Y
es que el hombre de voz profunda que invariablemente comenzaba cada trasmisión
televisiva con un saludo para todos, llegó a ser para muchísimos cubanos,
especialmente los amantes del deporte, como un miembro más de la familia, que
por más de 30 años nos visitó durante varias tardes y noches en la semana, haciéndonos
llegar cada jugada de la Serie Nacional o informándonos sobre el acontecer
deportivo.
Aunque
no conversé mucho con él, tuve el honor de conocerlo personalmente. Lo vi, junto
a los colegas del Noticiero Deportivo, preparándose para su conducción, o redactando
el comentario para la sección en el “Estelar”, o polemizando con el también
inolvidable Eddy Martin.
Héctor
es sin dudas de esos hombres que hacen de su pasión su vida. Amaba el deporte y
a él se dedicó en cuerpo y alma, lo mismo que a la Revolución. Nunca podremos
olvidar su narración de la carrera de Juantorena en Montreal’76, pues puso en
ella su corazón.
Es
por eso que no puede considerarse como una despedida, sino como un afectuoso y gran saludo, el
homenaje que le rendimos los que pudieron acompañarlo personalmente, y los que lo
hicimos desde nuestras casas.
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