Acusada de inmovilismo, oficialista, lejana de la realidad del cubano, la prensa nacional vuelve al colimador de muchos en la víspera del congreso de la organización que agrupa a los profesionales del sector, la Unión de Periodistas de Cuba.
Lo que debiera ser momento de recuento
de los últimos años de trabajo y concertación de futuro, está siendo
utilizado para abrir fuego –sin misericordia– contra los medios de
comunicación masiva y sus hacedores.
No pretendo tapar el sol con un dedo.
Mucho se ha hablado de las problemáticas de los medios de comunicación
masiva y de las articulaciones de este con “el poder”, pero no me enfoco
ahora a allí. Me voy en esta ocasión al comentario que pulula: hueco,
sin argumentos, tecnicista, pesimista en extremo, que habla del
apocalipsis y propone poco.
He rastreado en la web algunas palabras
en la búsqueda de una oración. “Estás buscando un Kamikaze”, se sonríe
alguien al enterarse en qué ando. Por ejemplo, una y otra vez criticamos
a Granma, el órgano del Comité Central del Partido, pero jamás aparece
en esos artículos una propuesta o al menos el enlace de un buen material
escrito –a manera de sugerencia– para que sea publicado y ese diario
“mejore” sus contenidos. La oración que busco en los “analistas
profundos” es sencilla: “Quiero transformar el Granma de todo el
pueblo”. Y acto seguido la propuesta nada mágica o burócrata y que muy
bien vendría:
“Lista de los ‘kamikazes’ que se proponen de voluntarios para llenar las redacciones del Yate.
1.-Perenzejo Pérez.
2.-
3.-
4.-
Y si la distancia o los compromisos
fueran muchos, al menos saber que un ejército de gente quiere contribuir
a cambiar el reflejo de nuestra Cuba en el periódico de mayor
circulación del país.
Me quito el sombrero todos los días
ante los que “hacen”: periodistas, fotorreporteros, camarógrafos,
personal de apoyo y directivos, que en las condiciones de una sociedad
compleja que se ha transformado en los últimos años por la tozudez de un
gobierno, el estadounidense, con su bloqueo a una Isla que no renuncia a
crear aquí el Socialismo que nadie ha alcanzado en plenitud.
Fui de los niños que han vivido las
bondades de la salud y la educación, pero también las penurias de
nuestro proyecto socialista, que subsistió al periodo especial gracias a
los mil inventos de la familia; de los que miraba las pizzas con
resquemor ante la posibilidad de un queso- condón derretido, los de las
piernas medio arqueadas de tanto pedal en bicicleta, y que también vio
menguar las páginas del diario que llegaba a casa o sus hojas asemejarse
más a un papiro antiguo que al diario de la mañana, pero ese fue el
periódico, el noticiero de la televisión y la radio a la que muchos se
aferraron con la esperanza de que saldríamos adelante y aquí estamos.
Es cierto, tenemos mucho que
transformar, pero hablo de “tenemos” y me pregunto, ¿dónde están las
otras manos? Mientras, anhelo que mi nombre –lo pongo como el primero en
esa lista de los “kamikazes”– no sea el único entre los que están
dispuestos, mañana mismo, a revolucionar todo en los medios de
comunicación masiva en cualquier lugar de Cuba. Y si la cosa es de
navegar, pues en el yate, cuál mejor que ese que trajo la sonrisa a este
país.
Llega el 9no Congreso de la UPEC y no
soy de los que les gusta hablar y punto, sino comprometerse, trabajar,
proponer… Esa última cualidad que aprendí en Juventud Rebelde: Soñar,
proponer e investigar. Ahí está el meollo del asunto.
Mediaciones más, autorregulaciones
menos, o si lo preferimos –para no andar de refinado y por las ramas–
censuras o autocensuras, dejemos lo fútil y vanidoso de pretender una
prensa químicamente pura –ya lo dijo Nicolás Guillén que no existe nada
puro– y asumamos el reto de lidiar con lo que hoy nos lastra.
Lo más importante es enfrentar junto al
pueblo lo corrupto de la sociedad –caiga quien caiga– y comencemos a
hacer periodismo con el corazón bien en la izquierda, la sangre roja y
los oídos en la tierra.
Hace algunos días escuchaba al
presidente Raúl referirse a todo cuanto lastra la sociedad. Me
cuestiono, ¿acaso la prensa que hacemos no es el reflejo de la sociedad
que tenemos? Se puede debatir mucho en torno a eso.
No son pocas las regulaciones jurídicas
que existen para el trabajo de la prensa, desde la propia Constitución
hasta las reiteradas indicaciones partidistas. ¿Son suficientes? Quizás
no, pero sí aisladas. ¿Qué ha pasado con esas normas? Algunos entes
comprometidos con hacerlas cumplir, las ignoran olímpicamente. ¿No
sucede lo mismo en una parte de la sociedad?
Una Ley de Prensa estoy seguro llegará,
pero ahora mismo creo que no es lo fundamental. Fenómenos mil veces
dichos siguen frenando la prensa que el pueblo está pidiendo y no es
precisamente por la falta de una regulación jurídica, sino de cabezas
duras –y también a veces huecas– que desde la comodidad de su aire
acondicionado empapelan el mundo y no tienen los oídos cerca de los
inquietos. La palabra de orden es SERVIR al pueblo. ¿Se olvidó ese
concepto?
Urge que el país entero gane en
cultura de comunicación, no solo la prensa, sino dentro de las propias
instituciones, el gobierno, el Estado. En la medida que todos los
actores –no son pocos– sientan la necesidad de COMUNICAR algo, la
sociedad se irá transformando y la prensa –en su concepto más amplio:
escrita, radial, televisiva o los digitales– logrará parecerse más a su
gente que a la utopía individual de país.
Hace apenas unos días vi como un
trabajo escrito por una bloguera –entiéndase los que escriben en una
plataforma digital con una política editorial y visión muy personal–
migraba de su plataforma a las páginas impresas de Granma. Según me
contaron, los teléfonos no dejaron de sonar en todo el día pidiendo
conocer a la muchacha valiente y a los que se unieron para defender sus
derechos ante un conductor indolente.
No es solo una campanada, llegó el
momento de la verdadera y decisiva transformación de nuestros medios de
comunicación masiva. Tengo fe en ello; viene caminando. Contrario a lo
que algunos piensan la prensa se está moviendo y no es solo cuestión de
congresos.
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