Por Fabián Escalante Font - Reblogueado desde La pupila
insomne -
Las relaciones entre Cuba y Estados Unidos han sido
antagónicas desde épocas pretéritas. La conocida doctrina Monroe, que
adjudicaba Cuba a Norteamérica al independizarse de España, más tarde dos
intervenciones militares para imponer una neocolonia frustrando la
independencia y soberanía nacional y luego la imposición de varios gobiernos y
dictaduras corruptas que les garantizaran el control político, económico y
social de la Isla fueron las estrategias seguidas para asegurarse que la “fruta
madura” cayera en su patio.
No es ocioso entonces, hoy que Estados Unidos perfecciona
sus estrategias para doblegar la resistencia del pueblo cubano, repasar algunos
momentos culminantes de aquella historia, cuando la CIA y otras Agencias
subversivas norteamericanas intentaron frustrar la revolución que se gestaba en
la Sierra Maestra.
Ya en la última etapa de las luchas del pueblo cubano por su
independencia y soberanía, antes del derrocamiento de la dictadura de Fulgencio
Batista, Estados Unidos trató infructuosamente de atomizar y frustrar el
proceso revolucionario, en compañía de sus asociados del “sindicato del crimen
organizado”, que se habían asentado en la capital cubana a finales de los años
cuarenta.
En 1950 un prominente mafioso, Meyer Lansky[1], hizo tratos
con el gobierno autentico[2] de Carlos Prío para, por 250,000 dólares,
posibilitar el regreso a Cuba de Batista y dotarlo de un acta de senador de la
República. Era su hombre de confianza en la Habana, para cualquier
eventualidad. Luego, al percatarse gobernantes del norte y mafiosos, de la inestabilidad política
provocada por la dramática corrupción y latrocinio de aquel gobierno y la
posibilidad de una eventual explosión popular, propiciaron el golpe de estado
ejecutado por Batista en marzo de 1952. Ello le dio las garantías necesarias
para mantener las prebendas y privilegios con que contaban, a lo cual se uniría
el proyecto de la Mafia para hacer en la Isla, “Las Vegas del Caribe”, un
entramado de casinos de juego, prostitución, drogas, abortos ilegales,
gansterismo y corrupción generalizada, las cuales devinieron en realidad
cotidiana, algo que Fidel Castro con el asalto al Moncada y la guerra de
liberación desarrollada posteriormente, erradicó definitivamente en nuestra
patria.
La estación de la CIA en la Habana contaba en esa época con
más de dos decenas de oficiales operativos en su embajada y otros tantos
agentes bajo “cubierta profunda”
ubicados en puestos claves en la sociedad habanera de entonces. William
Caldwell, agregado diplomático, era el jefe de la estación, mientras que el
embajador, Arthur Gardner, devenía en alabardero del régimen batistiano.
Fragmentos de un libro escrito por un veterano agente CIA Howard Hunt, luego
activo participante de la agresión contra Cuba, refería una reunión en la
Habana de aquellos años, que mostraba pintorescamente el escenario de entonces:
“Veinte de nosotros
estábamos sentados en la espaciosa oficina del honorable Arthur Gardner,
embajador de Estados Unidos en Cuba. A través de las altas ventanas podíamos
mirar hacia el mar y ver los yates y botes de pesca mecerse en el Caribe.
Debajo, el malecón habanero, autos del último modelo transitaban rápidamente
entre los turistas que paseaban con sus coloridas ropas de vacaciones. El aire
era frío en aquella mañana de diciembre de 1956, pero el sol era brillante y
muchos de nosotros deseábamos pasar la tarde nadando en las playas de Mariano.
“A excepción del embajador Gardner todos éramos oficiales de
la CIA, salvo algunos funcionarios del cuartel general, jefes de estaciones en
América Latina y el Caribe. Durante tres días habíamos estado participando en
una reunión regional, cuyo lugar de celebración anual, era escogido sobre la
base de la accesibilidad de los participantes, así como de ausencia de
embajadas comunistas. Nuestra reunión
anual llegaba a su fin y asistíamos a una reunión de cortesía del embajador.
“Nuestro jefe de División el coronel JC King daba al
diplomático los puntos de vista de la CIA, cuando un ayudante de la embajada
penetró y le susurro algo a éste. Al
retirarse el mismo Gardner nos dijo que el presidente Batista le había
informado que un bote cargado de revolucionarios había sido hundido en la
provincia de Oriente y que los sobrevivientes eran perseguidos por el ejército
y la fuerza aérea. El líder de la banda era un antiguo agitador, Fidel Castro,
quien estaba entre los muertos. “Virándose hacia King, Gardner dijo: “ese
nombre me es familiar… no estuvo Castro involucrado en las revueltas de Bogotá?
“Profundamente involucrado” asintió King. El famoso bogotazo…"
Al año siguiente, 1957,
muy cerca de la ciudad de Nueva York, en una localidad denominada
Apalachin, el FBI “sorprendió”[3] una reunión de los jefes mafiosos de todo el
país, que entre otros asuntos, puntualizaban las competencias de cada “familia”
en las actividades de juego, prostitución y
tráfico de drogas en La Habana.
Bajo el manto de un programa de agricultura denominado
“Punto IV” los diplomáticos y oficiales de la CIA se movían libremente por todo
el país, en búsqueda de informaciones, reclutamientos y acciones encubiertas
destinadas unas al apoyo del gobierno de Batista y otras a “estimular” la
“oposición blanda” de la dictadura, en búsqueda de apoyos en ambos bandos.
Después del Moncada y la conocida autodefensa de Fidel Castro, la CIA comenzó a
trabajar en tres direcciones fundamentales: la guerra sicológica, con fuerte
acento anticomunista, para manipular los prejuicios socio políticos existentes
y endilgar a los revolucionarios el calificativo de “asalariados” de intereses
foráneos de una potencia extra continental, la URSS; fortalecer policial y
militarmente a Batista, aumentado las entregas de armamentos y asesoramiento
para el exterminio de los focos rebeldes y resistencia urbana; y finalmente la
“joya de la corona” que consistía en desarrollar una “oposición
insurreccional”, que entre otras acciones incluía la formación de una zona
guerrillera propia en el Escambray cubano, que llegado el caso, frustrara el
proyecto de Fidel para trasladar la guerra de liberación hacía el occidente del
país, al tiempo que desacreditar al movimiento revolucionario, provocando
desmanes y crímenes entre la población campesina.
Para la primera tarea se escogió al veterano de Chile y
Guatemala David A. Phillips[4], quien años después, llegaría a ser jefe de la
División del Hemisferio Occidental en la CIA,
el que operando desde una oficina de relaciones públicas ubicada en la
calle Humboldt[5], en la céntrica Rampa habanera, debía dirigir una campaña de
subversión política e ideológica a través de los principales medios de prensa,
radio y televisión local. Artículos, charlas, conferencias en Universidades y
escuelas, sociedades culturales y fraternales, reclutamiento a personajes de
los medios televisivos y culturales en fin todo lo que estuvo a su alcance fue
utilizado para tales fines.
Por su parte, Alan Dulles, jefe de la CIA, viajó a la
capital cubana entrevistando a los principales jefes policiales, a los cuales
recomendó la creación del Buró para la Represión de Actividades Comunistas,
BRAC[6], como el medio más eficaz para exterminar al movimiento revolucionario,
estableciendo cursos de entrenamiento para los oficiales a cargo de esas tareas
y proveyéndolos de abundantes recursos.
Paralelamente la CIA estimulaba una formación paramilitar
creada, “los tigres” capitaneados por un “colaborador” de la embajada, Rolando
Masferrer Rojas, quien llegaría a cometer cientos de crímenes a lo largo y
ancho del país, a los fines de debilitar al movimiento revolucionario e
instaurar el terrorismo de estado. La misión militar norteamericana elevó su
plantilla dentro del ejército nacional y un importante asesoramiento y ayuda en equipos y armamentos fue entregado a
partir de entonces a las fuerzas militares del Tirano.
Finalmente la Agencia decidió ejecutar un novedoso método de
trabajo; formar una guerrilla “revolucionaria”, al igual que hoy apoyan al
Estado Islámico o en su momento crearon Al Qaeda, para lo cual designaron a su
colaborador, Eloy Gutiérrez Menoyo y un grupo de personajes, muchos
provenientes de las organizaciones auténticas desplazadas del poder[7], que
dicho sea de paso, contaban en el país con cuantiosos arsenales escondidos, que
esperaban una oportunidad para utilizarse, no para liberar la patria, sino para
asaltar el poder y recuperar las prebendas perdidas. Así nació, contra natura,
el “II Frente Nacional del Escambray”, de triste recordación de los campesinos
de las comarcas donde operó, por los abusos y desmanes cometidos, que los
hicieron acreedores del calificativo popular de “come vacas” pues robar ganado
era una de las “acciones militares” preferidas. Un letrero a las puertas de su
campamento principal los definía: “Prohibida la entrada a los Comunistas”. Allá
en su grupo, dos agentes bajo contrata de la CIA, William Alexander Morgan y
John Maple Spiritto, eran los encargados de controlar a los “rebeldes de
Menoyo”.
El 17 de febrero de 1957, pocas semanas después del
desembarco del Granma, Fidel Castro, aún con una pequeña tropa de 20 hombres,
perseguido y acosado por las fuerzas de la Tiranía, se entrevistaba con el
periodista Hebert Mathew, del New York Times, para exponer a la opinión pública
mundial y norteamericana los motivos y razones de aquella guerra que recién
comenzaba.
Cuatro meses más tarde, el 11 de julio Celia Sánchez le
informaba al líder cubano que “Ese mediodía Frank (País) recibió aviso urgente
de María Antonia Figueroa informando que el vicecónsul norteamericano en
Santiago de Cuba, Robert Wichea deseaba establecer contacto con el comandante
en la Sierra junto con otro norteamericano que no conocía a lo que Frank había
respondido: “una cosa de esa envergadura tenemos que consultarle a Alex (Fidel
Castro). Ahora mismo sale la petición, supongo que tardará 5 días la respuesta.
Al cónsul se conocía, pero al otro señor no. Tenemos que saber quién es antes.
Además que cosas o temas van a tratar. Esto es muy importante”[8]
En esos días el Comandante Fidel Castro trabajaba con otros
compañeros en un documento que se denominó “El manifiesto de la Sierra Maestra”
que con fecha 12 de julio constituyó una declaración de principios y
proyecciones políticas de singular trascendencia histórica, que definía con
meridiana claridad la posición del movimiento 26 de julio frente a “pactos”
mediadores y golpes militares. Fue ese el momento en que recibió la carta de
Frank, donde éste además puntualizaba: “ya yo estoy arisco con tanto movimiento
y conversaciones de la embajada. Creo que convendría cerrarnos un poquito más,
nunca perder el enlace, pero no darle la importancia que se le está dando, pues
veo que se están introduciendo y no veo claro sus verdaderos fines. Tengo
recelos de otra mediación”[9].
El sábado 20, Fidel escribe una larga carta dirigida a
Frank. En ella, analizaba temas muy importantes y entre otros asuntos
puntualizaba: “no pone ninguna objeción en la probable visita de un diplomático
norteamericano a la Sierra, pues ello constituiría un reconocimiento de
beligerancia de las fuerzas revolucionarias y una victoria más contra la
tiranía, siempre y cuando se sepan mantener en alto la dignidad y la soberanía
nacional”. Y añade:
“que nos hacen exigencias?, las rechazamos, que desean
conocer nuestras opiniones?, las exponemos sin temor alguno, que desean
estrechar lazos de amistad con la democracia triunfante en Cuba?, Magnifico!.
Eso es síntoma de que reconocen el desenlace final de esta lucha. Que nos
proponen una mediación amistosa?, responderemos que no hay mediación honrosa,
ni mediación patriótica, ni mediación posible en esta lucha”[10].
Mientras, el Dpto. de Estado había considerado necesario
implementar dos medidas adicionales al proyecto subversivo; una, sustituir al
embajador de entonces, Arthur Gardner, un connotado batistiano por el
experimentado Earl Smith y la otra asignada a la CIA que debía reforzar su
contingente en la embajada con un grupo de operativos veteranos de la operación
“Éxito” que en 1954 derrocara al gobierno de Jacobo Arbens en Guatemala,
encabezados por David S. Morales, que ocupo el cargo de agregado diplomático y
jefe de operaciones sucias.
Mientras, los mafiosos encabezados por Santos Traficante
junior, hombre de confianza de Meyer Lansky trataban por todos los medios de
acceder y corromper las estructuras revolucionarias, aportando recursos
financieros e incluso, llegado el caso, “casas de seguridad” para acoger a revolucionarios
prófugos. Ejemplo de ello fueron las actividades realizadas por el joyero
Carlos Tepedino, hombre de confianza del mafioso, con oficinas en el Havana
Hilton, quien atrajo a su círculo a varios participantes en la lucha contra
Batista de procedencia autentica.
El 28 de agosto de 1958 aterrizaron en una avioneta con
armas y pertrechos, en un lugar conocido como “cayo Espino”, en las
inmediaciones de la Sierra Maestra, Pedro Luis Díaz Lanz, quien posteriormente
fuera jefe de la fuerza aérea rebelde y el agente CIA por contrata Frank
Sturgis, con instrucciones de
entrevistar a Fidel Castro y comprobar la alegada presencia comunista en la
guerrilla. Según relató éste último en un libro autobiográfico, se entrevistó
con el líder revolucionario y pudo comprobar que aquellas acusaciones eran
infundadas, algo que informó en noviembre, al bajar de la montaña a Santiago de
Cuba, al oficial CIA y vicecónsul norteamericano, Robert Wichea, que desde esa
plaza tenía un “puesto de avanzada” para de observar y tratar de influir el
desarrollo de la lucha armada en el oriente cubano.
Días más tarde, el 12 de diciembre de 1958 en una operación
combinada del FBI, seguidores de Carlos Prío y la policía batistiana[11],
utilizando al ex marine norteamericano Alan Robert Nye trataron de asesinar a
Fidel Castro en las inmediaciones de Bayamo,
en plena ofensiva rebelde. El yanqui que debía entregarse a los rebeldes
y “pasar” por simpatizante de los revolucionarios, en la primera ocasión que
encontrara al dirigente, asesinarlo, con las armas que le entregaron y huir al
amparo de las tropas batistianas. Este hecho fue conocido por los tribunales
revolucionarios en febrero de 1959, juzgado y sancionado, poniendo en evidencia
hasta qué punto las autoridades norteamericanas se involucraron en hacer
fracasar la revolución, asesinar al líder revolucionario y proteger a Fulgencio
Batista.
Por otra parte, los esfuerzos de la administración de
Eisenhower por salvar a la dictadura fueron supremos y multilaterales. Después
de celebrada la farsa electoral de noviembre de 1958, donde como era de
esperar, ganó el candidato gubernamental, el presidente norteamericano envió a
dos emisarios a Cuba: William Pawley, ex embajador y dueño de la fábrica de gas
de la Habana y una línea de ómnibus urbano y al inspector general de la CIA
Lynman Kirpatrick para persuadir a Batista de que ya era hora de retirarse,
algo que el dictador conocía bien, pues en 1944 Meyer Lansky fue el mensajero
del presidente Franklin D. Roosvelt con iguales propósitos[12]. Sin embargo,
Batista no hizo caso de los consejos de sus amos y ya se conocen los
resultados.
La dictadura fue derrocada precisamente aquel fin de año y
como Fidel Castro antes había expresado en carta a Celia Sánchez, era a partir
de entonces que comenzaba la verdadera Revolución. Cuba cambio transformándose
en faro de luz y esperanza para todos los pueblos del Continente, su
solidaridad no ha tenido fronteras, miles de médicos, maestros instructores de
arte y deporte han recorrido el Mundo, y entre sus logros principales ha tenido
la creación de un cubano más culto, libre, inteligente, solidario y honrado,
elevando sus niveles de vida, espirituales y morales. Esa es la herencia de
Fidel que por siempre estará entre nosotros. Gloria a su memoria eterna!!
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Notas
[1] Meyer Lansky de la mafia judía de Nueva York, fue
durante muchos años segundo al mando de Luky Luciano, “capo de tuti le capi”,
quien en 1947 reunió en el hotel nacional de la Habana, a los principales jefes
de familias mafiosas de USA para repartirse lo que sería “las Vegas del
Caribe”: Cuba.
[2] Partido Revolucionario Cubano, PRC, “autentico” que
comandó el ex presidente Ramón Grau San Martín, un politiquero corrupto, que
designó como sucesor a Carlos Prío, un conocido corrupto y drogadicto.
[3] “sorprendió” porque milagrosamente los principales jefes
de las familias mafiosas allí reunidas, escaparon
[4] David Atlee Phillips comenzó sus actividades en la CIA
en Chile en los años cincuenta, luego Guatemala, donde dirigió la campaña de
guerra sicológica, más tarde en Cuba, luego en la operación de bahía de
cochinos, el asesinato del presidente John Kennedy, la agresión a Republica
Dominicana en 1965, el asesinato del Ché en Bolivia, el golpe militar contra el
presidente Allende, fueron entre otras sus principales operaciones, hasta su
ascenso a jefe del Hemisferio Norte.
[5] La David Phillips Asociation
[6] El BRAC estuvo comandando por dos veteranos agentes:
Mariano Faget y José de Jesús Castaño
[7] Nazario Sargent, Armando Fleites, Jesús Cabrera, Plinio
Prieto, Sinesio Walch entre otros.
[8] Archivos de la Revolución, Consejo de Estado
[9] Idem
[10] Idem
[11] Al mando del coronel Orlando Piedra Negueruelos, jefe
de Buró de Investigaciones, un similar al FBI yanqui.
[12] Según Warren Hinckle y William Turner autores del “Pez
es Rojo”
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