lunes, 20 de enero de 2014

Deporte y poder mediático

Comparto esta excelente valoración del colega José Armando Fernández Salazar, publicada en el sitio Ecotunero, sobre el papel de los medios en la polémica que propició la decisión de relevar a Ángel Sosa como DT de Los Leñadores de Las Tunas.

La destitución reciente del mentor del equipo de béisbol de Las Tunas, Ángel Sosa, cierra un capítulo polémico en el devenir del pasatiempo nacional en esta oriental provincia. Ha sido una temporada en la que la novena local acaparó titulares en los medios y no precisamente por su desempeño deportivo, sino por las tribulaciones humanas y éticas que la han rodeado desde la mismísima conformación del equipo, cuando quedó excluida una de sus principales estrellas, Joan Carlos Pedroso, uno de los pocos bateadores cubanos con más de 300 jonrones en Series Nacionales.


En el último choque de Las Tunas en la actual temporada, contra Industriales, equipo de La Habana, a la altura del sexto ining y cuando el juego se encontraba empatado, sorpresivamente la dirección de los Leñadores optó por sustituir a todos los titulares por novatos y jugadores de cambio, lo que desembocó en una apabullante victoria de la nave Azul.

El colofón de esta historia tiene como protagonistas además a los medios de prensa. Quizás si las decisiones de Sosa hubieran tenido por escenario un modesto estadio de provincia y no se hubieran trasmitido por la radio y la televisión nacionales, otro gallo cantaría. Sin embargo el debate y las opiniones de los comentaristas y las reacciones que esto provocó en el público motivaron la investigación de los hechos y posteriormente la destitución del directivo deportivo.

Como han reconocido colegas y fanáticos, valorar si la actitud de Sosa responde a un acto de mala fe o a incompetencia depende de la lupa con que se mire. Otras figuras del béisbol nacional han cometido indisciplinas peores con menos repercusión. El propio mentor tunero, en declaraciones a la prensa, arremetió contra la irresponsabilidad de los comentaristas de los medios nacionales, quienes se aventuraron a crear un estado de opinión sin conocer las razones de este proceder.

Mucha tinta corrió después de los sucesos narrados hasta aquí, y nadie dude de que aparecerán nuevos argumentos para el debate, que por fortuna ha traído un aire fresco para la agenda de los medios de comunicación locales. La radio, los sitios digitales y el periódico siguieron desde un primer momento el hecho y, contrario a lo que hicieron los comentaristas de la televisión y la radiodifusión nacional, investigaron con los afectados para luego asumir una posición.

¿Propició la cobertura del juego de pelota la destitución del director Sosa? Quizás haya precipitado los acontecimientos. Más allá de evaluar si los profesionales de la comunicación implicados en estos hechos actuaron con la competencia y la ética requerida, el suceso debe ser una alerta para todos los colegas que asumimos la opinión como parte cotidiana de nuestro desempeño laboral. El criterio, sin renunciar a su carácter subjetivo y personal, debe estar avalado por el examen exhaustivo del fenómeno, y no por suposiciones, que, aún cuando finalmente se correspondan con la verdad, pueden empedrar un camino de buenas intenciones.

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