La velocidad tiene nombre y nacionalidad: Usain Bolt, de
Jamaica. Aunque parece caído de otro planeta cada vez que con pasmosa
serenidad se impone en las citas atléticas más importantes.
Bolt detuvo en seco las manecillas del no menos famoso Big
Beng londinense –y los corazones de la multitud que abarrotó el estadio de Stratford-
para acreditarse sus segundos título y récord olímpico en el hectómetro.
Ya desde la semifinal –en la que ganó su heat poco menos que
caminando- el bólido había mandado un aviso a sus rivales: “repártanse la plata
y el bronce”. Porque el oro, señoras y señores, ya tenía dueño.
Bolt no dejó dudas sobre la pista de que él es el rey
absoluto en las distancias cortas. Su crono de 9.63 segundos superó en seis
centésimas al que marcó en Beijing, y se quedó a sólo cinco de la cota del orbe (9.58), aún cuando
arrancó por detrás de sus contendientes.
Mucho se había especulado sobre esta final de los 100 metros
planos, y la posibilidad de que el también jamaicano Yohan Blake -quien se
coronó en el mundial de Daegu tras la descalificación de Bolt- pudiera
derrotarlo.
Pero quedó claro que al igual que hace cuatro años, Usain
Bolt está en óptimas condiciones para alzarse igualmente con el lauro en los
200 y el relevo 4x100, pruebas en las que también están en remojo las marcas
vigentes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario