El
General de Ejército Raúl Castro Ruz, Primer Secretario del Comité
Central del Partido y Presidente de los Consejos de Estado y de
Ministros, trató los
principales problemas éticos y morales de la sociedad cubana, en un impresionante discurso en la Primera
Sesión Ordinaria de la VIII Legislatura de la Asamblea Nacional del
Poder Popular, en el Palacio de Convenciones, el 7 de julio de 2013,
"Año 55 de la Revolución"
Compañeras y compañeros:
Me
corresponde realizar las conclusiones de este, el Primer Periodo
Ordinario de Sesiones de la VIII Legislatura de la Asamblea
Nacional
, marco en el cual, cumpliendo lo acordado, nuestros
diputados recibieron una amplia explicación acerca del desempeño de
la Economía en el primer semestre, así como de la marcha de la
implementación de los Lineamientos de la Política Económica y Social
del Partido y la Revolución, asuntos que previamente fueron
analizados en la reunión del Consejo de Ministros, efectuada el 28
de junio y en el Séptimo Pleno del Comité Central el pasado lunes.
Considerando la información brindada a nuestro pueblo por los
medios de prensa, no es necesario abundar sobre estos asuntos y solo
señalaré aquellos aspectos de mayor importancia.
La economía nacional ha continuado mostrando un comportamiento
positivo en medio de las tensiones externas, los daños ocasionados
por el huracán Sandy y nuestras propias insuficiencias.
Como ya fue divulgado, el Producto Interno Bruto (P.I.B.) creció
un 2,3 por ciento, que sin llegar a lo planificado, supera en dos
décimas el alcanzado en el primer semestre del año pasado. Cierto es
que todavía el comportamiento del P.I.B. no se nota en la economía
de la familia cubana promedio.
Se reafirma la tendencia creciente de las actividades
productivas, al tiempo que se preservan en niveles similares los
servicios sociales a toda la población.
También los diputados recibieron una detallada panorámica de la
marcha de la implementación de los Lineamientos de la Política
Económica y Social del Partido y la Revolución aprobados por el
Sexto Congreso, proceso que constituye la principal tarea de todos,
por cuanto de su éxito dependerá la preservación y el desarrollo del
socialismo en Cuba, un socialismo próspero y sostenible, que a la
vez que ratifica la propiedad social —como ya explicó el compañero
Murillo— sobre los medios fundamentales de producción, reconoce el
papel de otras formas de gestión no estatales; reafirma a la
planificación como instrumento indispensable en la dirección de la
economía, sin negar la existencia del mercado.
Deseo reiterar la convicción de que en este frente de
significación estratégica ha continuado el avance y ya comienzan a
observarse los primeros resultados alentadores, aunque también es
verdad que falta un largo y complejo camino para actualizar nuestro
modelo económico y social, asegurando el apoyo mayoritario de la
población a este proceso, lo cual excluye la utilización de terapias
de choque y el desamparo de millones de personas que caracterizan a
las políticas de ajuste aplicadas en los últimos años en varias
naciones de la rica Europa.
El fenómeno de la dualidad monetaria constituye uno de los
obstáculos más importantes para el progreso de la nación, y tal como
señala el Lineamiento número 55, deberá avanzarse hacia la
unificación, teniendo en cuenta la productividad del trabajo. El
propio Lineamiento reconoce la complejidad de este propósito, que
exigirá una rigurosa preparación y ejecución, tanto en el plano
objetivo como subjetivo.
Sobre el particular puedo comunicarles que han proseguido los
estudios para la supresión de la dualidad monetaria de forma
ordenada e integral, lo cual nos permitirá acometer transformaciones
de mayor alcance y profundidad en materia de salarios y pensiones,
precios y tarifas, subsidios y tributos. En pocas palabras, lograr
que todos los ciudadanos aptos se sientan incentivados a trabajar
legalmente a partir de restablecer la vigencia de la ley de
distribución socialista, "de cada cual según su capacidad, a cada
cual según su trabajo", lo que propiciará terminar con la injusta
"pirámide invertida", o lo que es lo mismo, a mayor responsabilidad,
menor retribución.
Al propio tiempo, debemos otorgar la máxima prioridad al
perfeccionamiento del sistema de producción agropecuaria, asegurando
que los experimentos aprobados para liberar las trabas que frenan su
desarrollo alcancen los objetivos propuestos.
Asimismo, con la introducción en los planes para el próximo año
de las directivas aprobadas, las empresas estatales lograrán mayor
autonomía en su gestión y en la distribución de los resultados —como
fue más ampliamente explicado en la mañana de hoy.
Del mismo modo, apoyaremos decididamente la creación de
cooperativas no agropecuarias, las cuales, de conjunto con el
continuado despliegue del trabajo por cuenta propia, facilitarán
liberar al Estado de actividades productivas y de servicios no
fundamentales y concentrarse en el programa de desarrollo a largo
plazo.
La implementación de los Lineamientos lleva implícita la
necesidad de evaluar sistemáticamente los efectos de los cambios que
se han venido introduciendo y corregir con prontitud cualquier
desviación. También demanda el establecimiento de un clima
permanente de ORDEN, DISCIPLINA Y EXIGENCIA en la sociedad cubana,
premisa imprescindible para consolidar el avance de la actualización
del modelo económico y no admitir retrocesos contraproducentes.
Precisamente, a este asunto dedicaré la mayor parte de mi
intervención, tal y como les expresé a ustedes el 24 de febrero en
la Sesión de Constitución de la actual Legislatura del Parlamento,
ocasión en la que contamos con la presencia del compañero Fidel,
quien sobre el particular expresó, cito: "la gran batalla que se
impone es la necesidad de una lucha enérgica y sin tregua contra los
malos hábitos y los errores que en las más diversas esferas cometen
diariamente muchos ciudadanos, incluso militantes", fin de la
cita.
Este tema no resulta agradable para nadie, pero me atengo al
convencimiento de que el primer paso para superar un problema de
manera efectiva es reconocer su existencia en toda la dimensión y
hurgar en las causas y condiciones que han propiciado este fenómeno
a lo largo de muchos años.
Imagino las noticias en los próximos días de la gran prensa
internacional, especializada en denigrar a Cuba y someterla a un
frenético escrutinio; ya nos hemos acostumbrado a vivir bajo el
asedio y no debemos restringirnos a debatir con toda crudeza la
realidad, si lo que nos motiva es el más firme propósito de rebasar
el ambiente de indisciplina que se ha arraigado en nuestra sociedad
y ocasiona daños morales y materiales nada despreciables.
Hemos percibido con dolor, a lo largo de los más de 20 años de
período especial, el acrecentado deterioro de valores morales y
cívicos, como la honestidad, la decencia, la vergüenza, el decoro,
la honradez y la sensibilidad ante los problemas de los demás.
Recordemos las palabras de Fidel en el Aula Magna de la
Universidad de La Habana, el 17 de noviembre de 2005, cuando dijo
que a esta Revolución no podría destruirla el enemigo, pero sí no-sotros
mismos y sería culpa nuestra, advirtió.
Así, una parte de la sociedad ha pasado a ver normal el robo al
Estado. Se propagaron con relativa impunidad las construcciones
ilegales, además en lugares indebidos, la ocupación no autorizada de
viviendas, la comercialización ilícita de bienes y servicios, el
incumplimiento de los horarios en los centros laborales, el hurto y
sacrificio ilegal de ganado, la captura de especies marinas en
peligro de extinción, el uso de artes masivas de pesca, la tala de
recursos forestales, incluyendo en el magnífico Jardín Botánico de
La Habana; el acaparamiento de productos deficitarios y su reventa a
precios superiores, la participación en juegos al margen de la ley,
las violaciones de precios, la aceptación de sobornos y prebendas,
el asedio al turismo y la infracción de lo establecido en materia de
seguridad informática.
Conductas, antes propias de la marginalidad, como gritar a viva
voz en plena calle, el uso indiscriminado de palabras obscenas y la
chabacanería al hablar, han venido incorporándose al actuar de no
pocos ciudadanos, con independencia de su nivel educacional o edad.
Se ha afectado la percepción respecto al deber ciudadano ante lo
mal hecho y se tolera como algo natural botar de-sechos en la vía;
hacer necesidades fisiológicas en calles y parques; marcar y afear
paredes de edificios o áreas urbanas; ingerir bebidas alcohólicas en
lugares públicos inapropiados y conducir vehículos en estado de
embriaguez; el irrespeto al derecho de los vecinos no se enfrenta,
florece la música alta que perjudica el descanso de las personas;
prolifera impunemente la cría de cerdos en medio de las ciudades con
el consiguiente riesgo a la salud del pueblo, se convive con el
maltrato y la destrucción de parques, monumentos, árboles, jardines
y áreas verdes; se vandaliza la telefonía pública, el tendido
eléctrico y telefónico, alcantarillas y otros elementos de los
acueductos, las señales del tránsito y las defensas metálicas de las
carreteras.
Igualmente, se evade el pago del pasaje en el transporte estatal
o se lo apropian algunos trabajadores del sector; grupos de
muchachos lanzan piedras a trenes y vehículos automotores, una y
otra vez en los mismos lugares; se ignoran las más elementales
normas de caballerosidad y respeto hacia los ancianos, mujeres
embarazadas, madres con niños pequeños e impedidos físicos. Todo
esto sucede ante nuestras narices, sin concitar la repulsa y el
enfrentamiento ciudadanos.
Lo mismo pasa en los diferentes niveles de enseñanza, donde los
uniformes escolares se transforman al punto de no parecerlo, algunos
profesores imparten clases incorrectamente vestidos y existen casos
de maestros y familiares que participan en hechos de fraude
académico.
Es sabido que el hogar y la escuela conforman el sagrado binomio
de la formación del individuo en función de la sociedad y estos
actos representan ya no solo un perjuicio social, sino graves
grietas de carácter familiar y escolar.
Esas conductas en nuestras aulas son doblemente incompatibles,
pues además de las indisciplinas en sí mismas, hay que tener
presente que desde la infancia la familia y la escuela deben
inculcar a los niños el respeto a las reglas de la sociedad.
Lo más sensible es el deterioro real y de imagen de la rectitud y
los buenos modales del cubano. No puede aceptarse identificar
vulgaridad con modernidad, ni chabacanería ni desfachatez con el
progreso; vivir en sociedad conlleva, en primer lugar, asumir normas
que preserven el respeto al derecho ajeno y la decencia. Por
supuesto, nada de esto entra en contradicción con la típica alegría
de los cubanos, que debemos preservar y de-sarrollar.
Me he limitado a hacer un recuento de los fenómenos negativos más
representativos, sin el ánimo de relacionarlos uno por uno, ya que
ello extendería innecesariamente estas palabras.
Con el concurso del Partido y los organismos del Gobierno, se
efectuó un primer levantamiento que arrojó 191 manifestaciones de
este tipo —conscientes estamos de que no son las únicas y de que hay
muchas más—, separadas en cuatro categorías diferentes: la
indisciplina social, las ilegalidades, las contravenciones y los
delitos recogidos en el Código Penal.
El combate contra esas nocivas conductas y hechos debe efectuarse
utilizando diversos métodos y vías. La pérdida de valores éticos y
el irrespeto a las buenas costumbres puede revertirse mediante la
acción concertada de todos los factores sociales, empezando por la
familia y la escuela desde las edades tempranas y la promoción de la
Cultura, vista en su concepto más abarcador y perdurable, que
conduzca a todos a la rectificación consciente de su comportamiento.
Este será, no obstante, un proceso complejo que tomará bastante
tiempo.
El delito, las ilegalidades y las contravenciones se enfrentan de
manera más sencilla: haciendo cumplir lo establecido en la ley y
para ello cualquier Estado, con independencia de la ideología,
cuenta con los instrumentos requeridos, ya sea mediante la
persuasión o, en última instancia, si resultase necesario, aplicando
medidas coercitivas.
Lo real es que se ha abusado de la nobleza de la Revolución, de
no acudir al uso de la fuerza de la ley, por justificado que fuera,
privilegiando el convencimiento y el trabajo político, lo cual
debemos reconocer que no siempre ha resultado suficiente.
Los órganos estatales y del gobierno, cada uno en lo que les
corresponde, entre ellos la Policía, la Contraloría General de la
República, la Fiscalía y los Tribunales deben contribuir a este
empeño, siendo los primeros en dar ejemplo de apego irrestricto a la
Ley; reforzando así su autoridad ante la sociedad y asegurando el
apoyo de la población, como ha quedado demostrado en el
enfrentamiento reciente a bochornosos casos de corrupción
administrativa, en los que se involucraron funcionarios de
organismos y empresas.
Es hora ya de que los colectivos obreros y campesinos, los
estudiantes, jóvenes, maestros y profesores, nuestros intelectuales
y artistas, periodistas, las entidades religiosas, las autoridades,
los dirigentes y funcionarios a cada nivel, en resumen, todas las
cubanas y cubanos dignos, que constituyen indudablemente la mayoría,
hagan suyo el deber de cumplir y hacer cumplir lo que está
establecido, tanto en las normas cívicas como en leyes,
disposiciones y reglamentos.
Cuando medito sobre estas lamentables manifestaciones, pienso que
a pesar de las innegables conquistas educacionales alcanzadas por la
Revolución y reconocidas en el mundo entero por los organismos
especializados de las Naciones Unidas, hemos retrocedido en cultura
y civismo ciudadanos. Tengo la amarga sensación de que somos una
sociedad cada vez más instruida, pero no necesariamente más culta.
En tal sentido, vale la pena recordar aquella frase que se ha
atribuido a distintos autores, entre ellos al filósofo y escritor
español Miguel de Unamuno, quien para resumir sus vivencias acerca
de las normas de convivencia de unos campesinos de Castilla expresó:
"¡Qué cultos son estos analfabetos!"
Nada es más ajeno a un revolucionario que la resignación, o lo
que es lo mismo, la rendición ante las dificultades. Por tanto, lo
que nos corresponde es levantar el ánimo y el espíritu de combate y
enfocarnos en la gigantesca y paciente tarea de revertir la
situación creada.
En mi criterio, el denominador común de todo este fenómeno ha
sido y es la falta de exigencia de los encargados de hacer cumplir
lo establecido, la ausencia de sistematicidad en el trabajo a los
diferentes niveles de dirección y el irrespeto, en primer lugar, por
las entidades estatales de la institucionalidad vigente, lo cual,
por otra parte, menoscaba su capacidad y autoridad para exigir a la
población que se atenga a las regulaciones existentes.
Por solo citar un ejemplo: ¿cuántas violaciones de las normativas
de Planificación Física han sido detectadas en el sector estatal a
lo largo y ancho del país, algunas de ellas denunciadas en la
prensa? Hay que reforzar, como ya lo estamos haciendo, el orden y la
disciplina en todos los organismos del gobierno.
Al propio tiempo, los dirigentes desde las instancias nacionales
hasta la base, deben abandonar la pasividad y la inercia en su
conducta; deben dejar de mirar al otro lado, cuando el problema está
aquí, para no verlo. Basta ya de tener miedo a buscarse problemas en
el cumplimiento de nuestros deberes, y asumir como propia una
mentalidad de orden, disciplina y exigencia, sin temor a buscarse
problemas por reclamar el cumplimiento de lo establecido.
El enfrentamiento a la indisciplina social no puede convertirse
en una campaña más, sino en un movimiento permanente cuya evolución
dependerá de la capacidad de movilizar a la población y a los
diferentes actores de cada comunidad, sin excluir a nadie, con rigor
e intencionalidad política.
Hagamos balance de las fuerzas con que cuenta la Revolución y
comprenderemos que son más que suficientes para alcanzar el éxito.
Las primeras acciones realizadas por el Partido, la Juventud y
las organizaciones de masas para fortalecer la prevención y el
enfrentamiento han evidenciado, en apenas cuatro meses, que a medida
en que las instituciones políticas, sociales y administrativas han
profundizado su actuación en esta esfera, la población ha
patentizado su respaldo y se suma denunciando y combatiendo hechos y
conductas violatorias de la legalidad.
Si queremos triunfar en esta tarea hay que incorporar al pueblo,
a cada ciudadano, no mediante arengas y consignas vacías en
encendidas reuniones, sino sembrando en cada uno la motivación por
ser mejores y llevando por delante el ejemplo personal.
Ese era el tema central de mis palabras, aprobadas por el Buró
Político en la mañana de ayer. Sobre este tema que acabo de concluir
se puede estar hablando varias horas, pero es suficiente lo que he
dicho, lo demás se debe publicar.
Como es natural esto se publicará en toda nuestra prensa. Yo les
sugiero a todos ustedes y a los que me escuchan, que se lo lean con
calma, y mediten individualmente, solo les pido que mediten
personalmente.
Pasando a otro tema, ayer nuestros diputados emitieron un
Llamamiento a todos los parlamentos del mundo y a las personalidades
comprometidas con la justicia para que reclamen a las autoridades de
Estados Unidos la liberación y el regreso inmediato de Gerardo,
Ramón, Antonio y Fernando, quienes el próximo 12 de septiembre
cumplirán 15 años de injusta prisión.
También aplaudimos las emotivas palabras del Héroe de la
República de Cuba, René González, quien ha venido a reforzar la
lucha por esta noble causa, que no se detendrá hasta que todos
retornen a la Patria.
Finalmente debo expresar que las recientes revelaciones del
ciudadano norteamericano Edward Snowden permitieron confirmar la
existencia de sistemas de espionaje global de Estados Unidos, que
violan la soberanía de las naciones, incluso, de sus aliados, y los
derechos humanos.
Cuba que ha sido históricamente uno de los países más agredidos y
también más espiados del planeta, ya conocía de la existencia de
estos sistemas de espionaje.
Lo nuevo e inusitado ha sido la manera en que se ha impuesto el
control mediático y la censura para desviar la atención de lo
fundamental, o sea, el enorme poder del gobierno norteamericano en
el control masivo de las tecnologías de la información y de los
medios de comunicación y centrarse, entonces, en la persecución
internacional del denunciante.
Aprovechándose de su poderío mediático internacional
—supranacional ya porque estos medios se van por encima de las
naciones— se concentran ahora en la persecución internacional del
joven denunciante de estas actividades.
Las amenazas de aplicar medidas económicas contra Ecuador y la
acción concertada de varios países europeos para impedir el
sobrevuelo o aterrizaje del Presidente Evo Morales, demuestran que
vivimos en un mundo en el que los poderosos se sienten en
condiciones de violentar el Derecho Internacional, vulnerar la
soberanía de los Estados y pisotear los derechos de los ciudadanos.
Ante esta filosofía de dominación, todos los países del Sur
estamos y continuaremos estando en peligro.
Apoyamos los legítimos reclamos y pronunciamientos de los
Presidentes de Venezuela, Ecuador, Argentina, Bolivia, Nicaragua,
Brasil, Uruguay y de otros líderes latinoamericanos y caribeños.
Llamamos a la movilización de la opinión pública internacional, a
la enérgica denuncia y firme condena de las amenazas contra Ecuador
y del atropello contra el Presidente de Bolivia, contra toda Nuestra
América.
Respaldamos el derecho soberano de la República Bolivariana de
Venezuela y de todos los Estados de la región de conceder asilo a
los perseguidos por sus ideales o luchas por los derechos
democráticos, según nuestra tradición.
No aceptamos dobles raseros, interferencias ni presiones de
ningún tipo. Como ha señalado el Presidente Nicolás Maduro, no se
puede dar refugio y negar la extradición a Venezuela de un
terrorista internacional como Posada Carriles, autor, entre otros
crímenes, de la voladura en pleno vuelo de un avión de Cubana de
Aviación con 73 seres humanos, y al mismo tiempo pretender que esta
hermana nación no ejerza su derecho legítimo.
Hoy estamos a 7 de julio, nos separan pocos días para conmemorar
el 60 aniversario del asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel
de Céspedes. Enfrentemos los nuevos retos con la misma decisión e
inconmovible fe en la victoria que siempre nos ha inculcado el Jefe
de la Revolución Cubana, Fidel Castro Ruz.
Muchas gracias (Aplausos).
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