miércoles, 26 de julio de 2017

El eterno asaltante



Por Leidys María Labrador Herrera - Tomado de Periódico26.cu -

A nadie le quedan dudas de la heroicidad y la entrega que movieron los hechos de aquella mañana de la Santa Ana. Han pasado 64 años, pero sigue siendo imposible escuchar, sin conmoverse, los relatos de aquel instante definitivo en la historia de Cuba, de aquel despertar de los nobles principios de nuestra nacionalidad, de ansias libertarias heredadas a través del tiempo. ¿Acaso puede negarse que Martí, Céspedes, Maceo, Agramonte y otros tantos independentistas, fueron también absueltos por la historia en aquel alegato sin precedentes del 16 de octubre de 1953?

Aquella sería quizá la primera vez en que con tanta claridad y fuerza moral Fidel se refiriera a los sucesos del 26 de Julio, a las más sinceras motivaciones que movieron semejante acto de rebeldía. El curso de los años, los hechos desencadenados por el asalto, y su ascenso indiscutible al liderazgo de la Revolución, le harían volver en incontables ocasiones a aquel día memorable en que fue rescatado el Apóstol, en que la derrota de las armas representó, paradójicamente, la necesaria victoria ideológica.
Como ninguno en la historia precedente, aquel hecho fue capaz de marcar a toda una generación. Sin imaginarlo, trazaron el camino que debía seguir la lucha. Tal vez no estuvieran conscientes de ello, pero sentaron con su actitud altruista, las sólidas bases en las que descansaría luego toda la estrategia revolucionaria. En el séptimo aniversario de la epopeya, el propio Comandante en Jefe reflexionaba al respecto:
«Y así, aquel 26 de Julio fue para nosotros un minuto, en que cuando parecía culminar una lucha, cuando parecía culminar un esfuerzo para iniciar la batalla por la liberación de nuestro pueblo, no era el fin, sino el comienzo».
Mucho camino quedaba por andar y bien lo supo aquel grupo de jóvenes, y quienes después, movidos por las convicciones que renacieron entonces, se integraron a la lucha. Pero el Primero de Enero de 1959 implicaba un reto aún mayor, convertir en hechos los ideales defendidos hasta entonces, hacer una Revolución de este lado del mundo.
«Si nosotros nos hubiésemos dejado llevar por los esquemas, no estaríamos reunidos hoy aquí, no habría habido un 26 de Julio, no habría habido una revolución socialista en este hemisferio, todavía no habría habido tal vez ninguna. Si nosotros nos hubiésemos dejado llevar por esquemas, la teoría decía que no podía hacerse una revolución aquí; es lo que decía la teoría, es lo que decían los libros, es lo que decían los manuales».
Así de certeras fueron las palabras de Fidel 35 años después del Moncada. La obra social que se edificó en Cuba, demostró cuán poderosa es la voluntad de los pueblos, y cuán irrefutable es una victoria cuando son las masas quienes la protagonizan.
«La gran lección del 26 de julio es la importancia de las masas en la lucha, la importancia del pueblo en la lucha revolucionaria, y el valor de la constancia y la perseverancia en el esfuerzo. ¡No desalentarse ante ningún revés, ante ninguna dificultad!».
Muchos han sido los retos de esta nación e innegables las proezas emanadas de esas circunstancias adversas. Y eso lo aprendimos de la Generación del Centenario, junto a la que hemos tenido el privilegio de crecer millones de cubanos. Una generación que jamás persiguió la gloria, y que tuvo en su líder al mayor ejemplo de humildad.
«El 26 de Julio ha pasado a ser una fecha histórica en los anales de la larga y heroica lucha de nuestra patria por su libertad. No era este alto honor, ciertamente, los propósitos que guiaban ese día a los hombres que quisimos tomar esta fortaleza.
Ningún revolucionario lucha con la vista puesta en el día en que los hechos que se deriven de su acción vayan a recibir los honores de la conmemoración. «El deber debe cumplirse sencilla y naturalmente», dijo Martí. El cumplimiento de un deber nos condujo a esta acción sin que nadie pensara en las glorias y los honores de esa lucha».
Y fue siempre así. Ese hombre admirado por el mundo, profeta de su tiempo, ejemplo inspirador para millones de personas, nunca eligió un palco privilegiado para admirar su obra. Decidió compartir el sacrificio codo con codo con su gente y muchas veces se abrió la camisa para recibir antes las balas que apuntaban a su pueblo.
Cientos de veces podemos releer los textos históricos que recuerdan el Día de la Rebeldía Nacional. Mucho podemos aprender de quienes han dedicado parte de su vida a recopilar los detalles de esos momentos inolvidables, pero solo estará completo el entendimiento de lo que representó el Moncada, en la medida en que lo hagamos desde el pensamiento de Fidel, desde su actuar consecuente con cada una de las razones que lo llevaron hasta allí.
Este será el primer 26 de Julio sin su presencia física, y se debe aclarar «física», porque no es la forma material lo que determina la presencia de un ser humano sobre la Tierra, sino la pervivencia de sus ideas y los frutos de tanto bien hecho la humanidad.
La nación sigue adelante, los nuevos tiempos implican la renovación constante del socialismo y el enfrentamiento a quienes intentan desacreditarlo como sistema.
Mucho hemos transformado hasta hoy y seguiremos haciéndolo, pero como sabiamente nos hizo comprender Fidel, la esencia de nuestras conquistas se mantiene intacta: «En una sola cosa somos iguales al 26 de julio de 1953: la misma fe en los destinos de la patria, la misma confianza en las virtudes de nuestro pueblo, la misma seguridad en la victoria, la misma capacidad de soñar con todo aquello que serán realidades de mañana por encima de los sueños ya realizados de ayer».

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