Estas vivencias no son de un libro, son extraídas de las
raíces del campo, del hombre que doblaba el lomo de sol a sol y solo sentía el
calor abrasador, y no fue entonces hasta que llegó el Comandante que vio la luz
de ese sol.
Ellas no las dijo mi guajiro padre como para darme
instrucciones básicas de buena cubana o
buena revolucionaria, son contadas con el corazón y la mano al lado izquierdo
del pecho.
Nunca un padre le mentiría a una hija, mucho menos quien me
sembró los valores y las convicciones a las que NUNCAAA renunciaría.
Cuando las rememoro, así como las cuento llegan a mi mente
frases como: “Nacer en Cuba no es una
suerte, sino un privilegio”.
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