Me asombró hoy escuchar el discurso de José Miguel Insulza en Cartagena.
Pensaba que quien hablaba en nombre de la OEA, se ocuparía al menos de
reclamar el respeto a la soberanía de los países de este hemisferio que a
lo largo de siglos fueron colonizados y cruelmente explotados por las
potencias coloniales.
¿Por qué no dijo una sola palabra sobre las Islas Malvinas ni exigió
el respeto de los derechos soberanos de la hermana nación Argentina?
La Cumbre de Cartagena tiene escenas que no serán fáciles de olvidar.
Es cierto que la misma implicó un enorme esfuerzo. A pesar de las horas
transcurridas no tenemos idea de lo ocurrido en el almuerzo con que
Santos intentó reponer el colosal desgaste de energía que los
participantes invirtieron en esa cita.
Para quien resulte entretenido, pocas veces en su vida tendrá
oportunidad de ver los rostros de más de 30 líderes políticos
enfrentados a las cámaras de televisión, desde que se bajaban del carro,
hasta que en un heroico esfuerzo final tras vencer el largo y
alfombrado pasillo, ascendían los diez o doce escaloncitos a la altura
del escenario donde sonriente y feliz los esperaba el anfitrión. En eso
no valía juventud, edad, pies planos, rótulas operadas o dificultades en
una o las dos piernas. Estaban obligados a seguir hasta la cúspide.
Ricos o pobres debían cumplir el ceremonial.
Curiosamente Obama fue el único que aprovechó ese trayecto para hacer
un entrenamiento deportivo. Como iba solo le resultó más fácil: adopto
una pose deportiva y subió los escalones trotando.
Las mujeres, como acompañantes o Jefes de Estado, son las que mejor
lo hicieron. Una vez más demostraron que las cosas en el mundo
marcharían mejor si ellas se ocuparan de los asuntos políticos. Tal vez
habría menos guerra, aunque nadie puede estar seguro de eso.
Cualquiera diría que, por obvias razones políticas, la figura que
peor impresión me causaría sería Obama. Sin embargo no fue así. Lo
observé pensativo y a veces bastante ausente. Era como si durmiera con
los ojos abiertos. No se conoce cuánto descansó antes de llegar a
Cartagena, con qué generales habló, qué problemas ocupaban su mente. Si
estaría pensando en Siria, Afganistán, Irak, Corea del Norte o Irán. Con
seguridad, desde luego, en las elecciones, las jugadas del Tea Party y
los planes tenebrosos de Mitt Romney. A última hora, poco antes de la
Cumbre, decidió que las contribuciones de los más ricos deban alcanzar
por lo menos el 30% de sus ingresos como ocurría antes de Bush hijo.
Desde luego que eso le permite presentarse frente a la derecha
republicana con una imagen más diáfana de su sentido de justicia.
Pero el problema es otro: la enorme deuda acumulada por el gobierno
Federal que rebasa los 15 millones de millones de dólares, lo cual
demanda recursos que suman no menos de 5 millones de millones de
dólares. El impuesto a los más ricos aportará alrededor de 50 000
millones de dólares en diez años, mientras la necesidad de dinero se
eleva a 5 millones de millones. Recibiría por tanto un dólar por cada
100 de los que necesita. El cálculo está al alcance de un alumno con 8
grados de escolaridad.
Recordemos bien lo que reclamó Dilma Rousseff: "relaciones 'de igual a igual' con Brasil y el resto de América Latina".
"La zona euro ha reaccionado a la crisis económica a través de una
expansión monetaria, provocando un 'tsunami' que aprecia la moneda
brasileña y afecta la competitividad de la industria nacional", declaró.
A Dilma Rousseff, una mujer capaz e inteligente, no se le escapan esas realidades y sabe plantearlas con autoridad y dignidad.
Obama, acostumbrado a decir la última palabra, sabe que la economía
de Brasil surge con impresionante fuerza que asociada a las economías
como las de Venezuela, Argentina, China, Rusia, Sudáfrica y otras de
América Latina y el mundo, trazarían el futuro del desarrollo mundial.
El problema de los problemas es la tarea de preservar la paz de los
riesgos crecientes de una guerra que con el poder destructivo de las
armas modernas ponen la humanidad al borde del abismo.
Veo que las reuniones en Cartagena se prolongan y las realidades
edulcoradas se alejan. De las guayaberas obsequiadas a Obama no se
habló. Alguien tendrá que encargarse de indemnizar al diseñador de
Cartagena Edgar Gómez.
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