Discurso del General de Ejército Raúl Castro Ruz, Primer
Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Presidente de los
Consejos de Estado y de Ministros, en la VII Cumbre de las Américas, Panamá, el
11 de abril de 2015.
(Versiones Taquigráficas - Consejo de Estado)
Ya era hora de que yo hablara aquí a nombre de Cuba.
Me informaron al principio que podría hacer un discurso de
ocho minutos; aunque hice un gran esfuerzo, junto con mi Canciller, de
reducirlo a ocho minutos, y como me deben seis cumbres de las que nos
excluyeron, 6 por 8, 48 (Risas y aplausos),
le pedí permiso al presidente Varela unos instantes antes de entrar a
este magnífico salón, para que me cedieran unos minutos más, sobre todo después
de tantos discursos interesantes que estamos escuchando, y no me refiero solo
al del presidente Obama, sino también al del presidente ecuatoriano, Rafael
Correa, a la Presidenta Dilma Rousseff y otros.
Sin más preámbulos, comenzaré.
Excelentísimo Señor Juan Carlos Varela, Presidente de la
República de Panamá;
Presidentas y Presidentes:
Primeras y Primeros Ministros;
Distinguidos invitados:
En primer lugar, expreso nuestra solidaridad con la
Presidenta Bachelet y el pueblo de Chile, por los desastres naturales que han
estado padeciendo.
Agradezco la solidaridad de todos los países de la América
Latina y el Caribe que hizo posible que Cuba participara en pie de igualdad en
este foro hemisférico, y al Presidente de la República de Panamá por la
invitación que tan amablemente nos cursara. Traigo un fraterno abrazo al pueblo
panameño y a los de todas las naciones aquí representadas.
Cuando los días 2 y 3 de diciembre de 2011 se creó la
Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), en Caracas, se
inauguró una nueva etapa en la historia de Nuestra América, que hizo patente su
bien ganado derecho a vivir en paz y a desarrollarse como decidan libremente
sus pueblos, y se trazó para el futuro un camino de desarrollo e integración,
basada en la cooperación, la solidaridad y la voluntad común de preservar la
independencia, soberanía e identidad.
El ideal de Simón Bolívar de crear una “gran Patria
Americana” inspiró verdaderas epopeyas independentistas.
En 1800 se pensó en agregar a Cuba a la Unión del Norte como
el límite sur del extenso imperio. En el siglo XIX, surgieron la Doctrina del
Destino Manifiesto con el propósito de dominar las Américas y al mundo, y la
idea de la Fruta Madura para la gravitación inevitable de Cuba hacia la Unión
norteamericana, que desdeñaba el nacimiento y desarrollo de un pensamiento
propio y emancipador.
Después, mediante guerras, conquistas e intervenciones, esta
fuerza expansionista y hegemónica despojó de territorios a Nuestra América y se
extendió hasta el Río Bravo.
Luego de largas luchas que se frustraron, José Martí
organizó la “guerra necesaria” de 1895 —la Gran Guerra, como fue llamada también,
empezó en 1868— y creó el Partido Revolucionario Cubano para conducirla y
fundar una República “con todos y para el bien de todos” que se propuso
alcanzar “la dignidad plena del hombre”.
Al definir con certeza y anticipación los rasgos de su
época, Martí se consagra al deber “de impedir a tiempo con la independencia de
Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa
fuerza más, sobre nuestras tierras de América” —fueron sus palabras textuales.
Nuestra América es para él la del criollo, del indio, la del
negro y del mulato, la América mestiza y trabajadora que tenía que hacer causa
común con los oprimidos y saqueados. Ahora, más allá de la geografía, este es
un ideal que comienza a hacerse realidad.
Hace 117 años, el 11 de abril de 1898, el entonces
Presidente de los Estados Unidos solicitó al Congreso autorización para
intervenir militarmente en la guerra de independencia que por cerca de 30 años
libraba Cuba en esos momentos, ya ganada prácticamente al precio de ríos de sangre cubana, y este —el Congreso
americano— emitió su engañosa Resolución Conjunta, que reconocía la
independencia de la isla “de hecho y de derecho”. Entraron como aliados y se
apoderaron del país como ocupantes.
Se impuso a Cuba un apéndice a su Constitución, la Enmienda
Platt —conocida así por el nombre del senador que la propuso—, que la despojó
de su soberanía, autorizaba al poderoso vecino a intervenir en los asuntos
internos y dio origen a la Base Naval de Guantánamo, la cual todavía usurpa
parte de nuestro territorio. En ese periodo se incrementó la invasión del
capital norteño, posteriormente hubo dos intervenciones militares y el apoyo a
crueles dictaduras.
Cuando los cubanos, al comienzo del siglo XX, hicieron su
proyecto de Constitución y se la presentaron al gobernador, autonombrado por su
país, un general norteamericano, este les contestó que ahí faltaba algo, y al
preguntar los cubanos constituyentistas, les respondió: Esta enmienda que presenta el senador Platt,
que da derecho a intervenir en Cuba cada vez que sea considerado por los
Estados Unidos.
Hicieron uso de ese derecho; por supuesto, los cubanos lo
rechazaron y la respuesta fue: Muy bien,
nos quedaremos aquí. Eso se mantuvo
hasta 1934.
Hubo dos intervenciones militares, además, y el apoyo a
crueles dictaduras en ese periodo mencionado.
Predominó hacia América Latina la “política de las
cañoneras” y luego del “Buen Vecino”. Sucesivas intervenciones derrocaron
gobiernos democráticos e instalaron terribles dictaduras en 20 países, 12 de ellas
de forma simultánea. ¿Quién de nosotros
no recuerda esa etapa bastante reciente de dictaduras por todas partes,
fundamentalmente en Sudamérica, que asesinaron a cientos de miles de personas? El Presidente Salvador Allende nos legó un
ejemplo imperecedero.
Hace exactamente 13 años, se produjo el golpe de Estado
contra el entrañable Presidente Hugo Chávez Frías que el pueblo derrotó.
Después vino, casi inmediatamente, el costoso golpe petrolero.
El 1ro. de enero de 1959, 60 años después de la entrada de
los soldados norteamericanos en La Habana, triunfó la Revolución Cubana, y el
Ejército Rebelde, comandado por el Comandante Fidel Castro Ruz, llegó a la
capital, el mismo día, exactamente 60 años después. Esas son las
incomprensibles ironías de la historia. El pueblo cubano, a muy alto
precio, iniciaba el pleno ejercicio de su soberanía. Fueron seis décadas de
dominación absoluta.
El 6 de abril de 1960 —apenas un año después del triunfo—,
el subsecretario de Estado Lester Mallory escribió en un perverso memorando —y
no encuentro otro calificativo que darle.
Este memorando fue desclasificado decenas de años después—, cito algunos
párrafos: “(...) la mayoría de los cubanos apoya a Castro… No
hay una oposición política efectiva. El
único medio previsible para restarle apoyo interno es a través del desencanto y
el desaliento basados en la insatisfacción y las penurias económicas (…),
debilitar la vida económica (...) y privar a Cuba de dinero y suministros con
el fin de reducir los salarios nominales y reales, provocar hambre,
desesperación y el derrocamiento del gobierno”. Fin de la cita. . El
77% de la población cubana nació bajo los rigores que impone el bloqueo, más
terribles de lo que se imaginan, incluso, muchos cubanos, pero nuestras
convicciones patrióticas prevalecieron, la agresión aumentó la resistencia y
aceleró el proceso revolucionario. Eso
sucede cuando se hostiga al proceso revolucionario natural de los pueblos. El hostigamiento trae más revolución, la
historia lo demuestra y no solo en el caso de nuestro continente o de
Cuba.
El bloqueo no empezó cuando lo firmó el Presidente Kennedy
en 1962, que después haré una breve referencia a él por una iniciativa positiva
de ponerse en contacto con el Jefe de nuestra Revolución para comenzar lo que
ahora estamos empezando el Presidente Obama y yo; casi simultáneamente llegó la
noticia de su asesinato, cuando se recibía un mensaje suyo.
Es decir que la agresión aumentó. Fue en el año 1961 la agresión a Playa Girón,
una invasión mercenaria, apadrinada y organizada por Estados Unidos. Seis años de guerra contra grupos armados
que en dos ocasiones abarcaron todo el país.
No teníamos ni un radar, y aviación clandestina —no se sabe de dónde
salió—, arrojando armamento en paracaídas.
Miles de vida nos costó ese proceso; el costo económico no hemos logrado
llevarlo con exactitud. Fue en enero de 1965 cuando concluyó, y lo comenzaron a
apoyar a fines de 1959, unos 10 u 11 meses después del triunfo de la
Revolución, cuando no habíamos declarado todavía el socialismo, que se declaró
en 1961, en el entierro de las víctimas de los bombardeos a los aeropuertos el
día antes de la invasión. Al día
siguiente nuestro pequeño ejército en aquel momento y todo nuestro pueblo fue a
combatir esa agresión y cumplió la orden del Jefe de la Revolución de
destruirla antes de las 72 horas. Porque
si llegan a consolidarse ahí en el lugar del desembarco, que estaba protegido
por la más grande ciénaga del Caribe isleño, hubieran trasladado un gobierno ya
constituido ---con Primer Ministro y el nombramiento de los demás ministros---,
que estaba en una base militar norteamericana en la Florida. Si llegan a consolidar la posición que
ocuparon inicialmente, trasladar ese gobierno a Playa Girón era fácil. E inmediatamente la OEA, que ya nos había
sancionado por proclamar ideas ajenas al continente, le hubiera dado su
reconocimiento. El gobierno constituido
en Cuba, basificado en un pedacito de tierra, hubiera pedido ayuda a la OEA y esa
ayuda estaba sobre barcos de guerra norteamericanos a tres millas de la costa,
que era el límite que entonces existía de las aguas territoriales, que como
ustedes conocen ahora son 12.
Y la Revolución se siguió fortaleciendo,
radicalizándose. Lo otro era
renunciar. ¿Qué hubiera pasado? ¿Qué hubiera pasado en Cuba? ¿Cuántos cientos de miles de cubanos hubieran
muerto?, porque ya teníamos cientos de miles de armamentos ligeros; habíamos
recibido los primeros tanques que no sabíamos ni manejar bien. La artillería, sabíamos tirar cañonazos, pero
no conocíamos dónde iban a dar; lo que unos milicianos aprendían por la mañana,
tenían que enseñárselos a los otros por la tarde.
Pero hubo mucho valor, había que ir por un solo itinerario,
porque era una ciénaga por donde las tropas no se podían desplegar, ni
transitar los tanques o vehículos pesados.
Tuvimos más bajas que los atacantes.
Por eso se cumplió la orden de Fidel:
liquidarlos antes de las 72 horas.
Y esa misma flota americana fue la que acompañó a esa
expedición desde Centroamérica, y estaba ahí, desde la costa se veían, a solo
tres millas algunos de sus barcos.
¿Cuánto costó a Guatemala la invasión famosa en 1954?, que
recuerdo bien porque estaba preso en el presidio de Isla de la Juventud —o de
Pinos, llamada así entonces—, por el ataque al cuartel Moncada un año
antes. ¿Cuántos cientos de miles de
indios mayas, aborígenes y otros ciudadanos guatemaltecos perecieron en todo un
largo proceso que durará años recuperar?
Ese fue el comienzo.
Cuando ya habíamos proclamado el socialismo y el pueblo
había combatido en Playa Girón para defenderlo, el Presidente John F. Kennedy
—al que ya hice referencia hace un instante— fue asesinado precisamente en el
mismo momento, el mismo día en que el líder de la Revolución Cubana Fidel
Castro recibía un mensaje suyo —de John Kennedy— buscando iniciar el diálogo.
Después de la Alianza para el Progreso y de haber pagado
varias veces la deuda externa sin evitar que esta se siga multiplicando, se nos
impuso un neoliberalismo salvaje y globalizador, como expresión del
imperialismo en esta época, que dejó una década perdida en la región.
“La propuesta entonces de una asociación hemisférica madura
resultó el intento de imponernos el Área de Libre Comercio de las Américas
(ALCA), asociado al surgimiento de estas Cumbres, que hubiera destruido la
economía, la soberanía y el destino común de nuestras naciones, si no se le
hubiera hecho naufragar en el 2005, en Mar del Plata, bajo el liderazgo de los
Presidentes Chávez, Kirchner y Lula. Un
año antes, Chávez y Fidel habían hecho nacer la Alternativa Bolivariana, hoy
Alianza Bolivariana Para los Pueblos de Nuestra América.
Excelencias:
Hemos expresado —y le reitero ahora— al Presidente Barack
Obama, nuestra disposición al diálogo respetuoso y a la convivencia civilizada
entre ambos Estados dentro de nuestras profundas diferencias.
Aprecio como un paso positivo su reciente declaración de que
decidirá rápidamente sobre la presencia de Cuba en una lista de países
patrocinadores del terrorismo en la que nunca debió estar —impuesta bajo el
gobierno del Presidente Reagan.
¡País terrorista nosotros!
Sí, hemos hecho algunos actos de solidaridad con otros pueblos, que
pueden considerarse terroristas, cuando estábamos acorralados, arrinconados y
hostigados hasta el infinito, solo había una alternativa: rendirse o luchar. Ustedes saben cuál fue la que escogimos con
el apoyo de nuestro pueblo. ¡¿Quién puede pensar que vamos a obligar a todo un
pueblo a hacer el sacrificio que ha hecho el pueblo cubano para subsistir, para
ayudar a otras naciones?!
(Aplausos). Pero “la dictadura de
los Castro los obligó”, igual que los obligó a votar por el socialismo con el
97,5% de la población.
Reitero que aprecio como un paso positivo la reciente
declaración del Presidente Obama de que decidirá rápidamente sobre la presencia
de Cuba en una lista de países
patrocinadores del terrorismo en la que nunca debió estar, les decía, porque
cuando esto se nos impuso resulta que los terroristas éramos los que poníamos
los muertos —no tengo en la mente el dato exacto—, solo por terrorismo dentro
de Cuba, y en algunos casos de diplomáticos cubanos en otras partes del mundo
que fueron asesinados. Me aportan el
dato ahora mis compañeros: en esa etapa
tuvimos 3 478 muertos y 2 099 discapacitados de por vida; más otros muchos que
fueron heridos.
Los terroristas eran los que ponían los muertos. ¿De dónde venía el terror entonces? ¿Quiénes lo provocaban? Algunos de los que incluso han estado por
Panamá en estos días, como el agente de la CIA Rodríguez, que fue el que
asesinó al Che y se llevó sus manos cortadas para probar por sus huellas
digitales, no sé en qué lugar, que se trataba del cadáver del Che, que después
recuperamos por la gestión de un gobierno amigo en Bolivia. Pero, bueno, desde entonces somos
terroristas.
Realmente pido disculpas, incluso, al Presidente Obama y a
otros presentes en esta actividad por expresarme así. Yo a él mismo le dije que a mí la pasión se
me sale por los poros cuando de la Revolución se trata. Le pido disculpas porque el presidente Obama
no tiene ninguna responsabilidad con nada de esto. ¿Cuántos presidentes hemos tenido? Diez antes que él, todos tienen deuda con
nosotros, menos el Presidente Obama.
Después de decir tantas cosas duras de un sistema, es justo
que le pida disculpas, porque yo soy de los que pienso —y así se lo he
manifestado a unos cuantos jefes de Estado y de Gobierno que veo aquí, en
reuniones privadas que he tenido con
ellos en mi país al recibirlos— que, según mi opinión, el Presidente Obama es
un hombre honesto. Me he leído algo de
su biografía en los dos libros que han aparecido, no completos, eso lo haré con
más calma. Admiro su origen humilde, y
pienso que su forma de ser obedece a ese origen humilde (Aplausos prolongados).
Estas palabras las medité mucho para decirlas, incluso las
tuve escritas y las quité; las volví a poner y las volví a quitar, y, al final,
las dije, y estoy satisfecho.
Hasta hoy, el bloqueo económico, comercial y financiero se
aplica en toda su intensidad contra la isla, provoca daños y carencias al
pueblo y es el obstáculo esencial al desarrollo de nuestra economía. Constituye
una violación del Derecho Internacional y su alcance extraterritorial afecta
los intereses de todos los Estados.
No es casual el voto casi unánime, menos el de Israel y el
propio Estados Unidos, en la ONU durante tantos años seguidos. Y mientras exista el bloqueo, que no es
responsabilidad del Presidente, y que por acuerdos y leyes posteriores se
codificó con una ley en el Congreso que el Presidente no puede modificar, hay
que seguir luchando y apoyando al Presidente Obama en sus intenciones de
liquidar el bloqueo (Aplausos).
Una cuestión es establecer relaciones diplomáticas y otra
cuestión es el bloqueo. Por eso les pido
a todos, y la vida nos obliga además, a seguir apoyando esa lucha contra el
bloqueo.
Excelencias:
Hemos expresado públicamente al Presidente Obama, quien
también nació bajo la política del bloqueo a Cuba, nuestro reconocimiento por su valiente
decisión de involucrarse en un debate con el Congreso de su país para ponerle
fin.
Este y otros elementos deberán ser resueltos en el proceso
hacia la futura normalización de las relaciones bilaterales.
Por nuestra parte, continuaremos enfrascados en el proceso
de actualización del modelo económico cubano con el objetivo de perfeccionar
nuestro socialismo, avanzar hacia el desarrollo y consolidar los logros de una
Revolución que se ha propuesto “conquistar toda la justicia” para nuestro
pueblo. Lo que haremos está en un
programa desde el año 2011, aprobado en el Congreso del Partido. En el próximo Congreso, que es el año que
viene, lo ampliaremos, revisaremos lo que hemos hecho y lo mucho que nos falta
todavía para cumplir el reto.
Estimados colegas:
Debo advertirles que voy por la mitad, si quieren corto y si
les interesa continúo. Voy a acelerar un
poco (Risas).
Venezuela no es ni puede ser una amenaza a la seguridad
nacional de una superpotencia como Estados Unidos (Aplausos). Es positivo que el Presidente norteamericano
lo haya reconocido.
Debo reafirmar todo nuestro apoyo, de manera resuelta y
leal, a la hermana República Bolivariana de Venezuela, al gobierno legítimo y a
la unión cívico-militar que encabeza el Presidente Nicolás Maduro, al pueblo
bolivariano y chavista que lucha por seguir su propio camino y enfrenta
intentos de desestabilización y sanciones unilaterales que reclamamos sean
levantadas, que la Orden Ejecutiva sea derogada, aunque es difícil por la ley,
lo que sería apreciado por nuestra Comunidad como una contribución al diálogo y
al entendimiento hemisférico.
Nosotros conocemos.
Creo que puedo ser de los que estamos aquí reunidos uno de los pocos que
mejor conoce el proceso de Venezuela, no es porque estemos allí ni estemos
influyendo allí y ellos nos cuenten todas las cosas a nosotros, lo sabemos
porque están pasando por el mismo camino por el que pasamos nosotros y están
sufriendo las mismas agresiones que sufrimos nosotros, o una parte de ellas.
Mantendremos nuestro aliento a los esfuerzos de la República Argentina para recuperar las
islas Malvinas, las Georgias del Sur y las Sandwich del Sur, y continuaremos
respaldando su legítima lucha en defensa de la soberanía financiera.
Seguiremos apoyando las acciones de la República del Ecuador
frente a las empresas transnacionales que provocan daños ecológicos a su
territorio y pretenden imponerle condiciones abusivas.
Deseo reconocer la contribución de Brasil, y de la Presidenta
Dilma Rousseff, al fortalecimiento de la integración regional y al desarrollo
de políticas sociales que trajeron avances y beneficios a amplios sectores
populares, las cuales, dentro de la ofensiva contra diversos gobiernos de
izquierda de la región, se pretende revertir.
Será invariable nuestro apoyo al pueblo latinoamericano y
caribeño de Puerto Rico en su empeño por alcanzar la autodeterminación e
independencia, como ha dictaminado decenas de veces el Comité de
Descolonización de las Naciones Unidas.
También continuaremos nuestra contribución al proceso de paz
en Colombia hasta su feliz conclusión.
Debiéramos todos multiplicar la ayuda a Haití, no sólo
mediante asistencia humanitaria, sino con recursos que le permitan su
desarrollo, y apoyar que los países del Caribe reciban un trato justo y
diferenciado en sus relaciones económicas, y reparaciones por los daños
provocados por la esclavitud y el colonialismo.
Vivimos bajo la amenaza de enormes arsenales nucleares que
debieran eliminarse y del cambio climático que nos deja sin tiempo. Se incrementan las amenazas a la paz y
proliferan los conflictos.
Como expresó entonces el Presidente Fidel Castro, “las
causas fundamentales están en la pobreza y el subdesarrollo, y en la desigual
distribución de las riquezas y los conocimientos que imperan en el mundo. No
puede olvidarse que el subdesarrollo y la pobreza actuales son consecuencia de
la conquista, la colonización, la esclavización y el saqueo de la mayor parte
de la Tierra por las potencias coloniales, el surgimiento del imperialismo y
las guerras sangrientas por nuevos repartos del mundo. La humanidad debe tomar conciencia de lo que
hemos sido y de lo que no podemos seguir siendo. Hoy” –continuaba Fidel— “nuestra
especie ha adquirido conocimientos, valores éticos y recursos científicos
suficientes para marchar hacia una etapa histórica de verdadera justicia y
humanismo. Nada de lo que existe hoy en el orden económico y político sirve a
los intereses de la humanidad. No puede
sostenerse. Hay que cambiarlo”, concluyó Fidel.
Cuba seguirá defendiendo las ideas por las que nuestro
pueblo ha asumido los mayores sacrificios y riesgos y luchado, junto a los
pobres, los enfermos sin atención médica, los desempleados, los niños y niñas
abandonados a su suerte u obligados a trabajar o a prostituirse, los
hambrientos, los discriminados, los
oprimidos y los explotados que constituyen la inmensa mayoría de la población
mundial.
La especulación financiera, los privilegios de Bretton Woods
y la remoción unilateral de la convertibilidad en oro del dólar son cada vez
más asfixiantes. Requerimos un sistema
financiero transparente y equitativo.
No puede aceptarse que menos de una decena de emporios,
principalmente norteamericanos —cuatro o cinco de siete u ocho—, determinen lo
que se lee, ve o escucha en el planeta.
Internet debe tener una gobernanza internacional, democrática y
participativa, en especial en la generación de contenidos. Es inaceptable la militarización del
ciberespacio y el empleo encubierto e ilegal de sistemas informáticos para
agredir a otros Estados. No dejaremos
que se nos deslumbre ni colonice otra vez.
Sobre la Internet que es un invento fabuloso, de los mayores en los
últimos años, bien pudiéramos decir, recordando el ejemplo de la lengua en la
fábula de Esopo, que Internet sirve para lo mejor y es muy útil, pero a su vez,
también sirve para lo peor.
Señor Presidente:
Las relaciones hemisféricas, en mi opinión, han de cambiar
profundamente, en particular en los ámbitos político, económico y cultural;
para que, basadas en el Derecho Internacional y en el ejercicio de la
autodeterminación y la igualdad soberana, se centren en el desarrollo de
vínculos mutuamente provechosos y en la cooperación para servir a los intereses
de todas nuestras naciones y a los objetivos que se proclaman.
La aprobación, en enero del 2014, en la Segunda Cumbre de la
CELAC, en La Habana, de la Proclama de la América Latina y el Caribe como Zona
de Paz, constituyó un trascendente aporte en ese propósito, marcado por la
unidad latinoamericana y caribeña en su diversidad.
Lo demuestra el hecho de que avanzamos hacia procesos de
integración genuinamente latinoamericanos y caribeños a través de la CELAC,
UNASUR, CARICOM, MERCOSUR, ALBA-TCP, el
SICA y la Asociación de Estados del Caribe, que subrayan la creciente
conciencia sobre la necesidad de unirnos para garantizar nuestro desarrollo.
Dicha Proclama nos compromete a que “las diferencias entre
las naciones se resuelvan de forma pacífica, por la vía del diálogo y la
negociación u otras formas de solución, y en plena consonancia con el Derecho
Internacional”.
Vivir en paz, cooperando unos con otros para enfrentar los
retos y solucionar los problemas que, en fin de cuentas, nos afectan y
afectarán a todos, es hoy una necesidad imperiosa.
Debe respetarse, como reza la Proclama de la América Latina
y el Caribe como Zona de Paz, firmada por todos los Jefes de Estado y de
Gobierno de NUESTRA AMÉRICA, “el derecho inalienable de todo Estado a elegir su
sistema político, económico, social y cultural, como condición esencial para
asegurar la convivencia pacífica entre las naciones”.
Con ella, nos comprometimos a cumplir nuestra “obligación de
no intervenir directa o indirectamente, en los asuntos internos de cualquier
otro Estado y observar los principios de soberanía nacional, igualdad de
derechos y la libre determinación de los pueblos”, y a respetar “los principios
y normas del Derecho Internacional (…) y los principios y propósitos de la
Carta de las Naciones Unidas”.
Ese histórico documento insta “a todos los Estados miembros
de la Comunidad Internacional a respetar plenamente esta declaración en sus
relaciones con los Estados miembros de la CELAC”.
Tenemos ahora la oportunidad para que todos los que estamos
aquí aprendamos, como también expresa la Proclama, a “practicar la tolerancia y
convivir en paz como buenos vecinos”.
Existen discrepancias sustanciales, sí, pero también puntos
en común en los que podemos cooperar para que sea posible vivir en este mundo
lleno de amenazas a la paz y a la supervivencia humana.
¿Qué impide, a nivel hemisférico —como ya se refirieron
algunos de los presidentes que me precedieron en el uso de la palabra—,
cooperar para enfrentar el cambio climático?
¿Por qué no podemos los países de las dos Américas, la del
Norte y la del Sur, luchar juntos contra el terrorismo, el narcotráfico o el
crimen organizado, sin posiciones sesgadas políticamente?
¿Por qué no buscar, de conjunto, los recursos necesarios
para dotar al hemisferio de escuelas, hospitales — aunque no sean lujosos, un
hospitalito modesto, en aquellos lugares donde la gente muere porque no hay un
médico—, proporcionar empleo, avanzar en la erradicación de la pobreza?
¿No se podría disminuir la inequidad en la distribución de
la riqueza, reducir la mortalidad infantil, eliminar el hambre, erradicar las
enfermedades prevenibles y acabar con el analfabetismo?
El pasado año, establecimos cooperación hemisférica en el
enfrentamiento y prevención del ébola y los países de las dos Américas
trabajamos mancomunadamente, lo que debe servirnos de acicate para empeños
mayores.
Cuba, país pequeño y desprovisto de recursos naturales, que se
ha desenvuelto en un contexto sumamente hostil, ha podido alcanzar la plena
participación de sus ciudadanos en la vida política y social de la nación; una
cobertura de educación y salud universales, de forma gratuita; un sistema de
seguridad social que garantiza que ningún cubano quede desamparado;
significativos progresos hacia la igualdad de oportunidades y en el
enfrentamiento a toda forma de discriminación; el pleno ejercicio de los
derechos de la niñez y de la mujer; el acceso al deporte y la cultura; el
derecho a la vida y a la seguridad ciudadana.
Pese a carencias y dificultades, seguimos la divisa de
compartir lo que tenemos. En la
actualidad 65 000 cooperantes cubanos laboran en 89 países, sobre todo en las
esferas de medicina y educación. Se han graduado en nuestra isla 68 000
profesionales y técnicos, de ellos, 30 000 de la salud, de 157 países.
Si con muy escasos recursos, Cuba ha podido, ¿qué no podría
hacer el hemisferio con la voluntad política de aunar esfuerzos para contribuir
con los países más necesitados?
Gracias a Fidel y al heroico pueblo cubano, hemos venido a
esta Cumbre, a cumplir el mandato de Martí con la libertad conquistada con
nuestras propias manos, “orgullosos de nuestra América, para servirla y
honrarla... con la determinación y la capacidad de contribuir a que se la
estime por sus méritos, y se la respete por sus sacrificios”, como señaló
Martí.
Señor Presidente:
Perdón, y a todos ustedes, por el tiempo ocupado.
Muchas gracias a todos (Aplausos).
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