El 21 de marzo de 2011, en La Moneda. |
Por Arnold August - Tomado de teleSUR -
En la ceremonia del 11 de septiembre en 2016, el presidente
Barack Obama recordó y honro a las víctimas del terrorismo. Sin embargo, ¿cuál
era su posición cuando visitó la Moneda, Chile en 2011?
Chile fue la siguiente escala del viaje de Obama por América
Latina de marzo de 2011 (después de Brasil).
Para la vasta mayoría de personas en América Latina, así como para muchas en América del Norte y Europa, Chile invoca un precedente: el acontecimiento terrible del 11 de septiembre de 1973 –el universalmente conocido golpe de Estado militar organizado por los Estados Unidos.
El golpe se consumó contra el gobierno de Salvador Allende, electo democráticamente. A raíz de ello, muchos miles de personas fueron encarceladas, torturadas, asesinadas, forzadas a marcharse al exilio o desaparecidas. Todas las organizaciones de izquierda socialistas y comunistas fueron violentamente suprimidas. El propio Allende, una de las personalidades y símbolos socialistas y revolucionarios más importantes de América Latina, murió ese mismo día en el Palacio de la Moneda (un edificio de gobierno).
Para la vasta mayoría de personas en América Latina, así como para muchas en América del Norte y Europa, Chile invoca un precedente: el acontecimiento terrible del 11 de septiembre de 1973 –el universalmente conocido golpe de Estado militar organizado por los Estados Unidos.
El golpe se consumó contra el gobierno de Salvador Allende, electo democráticamente. A raíz de ello, muchos miles de personas fueron encarceladas, torturadas, asesinadas, forzadas a marcharse al exilio o desaparecidas. Todas las organizaciones de izquierda socialistas y comunistas fueron violentamente suprimidas. El propio Allende, una de las personalidades y símbolos socialistas y revolucionarios más importantes de América Latina, murió ese mismo día en el Palacio de la Moneda (un edificio de gobierno).
El 21 de marzo de 2011, en Palacio de la Moneda, Obama junto
con su anfitrión Sebastián Piñera Echenique, presidente de Chile, se
dirigieron a sus invitados y a algunos periodistas en una ronda de prensa. En
sus palabras de apertura, Obama no se refirió al golpe militar de 1973 y mucho
menos a la responsabilidad del gobierno de los EE.UU., pero sí señaló: «Chile
ha construido una democracia firme». La primera pregunta que un reportero
dirigió a Obama, a pesar de sus comentarios sobre la transición a la
democracia, fue:
«En Chile [...] hay algunas heridas abiertas vinculadas con
la dictadura del General Pinochet. Y en ese sentido, líderes, líderes
políticos, líderes del mundo, de los derechos humanos, incluso diputados [...]
han dicho que muchas de esas heridas tienen que ver con los Estados Unidos
[...]. En ese nuevo discurso [...] ¿introduce usted la idea de que EE.UU. desea
colaborar con las investigaciones judiciales al respecto, inclusive que el
gobierno de los EE.UU. desea pedir perdón por lo que hizo en esos años tan
difíciles de la década de los setenta en Chile?»
Obama, la misma persona que escribiera y en varias ocasiones
hablara citando o parafraseando a William Faulkner, «el pasado no está́ muerto
ni enterrado», en sus palabras de apertura pasó por inadvertido el golpe de
1973. En respuesta a la pregunta del corresponsal, se refirió́ al golpe sólo
como el testimonio de una relación «extremadamente inestable» entre los EE.UU.
y Chile. Tras lo cual declaró: «no debemos quedarnos en la historia [...]. No
me es posible responder por todas las políticas que pertenecen al pasado».
Recalcó así la importancia de «comprender nuestra historia, sin quedarse en
ella».”
En la misma vena de esquivar el tema del papel desempeñado
por los EE.UU. en el golpe de 1973, durante otro discurso pronunciado horas más
tarde en el Palacio de la Moneda, se vio obligado a referirse vagamente al
asunto. Se refirió al Palacio de la Moneda en el cual «Chile perdió su
democracia hace varias décadas».
También arremetió un ataque frontal a Cuba. Pasó por alto
la postura anticomunista de los EE.UU. que motivó el golpe de 1973 contra el
gobierno socialista de Allende que recibía el apoyo de los comunistas chilenos.
Las relaciones bilaterales entre Cuba y Chile durante los días en que Allende
fuera cabeza de Estado revestían un tono muy fraternal. Aun así, Obama, en su
momento, hizo un voto «por el apoyo a los derechos de las personas a fin de que
puedan determinar su propio futuro –y, claro, esto implica al pueblo de Cuba».
A nadie debiera sorprenderle el uso selectivo que Obama hace
de la historia respecto del acontecimiento del golpe de 1973 en Chile. Obama
señaló́ en su segundo libro, a quienes desean enterarse, la postura que adopta
ante la cuestión de los golpes militares contra el pensamiento progresista o
socialista y sus actos. Así, escribe:
«A veces, en discusiones con algunos de mis amigos de
izquierdas, me encontraba en la curiosa posición de defender determinados
aspectos de cómo Reagan veía el mundo. No comprendía por qué, por ejemplo, los
progresistas debían sentirse menos preocupados por la opresión que había dejado
tras sí la Cortina de Hierro, que por la brutalidad derramada en Chile.»
Es importante que las personas reflexionen seriamente sobre
la manipulación que Obama hace de la historia y del contenido político
implícita en su uso del pasado. Esto constituye la manera en que Obama y los
adeptos del modelo de democracia competitiva bipartidista estadounidense
utilizan la historia selectiva con el fin tomar sus distancias con otras
administraciones (en el caso de Obama) y, desde luego, con toda la historia de
intervenciones militares estadounidenses en el continente. Este proceso permite
dar un «nuevo rostro» a la injerencia de los Estados Unidos. La conducta de
estos grupos llega al grado de cooptar la oposición a la añeja política
estadounidense, de manera a que esta resistencia sea recuperada y aplauda la
nueva imagen de los EE.UU. con Obama al frente.
El presidente «nuevo rostro» va al Palacio de la Moneda
donde el gobierno de los EE.UU. fue responsable de la muerte de Allende y
utiliza la hostilidad contra el golpe militar organizado por su país y el
sentimiento pro Allende. Lo hace cuando intenta convertir ese sentimiento en
favor de los EE.UU. y al fingir que su gobierno está tratando de darle vuelta a
la hoja, para así granjearse la confianza de los chilenos. Recordemos el
comentario de Obama mencionado en su segundo libro, sobre su enojo contra los
progresistas y la izquierda que fallan en su opinión sobre el golpe de Estado
en Chile. Yuxtapone esta tendencia política progresista a la represión oculta
bajo la Cortina de Hierro. El razonamiento de Obama sobre la Cortina de Hierro
respecto de Chile arroja luz sobre un ejemplo tradicional muy importante acerca
de la política exterior de los Estados Unidos. Independientemente de la opinión
que uno pueda tener sobre la ex U.R.S.S. y los países de Europa del Este de los
años setenta y ochenta, ¿cuál ha sido la política sempiterna de los EE.UU.
desde la Revolución de Octubre de 1917? Su conducta ha sido la de apoyar
cualquier cosa que se oponga a las ideas u opciones socialistas, progresistas y
revolucionarias.
Basta con dirigir una mirada hacia el siglo XX para
encontrar su apoyo inicial a los fascistas en Alemania e Italia que condujo a
la Segunda Guerra Mundial (porque Estados Unidos traía los hilos cruzados con
la U.R.S.S.), así como toda la serie de operaciones sangrientas en América
Latina (entre otras, El Salvador, Guatemala, Cuba, Nicaragua, Brasil, y
Granada). No es difícil darse cuenta con quien se ha alineado el gobierno de
los EE.UU. y contra qué fuerzas ha luchado.
El uso selectivo que hace de la historia está al servicio
de esta política sobre la cual intenta colocar una nueva aura. Lo que sigue
siendo un problema por resolver es que muchas personas todavía prefieren pasar
por inadvertido su escritura y sus declaraciones –una suerte de nebulosidad en
los razonamientos causada por una fe tambaleante en la leyenda del pensamiento
único de estadounidense de que en el sistema bipartidista presidencial pueden
realmente competir los programas de «cambio» y el statu quo.
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