Reblogueado desde La pupila insomne
Beatriz Pagés.- Ya me
ha dicho usted de alguna manera, que la unidad de Cuba es necesaria frente al
imperialismo norteamericano; sin embargo, quizás para ampliar un poco el
aspecto de la democracia, quisiera preguntarle si considera que la constante
agresión de Estados Unidos sobre Cuba ha impedido que el proceso de
democratización en la isla sea más acelerado y más profundo. No sé si de alguna manera...
Fidel Castro.- Creo
que no debo aceptar la premisa de que el proceso podría ser más acelerado o que
el proceso sería más profundo.
Creo que la Revolución constituyó un proceso acelerado de
democratización por sí misma frente a lo que existía en nuestro país y fue un
proceso muy profundo, de modo tal que nosotros no consideramos que estamos
entre las perspectivas de algo acelerado que esté impidiendo Estados Unidos;
más bien diría que Estados Unidos no pudo impedir ese proceso acelerado y
profundo que significó la Revolución.
Estados Unidos puede influir en las formas mediante las
cuales nosotros llevamos a cabo nuestro proceso democrático, puede influir en
las formas —es decir, cobra vital importancia en esta lucha la unidad—, eso
está determinado por un factor externo en un grado más alto de lo que tendría
si nosotros no tuviéramos esas amenazas, entonces tu podrías decir: “Señores, esto no es vital.
¿Quieren examinar otras formas de
organización? Bueno, podíamos crear
otras formas de organización.” Pero hay
una premisa de la que tú partes: esta
arma, este instrumento, en este momento histórico, en esta coyuntura que no se
sabe lo que puede durar, es un arma a la que no puede renunciarse. Ese es un principio. En ese sentido influye, pero no creo que otro
proceso tenga que ser, necesariamente, más democrático o más profundo.
Realmente veo el espectáculo de lo que ocurre en algunos
países que tienen 100 partidos, 120. No
creo que se puede idealizar eso como forma de gobierno, no se puede idealizar
eso como democracia, esa es la locura; esa es una manifestación de enajenación. Cada vez que aparece un caudillito y cada vez
que aparece un demagogo cualquiera, organiza un partido y tienen 100
partidos. Yo quiero que tú me digas si
un país del Tercer Mundo se puede hoy organizar y desarrollar con 100 partidos,
si eso conduce a alguna fórmula saludable.
Si vamos a analizar la historia de América Latina, las
pautas que trazó Bolívar no fueron esas.
Bolívar tenía un pensamiento como el martiano; tenía mucha conciencia de
los atrasos políticos de nuestras sociedades, de la ignorancia de nuestras sociedades,
que vivieron bajo siglos de colonialismo y de muchos factores que impedían el
desarrollo. Bolívar no solo fue
partidario de la unidad entre las naciones latinoamericanas, fue partidario de
un nivel de centralismo alto como requisito para llevar a cabo la guerra de
independencia, la integración y el desarrollo de Latinoamérica. Nunca habló de partidos, más bien se quejaba
de las facciones que existían y estorbaban el proceso de la lucha de
independencia, y de las facciones que estorbaban el desarrollo y la integración
de América Latina; eso estaba en el pensamiento bolivariano, incluso en
determinadas instituciones. Él hizo una
constitución para Bolivia, cuando Sucre estaba de presidente en ese país,
introdujo en ella una serie de ideas. Él
era republicano por encima de todo, rechazó sugerencias monárquicas y
proposiciones de ese tipo; fue muy firme en eso, de una firmeza conmovedora,
impresionante y sabia.
San Martín tenía la idea de una monarquía en Suramérica que
incluyera a Perú, Chile, Argentina. No
creía ni siquiera que la forma republicana fuera adecuada, de tal forma
desconfiaba de las realidades del hemisferio.
Estoy seguro que Martí, Bolívar, Juárez, y otros se
quedarían horrorizados con el espectáculo que hoy se observa en muchos de
nuestros países latinoamericanos, la desorganización, la división, el caos.
Bolívar era contrario a copiar las instituciones europeas, y
era contrario a copiar las instituciones de Estados Unidos, como forma de
gobierno; se correspondían a otra mentalidad, a otra idiosincrasia, a otras
sociedades, a otra época. Y muchos de
nuestros más ilustres pensadores criticaron la forma en que aquí quisieron
copiar y transferir, hacer ese trasplante de instituciones políticas que no se
ajustaban a nuestras realidades. ¿Qué
han resuelto? ¿Qué ha resuelto América
Latina? Cuando se van a cumplir casi 200
años del inicio de las luchas de independencia en América Latina, cuando faltan
solo 20 años para llegar al bicentenario de la proclamación de la primera
independencia en Venezuela, en 1811, con aquellos sueños bolivarianos de unidad
y de integración, ¿qué ha quedado de todo aquello, qué tenemos hoy? ¿Qué somos al lado de las grandes
comunidades: Japón, Europa, Estados
Unidos? ¿Qué somos los latinoamericanos,
qué porvenir nos espera?
Que se lea la historia. Creo que hay que estudiar un poco más de
historia de América Latina para saber si aquellos injertos triunfaron, y si
copiando modelos nosotros íbamos realmente a alcanzar el desarrollo.
Nos dividieron y nos mantuvieron divididos. Como continente nos mantuvieron balcanizados,
divididos en un montón de países pequeños y débiles; y como países, a cada uno
de nosotros nos mantuvieron divididos también, fomentaron toda forma de
división.
Usted ve que en América Latina no hay ni siquiera programa
de gobierno que dure más de cuatro o cinco años en ninguna parte, ni aun allí
donde el mismo partido sigue en el gobierno.
Sigue el mismo partido, pero cambió el líder y cambió el programa, cada
nuevo dirigente se consideró en el deber de hacer cosas diferentes a las que
hacía el anterior.
En algunos lugares como México, ese período es más largo, en
otro dura cinco años, en otro dura cuatro años.
Eso no ocurre ni en la Europa desarrollada y estable. En Inglaterra la Thatcher ha estado 11 años,
podía haber estado 15, 20 años. Felipe
lleva un número de años. Hay distintos
líderes políticos en esas circunstancias.
En Europa son un poco más racionales, porque promueven la posibilidad de
la continuidad de un programa o de una política; pero nosotros hemos venido a
copiar las peores experiencias.
Yo no sé en qué república de estas de Europa del este, donde
hubo no los cambios, sino la debacle, se organizaron 150 partidos, ¡doscientos
partidos! Si eso es progreso, entonces
la locura debe ser una de las formas más saludables de vida y una de las formas
más felices para el hombre, porque todo eso es una locura.
Muchas veces partimos de ciertas premisas, que no son ni
siquiera lógicas, aplicables a determinadas
condiciones.
Ahora, ¿qué ocurre?
La última pregunta que tú me hiciste.
Beatriz Pagés.- Si
consideraba usted que la constante agresión de Estados Unidos sobre Cuba, ha
detenido el proceso de democratización en la isla. Esa ya me la respondió.
Ahora yo quería preguntarle: si en un momento dado Fidel
Castro —fantaseemos un poco nada más— decide implantar la perestroika en Cuba,
¿en ese momento terminaría la agresión de Estados Unidos hacia la isla?
Fidel Castro.- En
primer lugar, Fidel Castro no podría implantar la perestroika en Cuba, porque
Fidel Castro unipersonalmente no puede tomar una decisión estratégica de esa
trascendencia.
En segundo lugar, si tú me pides mi opinión personal,
nosotros no tenemos por qué venir y copiar lo que hicieron en la Unión Soviética,
somos dos países distintos, dos mentalidades distintas, dos idiosincrasias
distintas. Respeto mucho a los
soviéticos y les tengo cariño, pero aquel es un Estado multinacional y nosotros
no somos un Estado multinacional. En
aquel país tuvieron lugar fenómenos históricos que aquí no se han dado. El fenómeno del stalinismo no se dio aquí; no
se conoció nunca en nuestro país un fenómeno de esa naturaleza de abuso de
poder, de autoridad, de culto a la personalidad, de estatuas, etcétera; eso no
se ha conocido aquí. Nosotros no tenemos
por qué rectificar en Cuba errores que se cometieron en otras partes. Aquí no hubo colectivización forzosa de la
tierra, ese fenómeno nunca se dio en nuestro país, nosotros no tenemos por qué
rectificar fenómenos que no existieron.
En nuestro país se hicieron las cosas de una manera, a
nuestra manera. Cometimos nuestros
errores, pero nosotros no tenemos por qué y es de género tonto que vengamos a
rectificar errores históricos cometidos en la Unión Soviética, son dos historias
diferentes.
Ya habíamos cometido algunos errores en copiar, y ya
teníamos suficiente conciencia de que mientras menos se copie, mejor. Yo, personalmente, no he sido jamás copista,
mi carácter es alérgico a la copia, pero sí se desarrollaron tendencias copistas
en nuestro país, tendencias a copiar de otros países socialistas, porque esos
son fenómenos que se dan en las revoluciones:
Bueno, tal país hizo la primera revolución, tiene más experiencia, más
cosas.
Nosotros hemos tenido que rectificar copias que hicimos de
manera incorrecta en algunas cosas —me refiero a copias de tipo institucional,
¿no?, acerca del método en que se hace la planificación, acerca del Sistema de
Dirección y Planificación de la Economía, algunas de esas cosas—; pero
nosotros, en mi criterio, no teníamos por qué hacer aquí un tipo de reformas,
un tipo de cambio o un tipo de rectificaciones que no se ajustaran a nuestras
realidades. Nosotros, antes de que se
hablara de perestroika, habíamos hablado de rectificación de errores y tendencias
negativas cometidos en distintos aspectos, sobre todo en el plano económico,
pero también de errores y tendencias negativas, que veníamos combatiendo por
nuestra cuenta. Ese es nuestro proceso,
que no tiene nada que ver con aquel proceso.
Desde luego, si nosotros hacemos lo que han hecho en la
Unión Soviética los yankis estarían felices, porque, de hecho, los soviéticos
prácticamente se han autodestruido. Si
nosotros nos autodestruimos, los yankis estarían felices; si nosotros nos
dividimos en 10 fracciones y empieza aquí una pugna por el poder tremenda,
entonces los yankis se sentirían las gentes más felices del mundo y
dirían: Ya nos vamos a liberar de la
Revolución Cubana. Pero nosotros no nos
vamos a autodestruir, eso debe quedar muy claro. Si nosotros nos dedicamos a hacer reformas de
ese tipo que no tienen nada que ver con las condiciones de Cuba, nos estaríamos
autodestruyendo.
La historia tendrá que decir la última palabra, porque ahora
muchos estamos sufriendo las consecuencias de lo que ocurre hoy en la Unión
Soviética, esa es una cosa muy clara. En
respuesta concreta a tu pregunta, si nosotros iniciamos un proceso de
autodestrucción, si nos ponemos a realizar reformas que no tienen nada que ver
con nuestra historia y con nuestros errores, los yankis serían felices.
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