Si alguien hubiera llegado ayer de visita a este planeta y comenzara su
estancia en nuestro mundo escuchando el discurso sobre el Estado de la
Unión, del Presidente Barack Obama, tal vez creyera que el líder estadounidense llega victorioso de todas las elecciones y ha vencido en todas las guerras.
La entrada y salida del Congreso entre sonrisas, saludos, abrazos y ovaciones, los constantes aplausos de una parte del auditorio y la dramaturgia apoyada en la alusión a algunos invitados cuidadosamente seleccionados (desde el primer ser humano que viajará a Marte hasta el “contratista” recién liberado como parte de un acuerdo humanitario con Cuba), más la habilidad oratoria de un profesor de la Universidad de Harvard, pudieran hacer olvidar las promesas incumplidas, los estados fallidos generados por su gobierno en diversas guerras aún inconclusas, la negativa a procesar a los responsables de torturas o la sistemática práctica de las ejecuciones extrajudiciales mediante drones.
A través del storytelling de Rebekah, una mujer de Minenápolis que invitó a su discurso y sentó junto a su esposa Michelle, Obama relanzó el sueño americano, se identificó con la clase trabajadora y dio por terminada la recesión.
“¿Aceptaremos una economía en la que sólo a unos cuantos nos va espectacularmente bien, o nos comprometeremos a una economía que genera ingresos y oportunidades crecientes para todos los que hacen el esfuerzo?”, dijo el Presidente y llamó a un Congreso dominado por sus enemigos republicanos a cerrar “las lagunas tributarias que fomentan la desigualdad al permitir que el uno por ciento más rico evite pagar impuestos sobre su riqueza acumulada”.
En el plano internacional Obama afirmó defender “el principio de que las naciones grandes no pueden intimidar a las pequeñas” no para hablar de la relación de EE.UU. con Cuba, sino de Rusia con Ucrania. Sobre la isla caribeña -el único tema latinoamericano de su discurso- el Presidente ratificó su nuevo enfoque y llamó al Congreso a “empezar a trabajar para acabar con el embargo este año”.
Mientras Obama decía eso, la televisión enfocó en el público los rostros sufrientes de algunos políticos cubanoamericanos como Marco Rubio e Ileana Ros-Lehtinen que no obtuvieron para un trío de invitados de la raquítica contrarrevolución en Cuba -que se dice traicionada por el Presidente estadounidense- la menor alusión. La referencia de Barack Obama a la nueva política fue:
“En Cuba, estamos poniendo fin a una política que debería haber terminado hace tiempo. Cuando uno hace algo que no funciona durante cincuenta años, es hora de probar algo nuevo. Nuestro cambio de política en relación con Cuba tiene el potencial de poner punto final a un legado de falta de confianza en nuestro hemisferio; desmorona una excusa ficticia para imponer restricciones en Cuba; defiende los valores democráticos; y extiende una mano de amistad al pueblo cubano. Y este año, el Congreso debería iniciar el trabajo de poner fin al embargo. Como dijo Su Santidad, el Papa Francisco, la diplomacia es un trabajo de “pequeños pasos”. Y estos pequeños pasos han ido sumándose para dar una nueva esperanza al futuro de Cuba.”
También se refirió al lugar de Cuba donde ocurren violaciones masivas y flagrantes de los Derechos Humanos:
“Todas las personas que vivimos en Estados Unidos tenemos un compromiso profundo con la justicia, por lo que no tiene ningún sentido gastar tres millones de dólares por prisionero para mantener abierta una prisión que el mundo condena y los terroristas usan para reclutar. Desde que asumí el cargo de Presidente, hemos trabajado de forma responsable para reducir la población de Guantánamo a la mitad. Y ha llegado la hora de finalizar el trabajo. Estoy determinado y no desistiré hasta que cerremos la prisión. Nosotros no somos así.”
Sin embargo, muchas de las “restricciones” que el Presidente no quiere para el futuro de Estados Unidos y a las que aludió en su discurso han sido eliminadas en Cuba por la Revolución contra la que intenta “algo nuevo”.
Los “valores democráticos” en Estados Unidos, según el Presidente estadounidense, no pueden garantizar lo que Cuba lleva decenios haciendo y Obama reclamó en su discurso para el pueblo estadounidense: cuidado infantil universal, licencia por enfermedad pagada, una ley que garantice que la mujer reciba el mismo salario que el hombre cuando hace el mismo trabajo, derecho de la mujer ha decidir sobre su maternidad y a recibir una atención médica acorde, cobertura de salud para los millones que no la tienen y acceso a la Universidad sin necesidad de endeudarse. En palabras de Barack Obama, eso ocurre porque en la democracia estadounidense “los cabilderos han amañado el código fiscal con lagunas tributarias que permiten que ciertas corporaciones no paguen nada mientras los demás pagan toda la carga”.
La máquina de fabricar historias y formatear las mentes, como define Christian Salmon elstorytelling, puede funcionar muy bien ante un Congreso de millonarios o servidores de millonarios pero transformar la realidad requiere algo más que bonitas historias para ganar aplausos.
Muy democrático un sistema que funciona de esa manera y quiere llevar sus valores a los demás. La ofensiva del Presidente no da para tanto, aunque tal vez sea una nueva relación con Cuba, y algo de humildad para asumirla, lo que pueda dar una nueva esperanza al futuro de Estados Unidos.
La entrada y salida del Congreso entre sonrisas, saludos, abrazos y ovaciones, los constantes aplausos de una parte del auditorio y la dramaturgia apoyada en la alusión a algunos invitados cuidadosamente seleccionados (desde el primer ser humano que viajará a Marte hasta el “contratista” recién liberado como parte de un acuerdo humanitario con Cuba), más la habilidad oratoria de un profesor de la Universidad de Harvard, pudieran hacer olvidar las promesas incumplidas, los estados fallidos generados por su gobierno en diversas guerras aún inconclusas, la negativa a procesar a los responsables de torturas o la sistemática práctica de las ejecuciones extrajudiciales mediante drones.
A través del storytelling de Rebekah, una mujer de Minenápolis que invitó a su discurso y sentó junto a su esposa Michelle, Obama relanzó el sueño americano, se identificó con la clase trabajadora y dio por terminada la recesión.
“¿Aceptaremos una economía en la que sólo a unos cuantos nos va espectacularmente bien, o nos comprometeremos a una economía que genera ingresos y oportunidades crecientes para todos los que hacen el esfuerzo?”, dijo el Presidente y llamó a un Congreso dominado por sus enemigos republicanos a cerrar “las lagunas tributarias que fomentan la desigualdad al permitir que el uno por ciento más rico evite pagar impuestos sobre su riqueza acumulada”.
En el plano internacional Obama afirmó defender “el principio de que las naciones grandes no pueden intimidar a las pequeñas” no para hablar de la relación de EE.UU. con Cuba, sino de Rusia con Ucrania. Sobre la isla caribeña -el único tema latinoamericano de su discurso- el Presidente ratificó su nuevo enfoque y llamó al Congreso a “empezar a trabajar para acabar con el embargo este año”.
Mientras Obama decía eso, la televisión enfocó en el público los rostros sufrientes de algunos políticos cubanoamericanos como Marco Rubio e Ileana Ros-Lehtinen que no obtuvieron para un trío de invitados de la raquítica contrarrevolución en Cuba -que se dice traicionada por el Presidente estadounidense- la menor alusión. La referencia de Barack Obama a la nueva política fue:
“En Cuba, estamos poniendo fin a una política que debería haber terminado hace tiempo. Cuando uno hace algo que no funciona durante cincuenta años, es hora de probar algo nuevo. Nuestro cambio de política en relación con Cuba tiene el potencial de poner punto final a un legado de falta de confianza en nuestro hemisferio; desmorona una excusa ficticia para imponer restricciones en Cuba; defiende los valores democráticos; y extiende una mano de amistad al pueblo cubano. Y este año, el Congreso debería iniciar el trabajo de poner fin al embargo. Como dijo Su Santidad, el Papa Francisco, la diplomacia es un trabajo de “pequeños pasos”. Y estos pequeños pasos han ido sumándose para dar una nueva esperanza al futuro de Cuba.”
También se refirió al lugar de Cuba donde ocurren violaciones masivas y flagrantes de los Derechos Humanos:
“Todas las personas que vivimos en Estados Unidos tenemos un compromiso profundo con la justicia, por lo que no tiene ningún sentido gastar tres millones de dólares por prisionero para mantener abierta una prisión que el mundo condena y los terroristas usan para reclutar. Desde que asumí el cargo de Presidente, hemos trabajado de forma responsable para reducir la población de Guantánamo a la mitad. Y ha llegado la hora de finalizar el trabajo. Estoy determinado y no desistiré hasta que cerremos la prisión. Nosotros no somos así.”
Sin embargo, muchas de las “restricciones” que el Presidente no quiere para el futuro de Estados Unidos y a las que aludió en su discurso han sido eliminadas en Cuba por la Revolución contra la que intenta “algo nuevo”.
Los “valores democráticos” en Estados Unidos, según el Presidente estadounidense, no pueden garantizar lo que Cuba lleva decenios haciendo y Obama reclamó en su discurso para el pueblo estadounidense: cuidado infantil universal, licencia por enfermedad pagada, una ley que garantice que la mujer reciba el mismo salario que el hombre cuando hace el mismo trabajo, derecho de la mujer ha decidir sobre su maternidad y a recibir una atención médica acorde, cobertura de salud para los millones que no la tienen y acceso a la Universidad sin necesidad de endeudarse. En palabras de Barack Obama, eso ocurre porque en la democracia estadounidense “los cabilderos han amañado el código fiscal con lagunas tributarias que permiten que ciertas corporaciones no paguen nada mientras los demás pagan toda la carga”.
La máquina de fabricar historias y formatear las mentes, como define Christian Salmon elstorytelling, puede funcionar muy bien ante un Congreso de millonarios o servidores de millonarios pero transformar la realidad requiere algo más que bonitas historias para ganar aplausos.
Muy democrático un sistema que funciona de esa manera y quiere llevar sus valores a los demás. La ofensiva del Presidente no da para tanto, aunque tal vez sea una nueva relación con Cuba, y algo de humildad para asumirla, lo que pueda dar una nueva esperanza al futuro de Estados Unidos.
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