Me motiva el respetuoso criterio de un forista de este blog,José Luis León Pérez, a compartir un comentario.
Cito como introito, un reciente criterio del trovador Silvio
Rodríguez, expuesto en su blog, Segunda Cita:
“Las ideas humanistas y revolucionarias (evolutivas) que se
enfrentan al poder hegemónico imperial están y estarán en condiciones
guerrilleras todavía durante mucho. No hay que dejarse confundir por los que
nos comparan a los que dominan por el hecho de defendernos. Tenemos el derecho
y el deber de defendernos. Los que no nos lo reconocen es porque desean que
desaparezcamos.”
El escenario de la libertad de prensa cubana: no a la
impunidad de la agresión.
Existen en Cuba muchos foros donde la gente dice lo que
piensa, sin consecuencia posterior alguna, y sobre todo de lo que está, o se
considera que está mal, en Cuba, y sobre cualquier tema o aspecto de la
realidad. Podría citar varios testimonios de carácter personal, pero por
brevedad expongo solo uno: a raíz del examen y discusión de los Lineamientos se
discutieron en la empresa donde entonces yo trabajaba, todos los temas, incluso
algunos que no estaban en el documento, y se hicieron las críticas más directas
y crudas, sin cortapisas ni temor alguno. El Partido sólo moderó, no se
interrumpió a nadie ni se limitó de
tiempo a ninguna intervención. Ese es, digamos, un foro empresarial, colectivo,
y así ocurrió en todo el país.
Existen foros públicos y de la prensa, al que tiene acceso
cualquier ciudadano, como en el órgano del Partido Comunista, los viernes,
donde se publican todas las críticas, sugerencias o quejas sobre cualquier tema
que llegan al director, y la gente lo firma con sus nombres y apellidos. Son
publicadas, y atendidas incluso aquellas que no se dan a conocer por limitación
del espacio. En ocasiones algunos directivos de algunas empresas o entidades
aludidas, no responden, pero ese es otro tema.
Organizan con regularidad foros y debates los intelectuales,
investigadores, artistas, y las distintas profesiones y organizaciones
sociales, donde se discute habitualmente. En especial por su calidad, la Revista Temas y su foro conocido como
Ultimo Jueves, donde cualquier tema es discutido con gran altura por
especialistas y público asistente. Publican en libros y CD sus resultados,
además de la revista. Los escritores
tienen el suyo en distrintos espacios de la UNEAC, y así en otros casos,
los periodistas en la UPEC, los jóvenes creadores en la AHS... Y sobre todo,
allí se expone y discute, para usar el
término, lo que está mal, lo que se opina hay que cambiar, o lo que hay que
mejorar. Creo, además, debe combatirse frontalmente cualquier tendencia
triunfalista en nuestra prensa y el criterio de que abordar abiertamente
nuestros problemas es darle armas al enemigo.
Ahora, hay que tener en cuenta un aspecto muy importante al
que no le prestan atención suficiente
algunas personas que dicen optar por el proyecto socialista cubano, lo apoyan o
se dicen socialistas, o de izquierda: y es la intencionalidad del discurso, y
cómo se manipulan los conceptos de derechos humanos y de libertad de prensa,
cómo verdaderamente se ejercen o no en el mundo de hoy, y la valoración de los
intereses que financian el llamado 4to poder, la (des)información y la guerra
mediática y cultural.
En los foros cubanos que he mencionado, y en muchos
informales o callejeros, se observa una intencionalidad mayoritaria,
precisamente dirigida a expresar y fundamentar mediante la crítica la necesidad
siempre creciente de cambios, de transformaciones o la continua revolución, es
decir, cambiar lo que deba ser cambiado, pero no con el objetivo de desmontar las esencias de la Revolución
Cubana.
Es vital definir si se comprende y acepta, o no, un criterio
que le dijera Fidel a una periodista, y que en estos días volví a escuchar:
nuestro concepto de la libertad de prensa no es esa falsa mercancía que venden
e imponen, pero que no practican, sus promotores. Es una entelequia el abstracto, intemporal y apolítico concepto
de libertad, y en todo caso, no es libertad lo que se disfruta en las
sociedades que se dicen democráticas porque se pueda ofender a un presidente.
En estos días Ramonet ilustra muy bien cómo funciona esa “libertad”.
Cuando el poder decisorio real radica en los férreos lazos del poder económico de las oligarquías,
la supuesta libertad de prensa, tanto como la política, supuestamente
conquistada en la pluralidad de partidos, resulta funcional para ocultar tras
las apariencias de legitimidad, la ilegitimidad de los poderes de facto.
Fernando Martínez Heredia declaraba que en la Cuba anterior al 59 existía esailusa libertad, pero nada de lo que debía ser cambiado, se cambiaba. Una
sociedad que efectivamente revoluciona, como la cubana pese a todas los
eventuales errores internos, está ejerciendo una concreta libertad política y
un goce de reales derechos. Así ha ocurrido en la Revolución Cubana.
Para hacer lo más breve posible este comentario, no puedo
argumentar largamente. Los datos, análisis y argumentos, expuestos por varios
honestos y brillantes estudiosos del tema, son apabullantes. Citemos a Ignacio
Ramonet, o a Pascual Serrano, sólo dos ejemplos, que estudian profundamente el
asunto, y varios otros, y varias plataformas alternativas con análisis muy
esclarecedores al respecto.
Ahora, cuál es la pregunta: ¿si el enemigo del socialismo no
practica, como exige, la libertad de prensa, de expresión, (si reduce los
derechos humanos sólo a los llamados civiles y políticos, apabullando en gran
parte de la humanidad todo el resto de los derechos que condicionan el
ejercicio real de las libertades), entonces, bajo ese pretexto debe el proyecto
cubano, que es por esencia diametralmente opuesto, actuar de igual manera? Por
supuesto que no se trata de esgrimir una burda justificación. La respuesta es
no.
Se trata precisamente de que son dos prácticas distintas que
emanan de dos concepciones diferentes: una que ha demostrado su carácter
espurio porque la libertad verdadera
yace en la arquitectura del poder del dinero y las élites, y otra que puja en
la historia por crear algo nuevo, con los inmensos obstáculos que le impone
aquella. Y sobre todo se trata de lo
siguiente: que en el ámbito comunicacional el inmenso poder con que se
ejerce la guerra psicológica y cultural
y la desinformación, funciona como apoyo de
los elementos internos de las naciones que se proponen cambios (y no
sólo en Cuba) y que en ese campo de enfrentamiento adversan al socialismo y,
ya, a cualquier intento de favorecer a las amplias masas de cualquier país.
Sobran los ejemplos históricos y los actuales.
Son a esas instituciones, personas, proyectos, entidades,
iniciativas de periodismos “independientes” que sin embargo aceptan apoyo
financiero y publicitario de la maquinaria totalitaria que niega esos derechos
a la mayor parte de la humanidad a los que no se les debe reconocer el derecho
a realizar su tarea interna, porque no ejercerían una libertad de expresión u
opinión, sino una libertad de agresión. Hoy no hay diferencia entre la
letalidad de una guerra caliente y la fría guerra mediática. Como hemos visto
en Libia, Siria esta prepara a aquella. ¿Acaso los intereses de las grandes
corporaciones de la información, que están indisolublemente unidas a los
grandes intereses económicos corporativos, cuando estos últimos no son los
propietarios de aquellos, se dejan no sólo agredir, sino simplemente
cuestionar?
Solo un ejemplo. Léase lo que informa Carlos Fernández Liria
sobre la realidad periodística española. Allí ya casi no se expulsan
periodistas de esos medios, es que ya no tienen a quién expulsar, están sin
trabajo todos aquellos incómodos al sistema. Y así en otros lugares, donde no
los expulsan de la vida, simplemente los asesinan… ¿Por qué, entonces, países
más débiles en todo sentido, y además agredidos en todos los frentes, tendrían
que aceptar que se incorpore, y despliegue como un frente interno, esa fuerza
más? Quizás esla no comprensión de este vital tema por donde el enemigo quiere
ahondar una grieta, proviene de no tener clara conciencia de que se trata de
una guerra, una guerra incruenta, donde en principio y al principio no hay
sangre real derramada, pero que en muchas ocasiones prepara y propicia las
guerras reales donde sí mueren miles de personas o dónde se destruyen naciones
enteras. Y en la guerra uno no entrega posiciones.
La otra cuestión a tener en cuenta es que al menos en la
política de esta civilización no hay terceras posiciones políticas, ni
posiciones verdaderamente neutras. Las tibiezas conducen a reforzar las
posiciones de los más fuertes y los centrismos siempre sufren un indetenible
desplazamiento hacia las derechas o acaban rindiendo sus buenas intenciones, precisamente porque
el diálogo conciliador que no se ajuste a principios entre el fuerte y el
débil, es el monólogo final de aquel débil que sostiene precariamente un poder
a contracorriente de lo que dicta la economía global.
¿Aceptamos que realizar la utopía socialista es en todo
orden una meta superior, necesaria y de
urgente realización para la humanidad? Sí es así, entonces hay otro componente
para deslindar los dos escenarios de actuación con toda claridad: la libertad
de prensa para ahogar y destruir las aspiraciones socialistas, la libertad para
acusar a las revoluciones de todas las insuficiencias, tareas de ardua
transformación realizadas o intentadas en medio de una guerra incesante que no
ha conocido nunca la verdadera paz, no son ni incluso éticamente legítimas,
para no decir que políticamente sería un suicidio otorgarles espacio de acción.
Es un terreno bien deslindado en la Revolución Cubana ya
desde temprana fecha: “Dentro de la revolución, todo; contra la revolución,
nada.” Los que hoy tratan de desvirtuar ese principio de manera directa o
indirecta, quieren o contribuyen a
demoler, no ejercen el criterio constructivo aunque lo aparenten
parapetados en bellos conceptos que concitan la simpatía universal. Los que hoy
piden democracia en Cuba y no reconocen la propia, repiten los deseos de
aquellos que no dan muestras de implementarlas y respetarlas en otros lares. Se
nota hasta en el lenguaje. Nunca aceptan que el rumbo es la actualización del
socialismo. Dan muestra de falsa herejía y un afán bien pagado, insistiendo en el vocabulario que gusta a los nortes del planeta: tenemos embargos y
reformas, inmovilismo y dogmas.
Hagamos una pregunta, miremos un poco afuera: ¿por qué la
persona y la obra política de Noam Chomsky es condenada a la invisibilidad y a
un duro ostracismo intelectual en su país?¿Por qué lo es el pensamiento y la
obra de Ignacio Ramonet? El medianamente informado sabe la razón: el
prestigioso académico Chomsky no es sólo
autor de una importante contribución a la
lingüística moderna, lo es también de un pensamiento muy crítico y
peligroso para el sistema político y económico imperial.
Pero además, ambos crean y difunden un pensamiento funcional
a los intereses de los pueblos que ven con toda razón en el imperialismo o sus
apéndices locales a sus enemigos orgánicos, y que mediante ese conocimiento
pueden armarse de razones y argumentos. ¿Cuál es la razón profunda de ese
silenciamiento si, como dicen con cierta candidez algunos entusiastas, ahora
todo está disponible y “democratizado” en internet? La publicación de los
escritos de estos dos autores en los grandes medios de muy amplia circulación
les otorgaría un aval que hay que negarles, e influiría poderosamente en las
concepciones de millones de personas que están sometidas al bombardeo mediático
que ellos denuncian y develan. ¿O por qué los medios monopólicos actúan como
una afinada orquesta global, difundiendo ciertos temas, noticias, enfoques y
mentiras, y silenciando otros? ¿Por qué cuando la derecha toma el poder se
apresura a silenciar los medios alternativos, como TeleSur?
Hay que pedir disculpas por tener que repetir estas verdades
que ya son perogrulladas casi del sentido común, pero me temo que no la tienen
presentes quienes adoptan esas bellas posturas defensivas de la “libertad de
prensa”, como si existiera la libertad
en un limbo abstracto apolítico y desideologizado, desasido de las luchas geopolíticas, del
abismal desequilibrio de las fuerzas mundiales que se oponen a las revoluciones
en su infatigable injerencia y su infame agresión, y sobre todo, de qué lado
están los genuinos derechos a defenderse de los pueblos sometidos, agredidos o
impedidos de intentar sus experiencias transformadoras con tranquilidad.
Breve consideración sobre algunos de los recursos, las ideas
y el lenguaje del periodismo “independiente” que exige libertad de prensa.
El lenguaje, por otra parte, nunca es neutral ni inocente.
El signo no es sólo el vehículo del contenido semántico del significado: la
forma misma trasmite contenido por sus connotaciones en el tejido de la
comunicación política. Y los que simulan posturas de defensa del interés
nacional cubano, o incluso intentan mimetizarse ahora dentro del apoyo
prácticamente unánime al proyecto revolucionario citando convenientemente a
Fidel o a Raúl, no lo olvidan por ignorancia: o escogen un discurso específico
por conveniencia, o su universo de vocablos proclama una cosmovisión y una
intencionalidad política.
El lenguaje compartido, pero en la riqueza de sus opciones,
crea y contribuye a la unidad, forja un espíritu de solidaridad e identidad,
sin excluir o negar la crítica y la diversidad, la unidad se forja en una
cultura compartida. Como lo anterior está bien estudiado en los centros
académicos que se dedican y asesoran y pagan en la materia, no es casual que
determinadas plataformas de comunicación reciban con los brazos bien abiertos,
- y con ese salario bien munido que no pueden recibir los escritores o
periodistas que se niegan a mercadear su pluma-, a los “independientes”, o a
los campeones del pensamiento que se dice libre. Comentemos sólo un ejemplo.
Como últimamente la discusión y examen de las ideas se trata de desvalorizar
bajo la especie de ser ataques personales, sólo interesa aquí destacar
contenidos, aunque sea inevitable ejemplificarlos.
En los últimos días han aparecido artículos que no podían
permanecer ajenos a la resonancia mundial y nacional por el deceso de Fidel.
Por la línea editorial anterior de donde se publican algunos de esos textos, es
visible el esforzado giro y el intento por
utilizar y aprovechar con notorio
oportunismo el alto consenso nacional que existe alrededor de la vida y obra de
Fidel. Plataformas que nunca hablaron de realizar el legado vivo de Fidel,
ahora hasta advierten y aconsejan sobre cómo
realizarlo. Esa intención la revelan no sólo las ideas, sino hasta el
plumaje del estilo, las valoraciones, propuestas y solapadas sugerencias de
rebeldías.
Veamos un ejemplo de esa peculiar selección de signos,
elocuentes por sus connotaciones comunicacionales, por lo que escoge y lo que
desecha. Un intento por replantear agendas ya conocidas al calor de los
acontecimientos, con una cuidadosa selección de los términos, allí donde se
sabe bien que no es bienvenido utilizar otros, o que al menos, esos serán los
bien acogidos. Un universo de signos de una galaxia denotativa que procura erosionar
los imaginarios conceptuales de la Revolución, algo bien conocido ya por su
origen. Un estilo en que el desapego
desamorado procura inútilmente aparentar objetividad y neutralidad, pero
que no es sólo distanciamiento emocional, sino también muy racional por los
objetivos que persigue. El interés de este comentario es subrayar un aspecto
del tema central de estas notas: la libertad de prensa por la que abogan con
tanta pretendida pureza a favor de los objetivos de la Revolución, está
traicionada por el lenguaje y las concepciones
que seleccionan, y cómo adversan con sutileza el legado del líder a
quien dicen a última hora admirar luego de años desacreditando su obra y
culpándolo de todo lo que hay que cambiar. Con ello niegan la sinceridad
política de las preocupaciones que expresan por el destino de Cuba y tratan de
ampliar su recepción en una audiencia cada vez más fidelista.
Las opciones del vocabulario tienen una sutilísima
influencia afectiva e inciden en los procesos racionales. Ese es uno de los
objetivos de autores “independientes” y un denominador común de ciertas
publicaciones. La picaresca moderna de las misiones mediáticas bien pagadas,
tiene olfato fino para adoptar un tono, una terminología, un giro, y hasta una
respiración del texto, que es bienvenido. Así, consciente de que la palabra bloqueo incomoda a los mecenas de los
medios “independientes”, a cuanto más se
aventuran ahora es a forzar una risible dualidad y escriben embargo/bloqueo,
como si unos y otros procederes tuvieran la razón histórica y el golfillo del
idioma se atrinchera en una zona de confort que no compromete.
A través de ese estilo se expresan generalizaciones
temerarias y sin fundamento para sostenerlas. Presunciones no probadas, dichas
a la ligera mediante mensajes cortos e insustanciales, para impactar con la
brevedad, para influir y posicionar criterios. Uno de ellos es afirmar, que “de
alguna forma muchos jóvenes (cubanos, se entiende) sienten que el país no les
pertenece”. “Alguna forma”, expresión que no se precisa en su ambigüedad, y
adverbio de cantidad que se escoge alegremente. No son “quizás algunos”, creo
que algunos, supongo que ocurre, sino muchos. Es una matriz de opinión abonada
por la irresponsabilidad en el ejercicio del criterio, y común a plataformas y autores
“independientes” y los engendros de la hora como El Estornudo. Tratar el tema
de la emigración con tanta superficialidad sin una mención siquiera de su
complejidad multifactorial, de sus raíces y evolución, es un recurso
tendencioso y muy socorrido por la efectividad con que opera el olvido y la
descontextualización. Cargar sólo en la cuenta del proyecto cubano las causas
profundas del fenómeno migratorio o las dificultades económicas, otro recurso
falaz. Es el corte ideotemático, semántico y estilístico premiado con difusión,
becas, asesorías y finanzas.
Hay otras muy curiosas e inquietantes observaciones en
algunos textos de estos días que revelan una clara hipocresía y oportunismo
políticos. Tras negar, no de “alguna forma”, sino claramente, que la juventud cubana participe de la
construcción del país-, sea la material o la espiritual y simbólica, y como
hacen cubanos jóvenes y otros no tanto, incluso desde el exterior del
país, están llamando, no tan sutilmente,
a la rebelión juvenil, aunque ahora adornado con la exhortación de que
hagan honor a la profesión de fe (Yo soy
Fidel) que acaba de hacer la mayoría
ciudadana en estos duros días de luto.
Un escenario de alteración de la paz política desean,
mientras llaman a realizar el Yo soy Fidel mediante fórmulas y procesos ajenos
a la realidad revolucionaria. Dan por sentado que en la Revolución no
participan los jóvenes a partir de las excepciones eventuales. Por eso
personalizan el poder político, y hablan de relevo generacional, desconocen el
papel del Partido, proclaman fines de ciclo o de eras, anuncian la división de
poderes, cuando hasta se discute hoy en el mundo del pensamiento esos
conceptos. Y parecen olvidar que incluso con Fidel en funciones
gubernamentales, aunque él acepto la fuerza natural de su influencia, el poder
político siempre fue colegiado en Cuba, y emanado y legitimado por la forma de
democracia que ha querido y ha podido darse el país.
Podrían citar también, pero naturalmente no lo hacen, la
otra parte del testamento político de Fidel: unidad y compromiso, de un hombre
que en su última intervención pública dijo “me hice socialista, pero más
claramente, comunista”. Y ya por allí hay ardientes defensores de Cuba que
están proponiendo que no hablemos de comunismo, sino de socialismo, aireando
nuevamente el fantasma célebre que no acaba de recorrer el mundo.
Y eso significa el Yo soy Fidel, la crítica que le seguirá
labrando el cauce histórico a la esperanza de que la Revolución se haga con una
sola mente y un solo corazón, que es un legado de la sabiduría política de
Martí que Fidel resumió en aquellas dos palabras cuando nos despedía, unidad,
compromiso, para que cambiar lo que deba ser cambiado se realice sin perder de
vista las poderosas fuerzas enemigas externas e internas, y para que se siga
intentando con las propias energías y las concepciones soberanas de la nación.
Es inolvidable lo que se le ha hecho a la humanidad en nombre de la libertad, o
allí donde determinada concepción de las libertades han sido impuestas o por la
falsa razón, o por la fuerza. Es la misión de las guerras mediáticas actuales.
Fidel es reverenciado en el mundo entero por amigos y hermanos, y respetado por
los enemigos decentes, o sabiamente diplomáticos. Cuba lo tiene de maestro.
Algo - quizás todavía no lo suficiente, - aprendió por lo menos a distinguir
entre los cantos de sirenas, una voz auténtica, la que sostuvo a la nación
entre todas las terribles tempestades. Ello es resultado del instinto político
bien visible, y este adverbio sí que es innegable, en muchos, en la mayoría, de
los cubanos.
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