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en Seminario Internacional Medios y democracia en las Américas. Foto: Celeiro de Memoria |
Intervención en el Seminario Internacional Medios y Democracia en las Américas. Sao Paulo, Brasil, 18 al 20 de septiembre de 2015.
La tarde del 18 de septiembre de 2015 los Presidentes Barack
Obama y Raúl Castro conversaban telefónicamente sobre las relaciones entre Cuba
y Estados Unidos por segunda vez. Esa misma tarde cerraba la convocatoria que
el propio gobierno estadounidense había hecho,a través de su Oficina de
Transmisiones hacia Cuba (OCB por sus siglas en inglés), de guiones de
televisión para“parodiar las figuras públicas, políticos, funcionarios de
gobierno, artistas, así como miembros reconocidos de grupos de la sociedad civil
cubana que estén activos en la esfera política y civil ysean ampliamente
conocidos en toda la isla.”
La OCB recibe al año del gobierno estadounidense 30 millones
de dólares para producir y enviar hacia Cuba propaganda sobre la Isla.
Sumados los 20 millones que el
Departamento de Estado gestiona para “Programas de apoyo a la Democracia en
Cuba” y que el próximo año deben ser 30, según está solicitando el Congreso,
una parte significativa de los cuales se dedica a contratar personas dentro de
la Isla para los mismos objetivos que la OCB, esos fondos ascienderán a 60 millones de dólares.
Si tomamos como valor de la moneda cubana los 25 pesos por
dólar con que los medios de comunicación internacionales valoran la calidad de
vida de los trabajadores cubanos, entonces los 50 millones de dólares actuales
destinados por EE.UU. a su prensa de Estado hacia Cuba cómodamente triplican el
presupuesto de toda la prensa de propiedad estatal existente en la Isla.
Con el actual proceso hacia la normalización de relaciones
entre ambos países esa proporción no tiende a disminuir sino a incrementarse,
aunque enmascarando mejor su rutas a través terceros países, fundaciones,
medios de comunicación o instituciones docentes y que como me explicó el
investigador estadounidense TraceyEaton en una entrevista tiene en Internet un
espacio “muy importante”. Un periodismo de estado pagado y organizado por
gobiernos que, como ha denunciado Glenn Greenwald, a raíz del destape del
escándalo ZunZuneo, “amenazan la integridad de la propia Internet, utilizada
como espacio para la propaganda difundida por Estados que disfrazan su voz en
línea, y la presentan como libre expresión y organización”.
El periodista estadounidense John Lee Anderson coincide con
Eaton en que EE.UU. ve la nueva política como “una oportunidad de poder influir
el destino de Cuba”:
“Yo no soy oráculo ni sé lo que piensa Barack Obama, pero lo
que se puede deducir es que desde la óptica de Washington, sienten que con este
acercamiento el efecto norteamericano será arrollador para Cuba. El reto
realmente es para Cuba, no para Estados Unidos, de cómo Cuba valora su
integridad cultural”
El Departamento de Estado de Estados Unidos anunció el 24 de
diciembre de 2014 -exactamente una semana después de los acuerdos del 17D entre
los gobiernos de Cuba y EE.UU.- que estaba buscando organizaciones
estadounidenses o basadas en el extranjero para asignarles hasta $ 11 millones
en subvenciones que van desde $ 500.000 a $ 2 millones cada una, declarando que
daría prioridad a las propuestas que “hagan hincapié en el papel de los
interlocutores cubanos en el desarrollo y el logro de los objetivos
programáticos.”
Ya se han comenzado a ver los efectos de esa tercerización
con la ejecución repetitiva de un algoritmo. Ya que por la convención de Viena,
la embajada estadounidense en La Habana no puede ser el estado mayor de la
contrarrevolución que ha sido, ahora se saca de Cuba a las personas elegidas,
se les da “entrenamiento”, se les asigna
un financiamiento no proveniente directamente del gobierno de EE.UU., se
declara transparencia en el origen y uso del dinero y se proclama preocupación
por asuntos ciudadanos como el derecho a la información y problemas de la
comunidad insuficientemente atendidos por instituciones gubernamentales,
organizaciones de masas y la prensa cubana.
Honduras, México, Colombia y otras naciones latinoamericanas
son escenario frecuente de secuestro, asesinatos y violencia contra
periodistas, pero no son esos países sino Cuba -donde no se conocen este tipo
de hechos- la destinataria de esta “ayuda” que crece de mes en mes.
Ignorando que en las legislaciones de sus benefactores es
delito hacer lo que hacen, sus beneficiarios cubanos declaran sentirse
legitimados por las conversaciones entre los gobiernos de Cuba y Estados Unidos
o la Unión Europea.
Horadando el campo simbólico, para ese tipo de proyectos es
moda invertir causas y efectos al recorrer lo sucedido en los últimos cincuenta
y cinco años en Cuba. Un texto que he leído recientemente dice sobre el origen
violento de la contrarrevolución cubana:
“…la nueva oposición política siguió el modo tradicional que
se impuso, de manera progresiva e intensa, sobre todo durante la segunda mitad
de la década de 1950: la desestabilización, las bombas y la guerra desde las
montañas. Sin embargo, agregó el acople de su gestión al desempeño de
mecanismos de poder en Estados Unidos, en muchísimos casos a la CIA. “
¿La culpa del terrorismo contrarrevolucionario sería de la
Revolución que para enfrentar la tortura, el asesinato y las atrocidades de la
dictadura batistiana “impuso, de manera progresiva e intensa, sobre todo
durante la segunda mitad de la década de 1950: la desestabilización, las bombas
y la guerra desde las montañas”?¿Cuántos civiles inocentes asesinó el “modo”
revolucionario a diferencia de las miles de vidas que costó a Cuba el
terrorismo practicado desde EE.UU.?¿Fue la contrarrevolución la que entonces
“agregó el acople de su gestión a al
desempeño de mecanismos de poder en Estados Unidos”, o como ha escrito el
historiador Esteban Morales, esta nunca ha existido en Cuba sino como
dependencia norteamericana desde que gracias a Washington llegó al poder en la
Isla en 1898 para luego ser derrocada en su último eslabón por la Revolución
triunfante en 1959?
Morales dice que “Obama
divide el bloqueo en dos, para utilizarlo como un instrumento para lo que lo
que ha llamado “empoderar” a los sectores que le acompañarían en su viaje de
subvertir el régimen cubano; al mismo tiempo que limita lo más posible las
capacidades del liderazgo político cubano para frustrar el interés de la
inmensa mayoría de la nación cubana de avanzar hacia el socialismo” pero otros
elogian en Obama el bizarro “empeño por desmontar los mecanismos de hostilidad
y subversión contra nuestro país”.
Al margen de las leyes y las instituciones cubanas, que aún
no se han adaptado al nuevo contexto, comienzan a surgir medios privados
apoyados en la nueva realidad que las modificaciones al bloqueo anunciadas por
el gobierno norteamericano -todo para el sector privado, nada para proyectos
públicos aún cuando sea un equipo para curar el cáncer- buscan convertir en
hegemónicos. Mirando hacia América Latina, donde en palabras del periodista
mexicano Pedro Miguel ya no predominan medios
progubernamentales sino gobiernos
promediáticos, vemos convertirse a la prensa privada en Partidos Políticos al
servicio de las oligarquías y la contrarreforma promovida por Washington, no
hay que ser muy ducho para prever su rol en Cuba.
Una prensa revolucionaria que no cubre adecuadamente las
necesidades de la sociedad cubana les abre la brecha. El hecho de que poco
después de 1959 los propietarios de medios de comunicación en la Isla
abandonaran el país y pusieran en manos de Washington la tarea de
recuperárselos colocó en manos de la Revolución la propiedad de los principales
medios que evolucionaron -en un virtual
estado de guerra- hacia un modelo de prensa que –ya con una huella importante
de cuño soviético- atravesó la crisis sobrevenida en los años noventa del
pasado siglo, acomodado a la existencia de un comunicador excepcional como
Fidel Castro. Las declaraciones de altos funcionarios estadounidenses -en el
sentido de que modifican su política pero mantienen sus objetivos- cambian el escenario sin concluir la
confrontación.
Si para Klausewitz la guerra es la continuación de la
política por otros medios para EE.UU. la nueva política hacia Cuba es la
continuación de la guerra por otros medios. Pero otra vez lo que será decisivo
es la estrategia cubana.
Hay concenso en que la comunicación en Cuba necesita una
profunda transformación para que se cumpla el derecho de los ciudadanos a la
información proclamado en la Constitución y se puedan aprovechar al máximo las
ventajas de la propiedad social sobre los medios que esta reconoce, la prensa
opere como un instrumento de control popular y las Tecnologías de la
Información y las
Comunicaciones contribuyan a la participación democrática y
equitativa en una sociedad donde los altos niveles de instrucción elevan la capacidad crítica de manera
excepcional. El más reciente Congreso de la Unión de Periodistas de Cuba se
pronunció por una transformación de fondo en ese sentido y hay señales de que
se buscan importantes cambios estructurales y de funcionamiento que preserven
la propiedad social y pública sobre la prensa.
La más amplia democratización -que no es entregar al mercado
la gestión de un derecho humano fundamental- es el único camino posible. Para
satisfacer al pueblo cubano, no para que nos perdone ni comprenda una
maquinaria que jamás lo hará y no va a renunciar a encontrar “sujetos” -que
como esperaba la CIA de su Guerra Fría cultural que relata Stonor
Saunders- se muevan “en la dirección que
uno quiere por razones que piensa son propias”. Mientras en Cuba hubo muy poco
Internet y los blogueros eran un puñado, los grandes medios de comunicación no
dejaron de cumplir su tarea de convertir las fabricaciones de EE.UU. en
estrellas mediáticas, ahora que los blogueros cubanos son miles y cuentan con
plataformas nacionales que facilitan su actividad, los ignoran y en vez de
blogs financian una “prensa ciudadana”
que es en realidad una sumatoria de negocios privados.
No creemos en un modelo de prensa tan “plural y democrático”
que es unánime en condenar la Revolución cubana y en el que el único debate
posible alrededor de Cuba es cómo llevarnos hacia el capitalismo, por la fuerza
o por la seducción, pero no se reconoce el derecho de los cubanos a una
sociedad alternativa al sistema, que según el Papa Francisco:
“arruina la sociedad, condena al hombre, lo convierte en
esclavo, destruye la fraternidad interhumana, enfrenta pueblo contra pueblo y,
como vemos, incluso pone en riesgo esta nuestra casa común.”
La victoria cubana sobre la política de Washington, obligado
por las resistencia de la Revolución y la solidaridad internacional a hacer de
la necesidad virtud, implica también la profundización de los desafíos para la
comunicación y el mundo simbólico con que esta ha llegado hasta hoy.
En ese contexto la frase de Luis Britto García en El imperio
contracultural se ha invertido. Es la hora de los símbolos, porque
-parafraseando al escritor venezolano- los símbolos empezan a llover cuando han
fallado las bombas… la guerra real tiene estancamientos y armisticios: la de la
cultura no.
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