Si existe un país en el que el significado de la palabra justicia se traduce
a la realidad en toda su dimensión, ese es sin lugar a dudas mi Cuba.
Desde que el Ejército Rebelde comenzó su senda victoriosa, se puso de
manifiesto lo que ha sido premisa durante los 53 años transcurridos desde el
triunfo de la Revolución: el respeto a la dignidad plena del ser humano.
Las garantías están implícitas tanto en la Ley Fundamental de la
República como en el Código Penal, en varios de sus apartados. Y eso lo
pudieron constatar de primera mano los asistentes al VI Encuentro Internacional
Justicia y Derecho 2012.
Además de intercambiar experiencias y puntos de vista en asuntos jurídicos,
los delegados de 14 naciones pudieron visitar centros penitenciarios, conversar
con los reclusos, y comprobar la falsedad de las campañas mediáticas que
intentan, sin éxito, empañar la imagen de esta Isla muy bien bautizada como la “de
la Libertad”.
Aquí, las instituciones penitenciarias amplían su rol, se convierten en
centros educativos, para facilitar la reinserción de los reclusos en la
sociedad tras el cumplimiento de las sanciones.
Actualmente, más de 27 mil sancionados asisten a las aulas, en todos los
niveles educacionales. Mediante iniciativas promovidas por el Ministerio de
Cultura, entre otras instituciones, pueden disfrutar de exposiciones, conciertos
y otras actividades que enriquecen su espiritualidad; a la vez que tienen
acceso a la práctica del deporte.
La tendencia nacional apunta a la disminución de la población de internos en
condiciones cerradas, y el incremento de
la de mínima seguridad. De hecho, más de 23 mil reclusos están
incorporados al trabajo, por el cual son retribuidos.
A eso se debe añadir la garantía de los servicios de salud, incluyendo el
tratamiento a los portadores del VIH/Sida, que son atendidos en instalaciones
especializadas.
Y no estoy hablando de frías estadísticas. Tengo un familiar al que le fue
detectada una tumoración de tiroides, mientras cumplía su sanción. Inmediatamente
fue atendido y, operado, recuperándose después en el hospital de la prisión.
Hoy, realiza trabajo en un correccional, recibe permisos para visitar a su
familia casi todos los fines de semana, y dentro de poco obtendrá la rebaja de
su sanción por buen comportamiento.
Otro caso que refleja el humanismo de la legislación y el sistema penitenciario
cubano es del norteamericano Alan Gross, quien fue condenado tras reconocer que
trabajaba para la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo
Internacional (USAID), que lo envió a Cuba con el objetivo de suministrar
materiales de comunicación satelital a grupos contrarrevolucionarios.
Gross no ha sido torturado en ninguna forma, ha recibido
visitas de su esposa, y mantiene comunicación sistemática estable con su familia. Además de estarle
permitida la visita de oficiales de la Oficina de Intereses de los Estados
Unidos, amigos y personalidades políticas y religiosas; así como el acceso a la
prensa de su país.
Gran contraste con el caso de Los Cinco antiterroristas cubanos,
condenados en los Estados Unidos mediante un juicio amañado, sometidos a régimen de confinamiento en varias ocasiones sin razón
alguna, y privados durante trece años -en el caso de Gerardo y René- de las
visitas de sus esposas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario