Carta Magna de 1976 como meta del proceso revolucionario, pero fue eliminado
en el nuevo Proyecto. Vino otra vez como resultado de la discusión pública,
como una expresión colorida de la cultura del debate político de Cuba, tan
arraigada que ninguna fuerza puede sofocar. La batalla de ideas fue librada
fundamentalmente por blogueros y escritores revolucionarios y, sobre todo, por
las masas, en la base de la sociedad.
¿DE LA DEMOCRACIA
PARTICIPATIVA HACIA LA PROTAGÓNICA?
Resumiendo los cambios, la Constitución de 1976 fue así
redactada: Los altos fines de la construcción del socialismo y el avance hacia
la sociedad comunista. El Proyecto presentado al pueblo para su debate y
aportes, después de la reunión del Parlamento en julio de 2018 fue redactado
así: Organiza y orienta los esfuerzos comunes hacia la construcción del
socialismo. El final fue adaptado así en diciembre de 2018, teniendo en cuenta
el debate y los aportes de los ciudadanos: hacia la sociedad socialista y
comunista.
Este último cambio en el artículo 5º no es un asunto menor.
Cuando el pasado mes de julio de 2018 se dio a conocer la noticia, en cuanto a
que el Proyecto había eliminado la palabra "comunismo", la prensa
internacional en Occidente gritó victoria: "¡Cuba elimina la palabra
comunismo!" Sin embargo, la idiosincrasia de la cultura política del
debate de Cuba apagó la euforia y, a la vez, voló en pedazos el continuo
terrorismo mediático, a saber, que "el comunismo es impuesto desde
arriba". Como un vuelco poético del destino, llegó desde la base. Mientras
que los debates se organizaron desde ella y brindaron la posibilidad a cada
ciudadano de expresar y argumentar sus respectivas opiniones, se tenía que ser
muy pro-activo para elevar la controversia del "comunismo". Después
de todo, el Proyecto fue propuesto por todo el liderazgo y el Parlamento
cubano. Así, esta última experiencia en la democracia cubana pasó de la
democracia participativa a la democracia protagonista que, en mi opinión, es una
forma cualitativamente superior de democracia participativa. No es la primera
vez que, en la experiencia única de consulta de Cuba, los cambios radicales
provienen de los sectores populares. Sin embargo, este debate acerca del
"comunismo", observado en todo el mundo, forma parte de una clase
propia. Así, muy convenientemente, en vísperas de la celebración del 60º
aniversario de la Revolución Cubana, tiene lugar un homenaje a la Revolución y
a su arquitecto, Fidel.
Ahora que, con el legado de Fidel, la Revolución cubana ha
recargado las baterías del debate e intercambios, está preparada para
confrontar todos los intentos actuales por parte de la barbarie del Norte y sus
aliados para dividir al pueblo y a los dirigentes de los Consejos de Estado y
Ministros, y denigrar del Presidente Díaz-Canel. Este desesperado intento de
saboteo del movimiento de renovación, basado en principios, será derrotado por
un Sí rotundo en el referéndum del 24 de febrero y por un voto de confianza
hacia el nuevo liderazgo cubano de Miguel Díaz-Canel.
No hay fuerza en la Tierra capaz de sofocar la cultura de
debate político de Cuba. Ésta puede derrotar cualquier campaña de
desinformación y de división liderada por Estados Unidos.
*Arnold August, periodista y conferencista canadiense, es el
autor de los libros Democracy in Cuba and the 1997–98 Elections (1999), Cuba y
sus vecinos: Democracia en movimiento (2014) y Relaciones Cuba-EE.UU: ¿Que ha
cambiado? (2018). Twitter:
@Arnold_August FaceBook: Arnold August. | | | Arnold August is Canadian author
and journalist. His books include Democracy in Cuba and the 1997-1998 Elections
(1999), Cuba and its Neighbours: Democracy in Motion (2013) and Cuba-U.S.
Relations: Obama and Beyond (2017). He is a collaborator of TeleSUR. Follow him
on Twitter: Arnold_August and FaceBook. www.arnoldaugust.com
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