En la tarde del martes 13 de marzo, un grupo de trece
personas conformado por hombres y mujeres adultos, quienes se identifican
como disidentes y habían acudido a la Basílica Menor de Nuestra Señora de
la Caridad de esta arquidiócesis de La Habana, manifestaron al rector
de este Santuario Diocesano, padre Roberto Betancourt, que tenían
un mensaje para el Santo Padre Benedicto XVI y una serie de
demandas sociales y se negaban a abandonar el templo.
Con
posterioridad, en el lugar se presentó el canciller de la arquidiócesis de La
Habana, monseñor Ramón Suárez Polcari, quien igualmente escuchó sus
peticiones, les aseguró que el mensaje sería trasmitido y les pidió abandonar
el templo para el cierre, a la hora acostumbrada, lo cual
rechazaron. Finalmente el templo fue cerrado y los ocupantes permanecieron en
su interior. Con frecuencia hacían y recibían llamadas usando sus
teléfonos celulares.
Durante todo este tiempo, además, las
autoridades eclesiásticas mantuvieron una comunicación frecuente con las
autoridades de gobierno, quienes se comprometieron a no actuar en modo
alguno. Esto igualmente fue trasmitido al grupo de ocupantes, y se les
ofreció conducirlos a sus casas en autos de la Iglesia. Todo intento
por persuadirlos fue inútil. Al amanecer del miércoles 14, supimos
que situaciones similares se habían presentado en otras iglesias del
país, pero los ocupantes ya habían abandonado los templos.
Se trata
de una estrategia preparada y coordinada por grupos en varias regiones
del país. No es un hecho fortuito, sino bien pensado y al parecer con
el propósito de crear situaciones críticas a medida que se acerca la
visita del Papa Benedicto XVI a Cuba. Hemos recibido comunicación de que
otros grupos y personas disidentes fueron convocados a ocupar templos
en otras diócesis pero se negaron a hacerlo por considerarlo "una
actitud irrespetuosa hacia la Iglesia".
A los templos católicos de
todo el país acuden miles y miles de fieles cada día. Las oraciones por
los presos, los que sufren alguna injusticia, los difuntos o los
necesitados de una vida digna, nunca faltan en nuestras liturgias y
celebraciones. Todo el que desee puede ir a rezar al templo, que es casa de
oración abierta a todos los que buscan en Dios la respuesta a sus
necesidades espirituales y aun materiales, o a dar gracias por un bien
recibido.
Por este mismo hecho, todo acto que pretenda convertir el templo en lugar de demostración política pública, desconociendo la autoridad del sacerdote, o el derecho de la mayoría que va allí en busca de la paz espiritual y el espacio para la oración, es ciertamente un acto ilegítimo e irresponsable. La Iglesia escucha y acoge a todos, e igualmente intercede por todos, pero no puede aceptar los intentos que desvirtúan la naturaleza de su misión o pueden poner en peligro la libertad religiosa de quienes visitan nuestras iglesias. Invitamos a quienes así piensan y actúan, a cambiar de actitud, y si son hombres y mujeres que se consideran católicos, a proceder como tales.
Por este mismo hecho, todo acto que pretenda convertir el templo en lugar de demostración política pública, desconociendo la autoridad del sacerdote, o el derecho de la mayoría que va allí en busca de la paz espiritual y el espacio para la oración, es ciertamente un acto ilegítimo e irresponsable. La Iglesia escucha y acoge a todos, e igualmente intercede por todos, pero no puede aceptar los intentos que desvirtúan la naturaleza de su misión o pueden poner en peligro la libertad religiosa de quienes visitan nuestras iglesias. Invitamos a quienes así piensan y actúan, a cambiar de actitud, y si son hombres y mujeres que se consideran católicos, a proceder como tales.
Nadie tiene derecho a convertir los templos en trincheras
políticas. Nadie tiene derecho a perturbar el espíritu celebrativo de los
fieles cubanos, y de muchos otros ciudadanos, que aguardan con júbilo
y esperanza la visita del Santo Padre Benedicto XVI a Cuba.
Orlando
Márquez HidalgoLa Habana, 14 de marzo de 2012
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