La avenida Martí. |
No puedo menos que escribir estas líneas para rendirle homenaje a mi Patria chica, donde aún vive mi papá, y que cobija los restos de tres de las personas a quienes debo en gran medida el ser humano que llegué ser: mi mamá y mis abuelos paternos.
Nunca olvidaré el penetrante de las mieles de azúcar que exhalaba el central; ni su llamado a los trabajadores para el turno de las tres de la madrugada, ni el bagacillo que ennegrecía las calles, los portales y las sábanas de quienes dejaban las ventanas abiertas. Es lamentable que solo las chimeneas del que fue el corazón de la localidad, se mantengan apenas en pie.
El cine, el lugar que más visitaba durante mi niñez y adolescencia |
Espero que uno de los frutos de esta celebración sea el rescate de este bosque, patrimonio natural en sí mismo, y protagonista de historias que viven en el imaginario o el recuerdo popular.
En estas líneas no puedo dejar de mencionar mi adorada escuela Raúl Perozo Fuentes, que ha transitado por la enseñanza primaria; después, la secundaria; y ahora es un preuniversitario. Allí transcurrió prácticamente toda mi vida pioneril, excepto el séptimo grado. Tuve maestros y profesores, algunos ya fallecidos, que no sólo me instruyeron, sino me educaron.
Tampoco puedo obviar los parques: el infantil, el de Las Madres y el José Martí. Todos fueron testigos de travesuras, escapadas escolares, paseos de fin de semana, romances de adolescente.
Este edificio alberga el Museo del municipio. |
Para ti, mi querido pueblo, mi felicitación en tus cien años.
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