Comparto esta excelente valoración del colega José Armando Fernández Salazar, publicada en el sitio Ecotunero, sobre el papel de los medios en la polémica que propició la decisión de relevar a Ángel Sosa como DT de Los Leñadores de Las Tunas.
La destitución reciente del mentor del equipo de béisbol de Las Tunas, Ángel Sosa,
cierra un capítulo polémico en el devenir del pasatiempo nacional en
esta oriental provincia. Ha sido una temporada en la que la novena local
acaparó titulares en los medios y no precisamente por su desempeño
deportivo, sino por las tribulaciones humanas y éticas que la han
rodeado desde la mismísima conformación del equipo, cuando quedó
excluida una de sus principales estrellas, Joan Carlos Pedroso, uno de
los pocos bateadores cubanos con más de 300 jonrones en Series
Nacionales.
En el último choque de Las Tunas en la actual temporada,
contra Industriales, equipo de La Habana, a la altura del sexto ining y
cuando el juego se encontraba empatado, sorpresivamente la dirección de
los Leñadores optó por sustituir a todos los titulares por novatos y
jugadores de cambio, lo que desembocó en una apabullante victoria de la
nave Azul.
El colofón de esta historia tiene como protagonistas además a los
medios de prensa. Quizás si las decisiones de Sosa hubieran tenido por
escenario un modesto estadio de provincia y no se hubieran trasmitido
por la radio y la televisión nacionales, otro gallo cantaría. Sin
embargo el debate y las opiniones de los comentaristas y las reacciones
que esto provocó en el público motivaron la investigación de los hechos y
posteriormente la destitución del directivo deportivo.
Como han reconocido colegas y fanáticos, valorar si la actitud de
Sosa responde a un acto de mala fe o a incompetencia depende de la lupa
con que se mire. Otras figuras del béisbol nacional han cometido
indisciplinas peores con menos repercusión. El propio mentor tunero, en
declaraciones a la prensa, arremetió contra la irresponsabilidad de los
comentaristas de los medios nacionales, quienes se aventuraron a crear
un estado de opinión sin conocer las razones de este proceder.
Mucha tinta corrió después de los sucesos narrados hasta aquí, y
nadie dude de que aparecerán nuevos argumentos para el debate, que por
fortuna ha traído un aire fresco para la agenda de los medios de
comunicación locales. La radio, los sitios digitales y el periódico
siguieron desde un primer momento el hecho y, contrario a lo que
hicieron los comentaristas de la televisión y la radiodifusión nacional,
investigaron con los afectados para luego asumir una posición.
¿Propició la cobertura del juego de pelota la destitución del
director Sosa? Quizás haya precipitado los acontecimientos. Más allá de
evaluar si los profesionales de la comunicación implicados en estos
hechos actuaron con la competencia y la ética requerida, el suceso debe
ser una alerta para todos los colegas que asumimos la opinión como parte
cotidiana de nuestro desempeño laboral. El criterio, sin renunciar a su
carácter subjetivo y personal, debe estar avalado por el examen
exhaustivo del fenómeno, y no por suposiciones, que, aún cuando
finalmente se correspondan con la verdad, pueden empedrar un camino de
buenas intenciones.
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